Desde los yacimientos inagotables de sus egos Musk, y sus jaurías,
supura avaricia macabra desplegada en narrativas golpistas. Pero se les
olvida que hay la memoria colectiva, que no es sólo inventario de
recuerdos porque constituye un campo de batalla simbólica. Musk se
alimenta su lívido perversa con la idea de descargar una arremetida
descomunal de tergiversaciones y fake news para subordinar al pueblo de Venezuela a saqueos, petroleros principalmente, bajo la metodología de la inteligencia artificial
burguesa que ellos usan como arma de guerra. Esa avaricia de Musk se ha
exhibido como secreción de elíxires que embriaga a sus secuaces y
admiradores, tan criminales como él, impregnándolos con creencias o
fetiches que aparecen como fenómenos intelectuales propios, aunque
tengan sello de fábrica de laboratorios de guerra cognitiva.
Están gastando sumas obscenas para el golpe de Estado cuya verdadera
tarea es sustituir adueñarse de las riquezas naturales. Que el saqueo
golpista se presente seductor
con la oferta de maravillas libertarias
;
dejar sobre la mesa de nuestras realidades la muy amarga impotencia que
nos asalta ante los escaparates de la violencia imperial.
Musk puso la jeta
para liderar un delirio de las dictaduras que operan sus caldos ideológicos por dentro de las democracias
burguesas como tendencias sordas camufladas con votos. Ha logrado infiltrarse, con palabrería democrática
,
y todas las formas del engaño tecnológico en un terreno propagandístico
fértil para su irresponsabilidad rentable. Se trata también de un golpe
de Estado semántico orquestado por los ejércitos mediáticos oligarcas
que llaman democracia
a sus perversiones saqueadoras.
La concentración monopólica de la tecnología es una amenaza contra
las democracias. Y parece que nos acostumbramos, a costos incalculables,
a consumir mansamente, planificada y adictamente, todo cuanto nos
imponen los consorcios tecnológicos trasnacionales frecuentemente con
matriz en la industria bélica. Internet no nos dejará mentir, por
ejemplo. Transferimos al aparato empresarial bélico, bancario y
mediático –sin frenos y sin auditorías–, sumas ingentes. Entiéndase aquí
dependencia
en su sentido amplio que incluye las adicciones más variadas y las más novedosas
.
Adquirimos tecnología sin soberanía; no consolidamos nuestras fuerzas
de producción, no creamos una corriente internacionalista para una
tecnología emancipada y emancipadora; no creamos las usinas semióticas
para la emancipación y el ascenso de las conciencias hacia la praxis
transformadora; en la producción de tecnologías y no creamos un bastión
ético y moral para el control político del discurso y el gasto. No es
que falten talentos o expertos, no es que falte dinero ni que falten las
necesidades con sus escenarios. Hizo estragos, nuevamente, la crisis de
dirección política transformadora. Hablamos mucho, hicimos poco. Ni el Informe MacBride (1980) supimos escuchar y usar, como se debe.
Ese es el campo fértil en el que bichos como Musk se multiplican.
Estamos en medio del fuego cruzado entre tres guerras simultáneas: una
guerra económica desatada para dar otra vuelta de tuerca
contra
la clase trabajadora; una guerra territorial para asegurarse el control,
metro a metro, de los recursos naturales y contra las movilizaciones y
protestas sociales; y una guerra cognitivo-mediática para anestesiarnos y
criminalizar las luchas sociales y a sus líderes. Tres fuegos que
operan de manera combinada desde las mafias financieras globales, la
industria bélica y el reditado plan cóndor comunicacional
empecinado en silenciar a los pueblos.
En particular, la guerra cognitivo-mediática que se despliega en las redes sociales
como X
,
es extensión de la guerra económica imperial no se contenta con poner
su bota explotadora en el cuello de los pueblos, como si se tratara de
un triunfo moral de toda la humanidad operado desde las centrales
imperiales con ayudas vernáculas. Para eso ha servido el negocio de Musk
que nos impone adicciones inducidas para el consumismo de sus ideologías
.
Se trata de una doble articulación de la dependencia que supera a los
poderes nacionales (muchos no tributan, no respeta leyes y no respeta
identidades), mientras ofrece respaldo a operaciones locales en las que
se inclina la balanza del capital contra el trabajo.
Nuestra dependencia tecnológica en materia de comunicación es pasmosa
y muy peligrosa. Está a la vista el peligro enorme de estar expuestos a
sicópatas magnates dueños de la comunicación mercantil planetaria, como
Musk. Y, no obstante, contra todas las dificultades y no pocos
pronósticos pesimistas, los pueblos luchan desde frentes muy diversos y
en condiciones asimétricas. Con experiencias victoriosas, en más de un
sentido, pero es necesaria una revisión autocrítica de urgencia mayor.
Esclarecidos en la batalla mediática, hasta en lo que ni imaginamos,
vamos con nuestras prácticas comunicacionales
combatiendo manías y
vicios burgueses a granel. Luchamos y resistimos la andanada descomunal
de ilusionismo, fetichismo y mercantilismo con que nos zarandea
diariamente la ideología de la clase dominante, que ha hipnotizado a
muchos y los ha convertido en loros capaces de repetir, con felicidad,
modelos hegemónicos. Es vital ponernos a salvo todos. Los enemigos de
los pueblos están mostrando sus rostros y sus armas. Lo diremos también
en X
.
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