Francisco López Bárcenas

¿Por qué un proyecto de sentencia del máximo tribunal judicial de
nuestro país provocó tal rechazo? Es muy probable que la razón central
se encuentre en el hecho de que fueron los directamente afectados
quienes se dirigieron al ministro ponente, a los integrantes de la
segunda sala de la Suprema Corte Justicia de la Nación y al pueblo de
México para explicar las razones de su rechazo al proyecto de sentencia.
En cartas y videos –no podían hacerlo directamente por el confinamiento
a causa del coronavirus– expusieron las razones de su rechazo: los
daños que la minería provoca entre los pueblos y en el ambiente, así
como el nulo beneficio que aporta a la nación y a los pueblos indígenas.
Sus argumentos fueron apuntalados por juristas y una serie de
especialistas en derechos indígenas, ambientales y sociales hasta
generar una opinión social adversa al proyecto y el ministro ponente
prefirió retirarlo a pagar el costo político de mantenerlo y con base en
él se resolviera el amparo en revisión mencionado.
Para aquilatar la magnitud de la inconformidad hay que mirar lo que
está en juego. El amparo que el año pasado solicitaron varios pueblos
maseual que habitan la Sierra Norte de Puebla fue para que se anularan
las concesiones mineras otorgadas en su territorio sin consultarlos y se
declarara la inconstitucionalidad de varios artículos de la ley minera
porque facultan a las empresas a realizar actividades que violentan su
derecho al territorio. Lo primero ya fue resuelto positivamente por la
juez de distrito que conoció del asunto y ratificado por el tribunal
colegiado que conoció del recurso de revisión interpuesto por las firmas
beneficiarias de las concesiones y el subdirector del Registro Público
de Minería y la subdirectora general de Minas de la Secretaría de
Economía, lo que muestra –una vez mas– que en estos casos mineras y
gobierno litigan unidos contra los pueblos indígenas.
El derecho al territorio es, entonces, el eje de la disputa. Se trata
de un derecho estratégico para la existencia de los pueblos indígenas y
para que puedan construir una vida diferente a la que hasta ahora han
llevado, sometidos por los poderes económicos y políticos; pero no sólo
para ellos, sino también para el resto de la población, porque en sus
territorios se encuentra gran parte del capital natural de la nación y
ellos –gracias a la relación cultural y de sacralidad que mantienen con
ella– los conservan para beneficio de todos. Si podemos tener agua, aire
puro, captura de carbono, plantas comestibles y medicinales, evitar
fenómenos naturales como el aumento desmedido del clima o la disminución
de los huracanes, es por la relación de los pueblos mantienen con la
naturaleza. Pero todo eso está en peligro por la incursión de la minería
a cielo abierto que con tal de apropiarse del mineral no le importa
destruir estos preciados bienes. Eso es lo que se encuentra en juego.
Con el retiro del proyecto de sentencia del ministro Laynez Potisek
los pueblos y sus acompañantes dan un paso más en defensa de los
territorios indígenas, pero no han ganado la guerra. Es de esperarse que
en los próximos días se presente otro proyecto que, hipotéticamente,
sea diferente en sus argumentos pero con las mismas conclusiones, o
diferente en sus argumentos y en sus conclusiones, con base en el cual
los ministros y la ministra de la segunda sala de la Suprema Corte
habrán de tomar una determinación. No es un caso sencillo. Las empresas
mineras lo saben y presionan para defender sus privilegios, tanto que el
Presidente de la República acaba de declarar esenciales sus actividades
para que puedan iniciar operaciones aun en la pandemia del coronavirus.
Pero justo por eso la Suprema Corte debería hacer valer los
disposiciones de nuestro sistema jurídico y restituir el estado de
derecho.
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