12/28/2019

El camino hacia un feminismo campesino

     

La Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo, CLOC/La Vía Campesina, que agrupa a centenares de miles de campesinas/os y trabajadoras/es del campo de 18 países la región, se ha destacado desde sus inicios por la participación protagónica de las mujeres. Varias de las propuestas centrales que impulsa la CLOC, como también La Vía Campesina mundial, han sido impulsadas con el liderazgo de las mujeres del campo, como es el caso de la soberanía alimentaria o la defensa de las semillas campesinas.

También, por supuesto, se ha venido defendiendo los derechos específicos de las mujeres del campo, por ejemplo, el derecho de acceso a la propiedad de la tierra (todavía discriminado o negado en varios países de la región), el acceso igualitario a puestos de dirección y decisión en sus organizaciones o la lucha contra la violencia contra las mujeres del campo, violencia que ocurre tanto en el espacio privado, como en el ámbito laboral o en situaciones de conflicto armado. Es más, han logrado conseguir que la CLOC –y buen número de sus organizaciones miembros–asuman estas luchas y causas como propias.

En la última década, la Articulación de Mujeres de la CLOC ha levantado el reto de dar un paso más: inscribirse en la lucha feminista, como propuesta de transformación de la sociedad, desde su identidad campesina. ALAI conversó al respecto con una de las jóvenes líderes de este movimiento, Iridiane Seibert, de la dirección del Movimiento de Mujeres Campesinas de Brasil y miembro de la Coordinadora de la Articulación de Mujeres Campesinas de la CLOC. Seibert nos explicó el proceso que llevó a esta decisión:

“Llevábamos mucho tiempo en la lucha de las mujeres, el espacio propio de las mujeres, la participación política, el tema de la violencia… pero siempre fue basado en la discusión de género y clase. Sin embargo, llegamos a un momento que veíamos que para avanzar en nuestra lucha y en nuestras proposiciones, era necesario un proceso de creación de una conciencia feminista en las mujeres del campo”. Así, identificaron que la lucha de las mujeres del campo es también una lucha feminista que “va desde las luchas en los territorios, desde los procesos de las organizaciones sociales del campo, en las comunidades indígenas, de pescadoras, de negras; y también, en nuestra identidad de mujeres productoras de alimentos, guardianes de semillas, productoras de conocimientos y de saberes”. A su vez, ella considera que: “nuestra lucha feminista aporta a la lucha de clases, a la lucha popular, por transformaciones profundas de la sociedad” y que es parte del proceso de construcción del socialismo.

En efecto, la dirigenta explica que la dirigencia de la CLOC tuvo un debate político muy profundo en 2009, en Cuba, donde se resolvió que la lucha de los movimientos del campo iba hacia el socialismo. “Nosotras las mujeres, en ese momento, nos reunimos y dijimos que también íbamos a generar una posición. Allí afirmamos que la lucha de la CLOC es la lucha por el socialismo, donde están también las mujeres. Desde ese momento, nació la consigna de que ‘sin feminismo no hay socialismo’, que hemos venido trayendo hasta ahora”. A posteriori, con debate político y procesos formativos, al llegar hasta la VI Asamblea de Mujeres, de junio 2019, pasaron a una consigna mucho más afirmativa: “con feminismo construimos el socialismo”.

Una perspectiva feminista propia

Al inicio, había cierta resistencia al tema del feminismo en las organizaciones, incluyendo las de las mujeres. “Nosotras mismas luchábamos por el campo, por la tierra, por la soberanía alimentaria, pero nunca asumimos la lucha feminista, nos veíamos muy lejos de ella. Entonces teníamos esa especie de confusión que hay en la sociedad de satanizar el feminismo; incluso en los espacios de izquierda y de movimientos populares se lo veía como una lucha que divide, que es muy específica, o también la mirada de una perspectiva feminista muy liberal, que aborda los derechos sexuales y reproductivos, que para las mujeres del campo, sí son temas necesarios; pero dentro de las diversas situaciones y problemáticas que viven, otras luchas son prioritarias”, precisa Iridiane.

Entonces ellas emprendieron procesos de estudio, de formación política, para entender las diferentes corrientes feministas: “desde los feminismos liberales, radicales, hacia los feminismos populares, socialistas, de clase, que aportan en el campo de la lucha popular y socialista, donde nos ubicamos nosotros”. Al entender esa diversidad, “desde nuestras perspectivas construimos una perspectiva feminista propia. Es una perspectiva que tiene identidad y lugar, pero que construye alianzas con otros procesos feministas, en particular lo popular, lo urbano”. La líder reconoce que hay resistencias todavía y que aún falta profundizar estas discusiones y hacerlas con respeto a la diversidad. “Por eso vamos construyendo de manera firme en nuestras posiciones, pero colectivamente”, precisó.

Seibert destaca que la CLOC tiene más de 25 años de organización de la lucha de las mujeres en el campo en América Latina, y que “nosotras somos parte integrante y protagónica en la construcción de todos los procesos colectivos en la CLOC”. En tal sentido, los logros y conquistas para la participación política de las mujeres van más allá del tema de la paridad; se trata más bien de “una participación donde nosotras las mujeres somos realmente parte de la decisión, parte de la construcción. Somos las que aportamos elementos muy importantes a los debates de la lucha campesina en América Latina y que hoy son parte de las luchas centrales dentro del movimiento campesino; no son solo luchas de las mujeres”.

Esta participación asume diferentes características, señala, ya que en la CLOC hay organizaciones autónomas de mujeres y organizaciones mixtas, pero su lucha va a la par. “Confluimos conjuntamente para apoyarnos. Hay que trabajar en las bases en los países, en las organizaciones mixtas, para asumir esa perspectiva feminista y el antipatriarcado, como un principio orgánico que hemos aportado a la CLOC. Y lo que esto significa en lo cotidiano y en las relaciones de poder en las organizaciones”. Pasa también por la formación, acotó.

Preguntamos cómo se da el diálogo y la conciliación de posiciones sobre feminismo campesino con las organizaciones indígenas, con respecto a su concepción de la dualidad y la complementariedad entre mujeres y hombres. Seibert reconoce el aporte de las compañeras indígenas que “siempre han traído esa perspectiva de la dualidad, que viene desde sus cosmovisiones y perspectiva de construir el buen vivir”. No obstante, señala: “nosotras creemos que una cosa es lo que pudieron haber sido las sociedades antes del colonialismo en el continente, donde hubo sociedades de iguales. Pero hoy, después de más de 500 años de colonialismo, de explotación, de capitalismo, es muy difícil que cualquier identidad se quede aislada de las relaciones que hacen parte de las estructuras sociales del capitalismo, y el patriarcado y el racismo”. Considera, entonces, que, a partir de la experiencia vivida, se puede rescatar los procesos de igualdad, de dualidad, de complementariedad de las sociedades anteriores. Toda vez, “en algunas comunidades donde se dice que hay igualdad, cuando se hace el trabajo con las mujeres, conociendo su vida, se comienza a oír que hoy hay violencia, que hay discriminación, que hay un lugar específico de las mujeres que no participan en la toma de decisiones. Entonces –añade– estos temas todavía forman parte de un proceso que está para profundizarse y para construir y dialogar. Todavía tenemos desafíos pero vamos avanzando y las mujeres indígenas son parte de este proceso de construcción popular”.

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