1/22/2020

La solución no pasa por reforzar la frontera



La caravana que está intentando pasar por la frontera sur muestra claramente que las personas migran por necesidad, ya sea violencia, inseguridad, pobreza, etcétera, y que en su desesperación están dispuestas a lo que sea. Reforzar la frontera para intentar bloquear la entrada de estas personas ha generado muy lamentables enfrentamientos que no dejan para nada bien parado al gobierno, y lo peor: no resuelve en absoluto el problema, todo lo contrario. Si bien podría pensarse que es una forma de desincentivar posibles flujos, la realidad es que las causas del fenómeno migratorio ahí están y en la medida en que no haya ni visos de cambio, y los países origen no se planteen la necesidad de cambiar sus políticas y las flagrantes desigualdades en la población, los éxodos seguirán.
El gobierno mexicano se encuentra atrapado entre un vecino que amenaza con aplicar aranceles de 5 por ciento a todas las mercancías del país, si no detiene a los migrantes que buscan llegar a Estados Unidos, y la presión de los migrantes centroamericanos y de otros países extracontinentales que no quieren quedarse en México, sino documentos de tránsito para alcanzar al vecino del norte. Y para colmo aceptó que Estados Unidos regresara a todos aquellos que esperan sus audiencias para continuar con el proceso de asilo, aunque algunos han aceptado buscar asilo y refugio en México. El gobierno mexicano se ha visto rebasado, no hay fondos suficientes para atender a aquellos que están a la espera de pasar los trámites. Si bien hasta ahora los migrantes apenas representan 0.5 por ciento del total de la población en México, cuando hay países como Suecia con 10 por ciento de migrantes, o el propio Estados Unidos, que alcanzan 14.5 por ciento.
Xenofobia y racismo se perciben en el país, por eso habría que recordarles a estos mexicanos que México ha sido considerado uno de los más importantes expulsores de migrantes en el mundo, y el flujo de indocumentados hacia Estados Unidos a partir de la firma del TLCAN alcanzó más de 6 millones de personas. Conocimos de viva voz las penurias y dramas que vivieron estos trabajadores al tener que cambiar un comportamiento circular, es decir, de ir y venir, cuando el vecino del norte puso en marcha un conjunto de programas para reforzar la frontera. La crisis de 2008 dio lugar a las gravísimas deportaciones de mexicanos, por ser indocumentados, a pesar de que podían probar haber trabajado y pagado impuestos ahí muchos años, pero nunca pudieron obtener los papeles que los podían sacar del limbo jurídico. El retorno no ha sido para nada terso para estos migrantes, prácticamente no hubo programas para su reincorporación y enfrentan enormes dificultades para encontrar trabajo. Otros se han mantenido en la frontera norte, esperando poder reunirse con sus familias, y hay que decir que sus vidas son verdaderamente dramáticas.
Por toda esta historia, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador intentó cambiar las condiciones para los migrantes que llegan a la frontera sur, dándoles el trato humanitario que se hubiera esperado tuvieran los propios connacionales, enarbolando los derechos humanos como eje de esa política. Pero las amenazas de Donald Trump obligaron a cambiar la estrategia, y para colmo 25 mil efectivos de la Guardia Nacional están al cuidado de las ­fronteras.
Resultado es que estas tragedias están beneficiando a Trump, en tanto que se está expandiendo la idea en el país vecino de que gracias a él se acabó la migración masiva en la frontera sur, se ha evitado que lleguen poblaciones no deseadas, ha sido todo un éxito. Lo que se puede esperar entonces es que Estados Unidos no sólo mantenga sino profundice su política antinmigrante y para colmo se ha dado cuenta de que las amenazas funcionan en su favor; son efectivas para sus propósitos.
¿Cómo evitar que este fenómeno que es ya insostenible se convierta en una verdadera catástrofe?
Una posible solución pasa por llevar a cabo de manera urgente una reunión de alto nivel en que se den cita los organismos internacionales (ONU, ACNUR, OIM, OIDH, Cepal, entre otros), los países centroamericanos, Estados Unidos y Canadá con una muy amplia participación de ONG defensoras de migrantes, en la que se busquen acuerdos que permitan transformar las condiciones de expulsión, se alcance el ansiado desarrollo para toda la región y de esta forma hacer realidad el derecho a migrar y el derecho a no migrar.

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