4/03/2025

Liberation Day

 sinembargo.mx

Fabrizio Mejía Madrid

Para Trump, EU ha estado sentado ahí, mientras fue abusado ---utilizó la palabra “violado”--- por todos pero ahora llegó la hora de responder. Por eso le llamó “liberación” a un día que, por otra parte, inaugura un momento de mayor inflación, guerras comerciales, disminución de la producción global, y con mayor incertidumbre sobre el futuro que nos espera.

Cuando las bolsas de valores ya habían cerrado, Donald Trump hizo su anuncio de un impuesto base del 10 por ciento al resto del mundo que, en los hechos, cambian el tipo de neoliberalismo estadunidense de las últimas cuatro décadas. Lo cambian en al menos tres formas. De eso trata esta columna. De cómo el neoliberalismo de Trump es una nueva modalidad del caos.

Antes de comenzar quisiera decir algo sobre la forma en que se dieron éstas tarifas a la importación de productos. Fue con un ultimátum que fue cambiando de fecha y que hizo como una anticipación del inicio de una nueva temporada de una serie por televisión. En cuanto se iba acercando el día del anunico, se iban generando respuestas, reacciones, intercambios de insultos, y hasta la postura de México y Gran Bretaña que fue la de esperar. Como el propio Trump, el anuncio de hoy fue un ejercicio de marketing donde el producto que se vende es el mercado de consumo estadunidense y el anfitrión es el señor de The Apprentice. Lo vendió como una fecha, como cuando George Bush contaba los días en la televisión para iniciar el bombardeo sobre el Bagdad gobernado por Saddam Hussein en la Primera Guerra del Golfo.

Pero veamos los cambios en el neoliberalimso estadunidense que esta anuncio implica. El primero es que deja de ser libre cambista, es decir, que deja de ser el mercado el que fija quién se lleva qué y quién pierde tal otra cosa. Trump ha repetido que la diferencia entre lo que EU vende y lo que compra es un “saqueo”, es decir, que ve como ladrones a quienes le venden cosas. Así que Trump hace que intervenga el Estado para ajustar eso que el neoliberalismo había hecho un dogma de fe: que el mercado era lo único que se autoregulaba. A partir de ahora, el Estado estadunidense interviene el mercado imponiendo impuestos a la importación de ciertas mercancías. Se termina el mito de la autoregulación de los mercados y el libre intercambio de cosas. Esto, por cierto, jamás fue real: EU seguía subsidiando a su agricultura mientras le exigía a los demás que la desregularan, que no impusiera precios de garantía o topes a lo que los consumidores pagaban por un alimento porque eso era ---así decían--- vil “socialismo”. Cualquier planeación desde el Estado era considerada comunismo y la desregulación fue, en los años de Reagan, Thatcher y, acá Salinas de Gortari y Zedillo, casi un mandamiento divino. Ahora, Trump borra ese dogma que EU violó cada vez que quiso. De hecho, en su discurso habló pestes del TLC que firmaran Salinas y Bush en 1994. Aseguró que se habían ido 90 mil fábricas y que se habían perdido cinco millones de empleos. Que EU había terminando por pagar nueve mil billones de dólares. Quién sabe cómo es su cálculo, pero lo dijo: el TLC era el peor firmado en la historia de la Humanidad. Así de exagerado.

El segundo cambio al neoliberalismo es que deja de ser global, es decir, planetario. El regreso de las naciones como beneficiarias de las políticas económicas da al traste con ese otro dogma neoliberal: que lo moderno era exportar a todos lados, comprarle a todos los demás lo que a ti te salía más caro producir. Otra vez la prioridad al precio como esa voz que sale de la caja negra del libre mercado. Eso fue lo que le llevó a un alumno de Milton Friedman llamado Gary Becker a decir en 1985: “La mejor política industrial es la que no existe”. Esta puerilidad sería reproducida como gran enseñanza por el Secretario de Comercio de Salinas de Gortari, Jaime Serra Puche en 1993. Hay que decir que quien acuñó la frase, Becker, también sostuvo que las diferencias biológicas entre hombres y mujeres hacían de éstas un capital que debería especializarse en lo doméstico. También redujo a la familia a una fábrica y sostuvo hasta su muerte que el cuidado del medio ambiente nos hacía menos competitivos. Le dieron el Nobel de Economía en 1992 y George W. Bush le entregó la Medalla de la Libertad en 2007. Ahora, tantos años después, el neoliberalismo de Trump ya no es global: se queja de las instancias internacionales, como el Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud y ha amenazado con salirse de la Organización Mundial de Comercio como de la OTAN, aunque no lo ha hecho.

 También habló pestes de la Corte Penal Internacional. Pero Trump también se queja de la Unión Europea que dice que fue hecha con el objetivo de “dañar” a los EU. Y, por supuesto, ha torpedeado la permanencia del Tratado de Libre Comercio entre México, Canadá y los EU. Lo que parece ocurrir ahora es que llega a la Presidencia de los EU una élite que no es solamente la financiera que, desde siempre, ha sido globalista, porque lo que vende ---el dinero--- se puede mover por todo el planeta con un botón de la computadora. Es una élite rentista, es decir, vive de alquilar desde inteligencia artificial, sistemas de vigilancia, concentradores de datos personales hasta los que se dedican a ganar dinero de arrendar las plataformas, como Amazon, las redes, y Google. Esos rentistas que son ya el Gobierno de EU se alían con personajes como Trump que vive de la mercadotecnia de sí mismo. Trump es una marca. Se eligió a una marca registrada como Presidente de la principal potencia militar. Eso hace toda la diferencia a la hora de regresar a la Nación como una encarnación de la élite rentista que quiere defenderse de las demás, la europea o la asiática. Por lo tanto, aunque se diga que lo nacional es para defender a los trabajadores provocando, según el plan de Trump, que las fábricas regresen de México y China hacia los EU, en realidad, está defendiendo a sus rentistas que ganan por monopolizar lo digital. 

La globalidad permitida, entonces, no son las mercancías de los demás, por supuesto, mucho menos la mano de obra de los demás, sino las plataformas y las aplicaciones monopolizadas por EU. Lo demás será lo nacional visto como lo hace la derecha: protección de las fronteras, expulsión de inmigrantes, expansión territorial a partir de una Ley de seguridad nacional que viene del siglo XIX, cuando EU se quedó con Filipinas, Hawaii, y Cuba. El mismo Trump ha dicho que el único Presidente que quiere emular es a William McKinley, que fue un expansionista y un creyente en los aranceles a los productos del exterior. Ese es el héroe de Trump. Gobernó en el primer año del siglo XX, cuando el capitalismo era mecánico. Ahora es digital y rentista pero a Trump le da igual. Vamos a ver si al capitalismo también le da igual. Los más afectados por las tarifas del 10 por ciento sobre el resto de las que ya existían son los países asiáticos, China, Vietnam, la India, Bangladesh, Taiwán, Tailandia. Por ello es de esperar que la guerra comercial sea entre EU y Asia, es decir, no tanto un regreso a naciones sino a regiones, como lo venía planteando López Obrador desde 2018.

---La tercera forma en que cambia el neoliberalismo estadunidense el día de hoy, el Día de la Liberación, es que es instantáneo y ya no requiere de un plan. Este es un cambio en toda la cultura que ha venido con lo simultáneo de la comunicación, con el streaming, el pague con un click, el on demand, la satisfacción inmediata. Sobre esta cultura hay mucho más qué decir. Está basada en la falta de mediaciones. Lo que esto quiere decir es que entre una necesidad o deseo y su mercancía que le da momentáneamente satisfacción no hay más que un código secreto de una aplicación. La sensación de inmediatez provoca varias cosas. Una, es que todo va pareciendo más o menos chato, ya no hay expectativa de la llegada de la cosa o el mensaje. La espera se vuelve impaciencia y hasta frustración. La depresión y la ansiedad han empezado a dominar nuestras coordenadas mentales en casi todo el mundo. 

La otra situación que provoca la sensación de inmediatez es que el lenguaje, las formas simbólicas empiezan a desaparecer a favor de lo literal, lo redundante, y la crueldad. No hay forma de ser más directo que la repetición que, en el caso de Trump, es casi una parte de su marca: la grandilocuencia donde todo es lo más importante, lo más grande, lo que nadie ha visto. Dice de los aranceles: “Ingresará tanto dinero por las tarifas que la gente no va a saber ni qué hacer con tanto”. Una especie de El Dorado en versión reality show. Lo repite y, con ello, le da carácter de realidad. De este anuncio de imponer un impuesto de 10 por ciento a las importaciones Trump, fiel a su exageración, a su retórica hiperbólica, donde todo es lo más grande que ha existido dijo: “Será un día que, con suerte, recordarán en los próximos años y dirán: "Saben, tenía razón. Este ha sido uno de los días más importantes en la historia de nuestro país"

Luego está el asunto de la crueldad como vía instantánea a la autenticidad. Hablar con la verdad es no tener filtro para la crueldad, para humillar, poner motes, insultar la dignidad de los vecinos diciendo que deberían de ser un estado más de la Unión Americana o, como con Groenlandia y Panamá, dejarse anexar. La crudeza en el lenguaje se confunde con la verdad y se establece un estilo de política internacional del nuevo neoliberalismo de Trump: se habla para doblegar al oponente, para dejarlo sin posibilidad de respuesta, se gana en cunato se humilla más al otro, tal como sucede en esas pseudo discusiones por la red X de Elon Musk.

Veamos algunas hiperboles de Trump: “Este es el día del renacimiento de la industria, de reclamar nuestro destino, de hacer a EU rico otra vez. Es nuestra declaración de independencia económica. Es nuestro turno de prosperar. Reducir los impuestos y pagar la deuda muy rápido. Las fábricas y los empleos volverán por millones. Y siguió:“Impulsaremos nuestra base industrial nacional, abriremos mercados extranjeros y derribaremos barreras comerciales. Y, en última instancia, una mayor producción nacional se traducirá en una mayor competencia y precios más bajos para los consumidores… Nos recuperaremos con mucha fuerza”. Y siguió y siguió hablando de una idea bastante vaga en la que EU se supone que pagaba el déficit comercial con Canadá y México. Es vaga porque un déficit comercial es sólo lo que vendes y compras, no estás subsidiando a otro país sino comprándole algo que tú no produces o no produces tan barato.

Al final, Trump ha roto el paradigma del neoliberalismo estadunidense como lo conocíamos: sin regulación del Estado, planetario, y con un plan que siempre nos sorprendía a mediano plazo. Ahora se trata de un esquema inmediato, con la participación de un Estado que no cree en sí mismo, que se sigue lamentando de su ineficiencia y corrupción y que es despreciable desde el punto de vista de los magnates y con una idea de las regiones comerciales del mundo en que todas son más o menos ladronas, ventajistas, y aprovechadas. Para Trump EU ha estado sentado ahí, mientras fue abusado ---utilizó la palabra “violado”--- por todos pero ahora llegó la hora de responder. Por eso le llamó “liberación” a un día que, por otra parte, inaugura un momento de mayor inflación, guerras comerciales, disminución de la producción global, y con mayor incertidumbre sobre el futuro que nos espera.

Fabrizio Mejía Madrid

Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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