12/11/2019

Confianza



El hallazgo, bien publicitado, de un superpozo de petróleo y gas, de concretar las suposiciones adelantadas, dará un severo golpe a la desconfianza de opositores y rumorólogos al programa de inversiones en Pemex. Las famosas y multicitadas calificadoras tendrán que dar marcha atrás a sus filtraciones y dichos preventivos de riesgo. Alentadas, dichas agencias, por la constante crítica, estaban a punto de cumplimentar sus amenazas de catástrofe. La baja en la capacidad de la petrolera mexicana para honorar su deuda –filtraban con frecuencia– era inminente. Y con ello se ponía, aseguraban, en riesgo todo el crédito del gobierno y el de las demás instituciones privadas. Una cuasi hecatombe financiera en ciernes. Pues ahora tendrán que echar las campanas en reversa. La aportación que ese solo nuevo yacimiento hará, en el muy próximo futuro, tanto para cimentar nuevas inversiones en la petrolera como en la hacienda pública, es más que considerable.
La gran cátedra de opinócratas fue y tal vez continuará siendo, implacable: echarle dinero bueno a Pemex es un absurdo, decían con profunda y hasta reconocida capacidad predictiva. Esta vez, como en otras tantas maledicencias dedicadas a escudriñar con saña los trabajos que lleva a cabo el gobierno, harán que, al menos, los haga dudar de sus tajantes aseveraciones. El rendimiento que han dado las en verdad difíciles inversiones en Pemex, con ese solo yacimiento descubierto, bastan para justificar las que vendrán. La experiencia, capacidad y entusiasmo de los trabajadores de Pemex debe, ahora se exige, ser reconocida. Como también se lo debe hacer para con la administración que se ha hecho cargo de poner, a la decaída y vilipendiada empresa, de pie y con renovado orgullo.
La confianza que el Presidente, desde un inicio e invariablemente, tiene en el proyecto energético, diseñado con base en la capacidad generadora de Pemex y la CFE, dará el soporte necesario para el buscado desarrollo. La aportación de la iniciativa de los particulares, de acuerdo con las leyes y normas en la materia, también cumplirá un importante papel. El mercado eléctrico, ya en funcionamiento, les reconoce un lugar de privilegio y así seguirá en su marcha y crecimiento. Se pide que el balance actual en petrolíferos y electricidad, en cuanto a lo público y privado, se mantenga hasta el final del sexenio. La muy publicitada reforma energética del pasado sexenio, que aseguraba inversiones por demás cuantiosas y logros excepcionales, no cumplió su cometido. En verdad puede afirmarse con justeza que fracasó. Se debe ahora, por mandato de la voluntad ciudadana, dar cabida a una visión y proyecto distinto que se ha puesto en funcionamiento. Se ha procedido con sumo cuidado y respeto para no violentar ordenamientos, inversiones e iniciativas de los particulares. Pero el acento, por decisión soberana, está puesto en soltar las amarras que se les habían impuesto a las ahora llamadas empresas productivas del Estado. Se piensa que con este modo de pensar y hacer se cumplirá lo que el ciudadano requiere y espera para mejorar su bienestar y oportunidades de desarrollo.
En la proximidad de este final de año se espera otro reforzamiento a la confianza en mejorar las expectativas económicas. El T-MEC ha librado todos los obstáculos para su aprobación. Este solo hecho inducirá modificaciones tanto en las conductas de los consumidores como, también, en la de los inversionistas. Las empresas ya establecidas, cuya mirada alerta estaba puesta en la continuidad de las relaciones comerciales entre los países del hemisferio norte, entrarán en un periodo de tranquilidad. Con toda seguridad, podrán renovar sus pretensiones, con claridad suficiente, por un mejor y efectivo ambiente para sus negocios. En suma, se termina un año de sobresaltos y cambios que han desmadejado el modelo anterior de acumulación desmedida en la punta de la pirámide a costa del empobrecimiento masivo de la base. El cúmulo de encontronazos con una realidad distinta, que pretende implantar un nuevo régimen recibirá, con lo sucedido en la energía y el tratado acordado, el bálsamo de mitigación y el recambio de fuerzas para empujar el crecimiento de una economía, por ahora estancada.

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