5/20/2010

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Foro de la Cineteca

Un profeta

Carlos Bonfil
Foto
Fotograma de la cinta de Jacques Audiard, en el que aparece Niels Arestrup


Jacques Audiard, hijo del prolífico y desigual realizador de thrillers y comedias comerciales Michel Audiard, es actualmente uno de los mejores cineastas en Francia. Su apuesta formal es atractiva; su elección de temas, novedosa y en ocasiones perturbadora.

Desde Mira los hombres caer (1994) hasta El latido de mi corazón (2005), su aproximación a un drama de suspenso, marcadamente sicológico, favorece la ambigüedad y gran variedad de lecturas. Una constante narrativa es la construcción de un protagonista enigmático, atrapado en situaciones desfavorables (Un héroe muy discreto, 1996), o en complejas relaciones afectivas (Lee mis labios, 2001) de las que consigue liberarse con soltura y astucia, manteniendo un perfil engañosamente bajo. En Un profeta, su cinta más reciente, este arte de la simulación alcanza un nivel de maestría.

Malik (Tahar Rahim), joven analfabeto de 19 años, francés de origen árabe, es condenado a seis años de cárcel por agredir a un policía. En poco tiempo la mafia corsa en el penal le encomienda matar a un prisionero incómodo. Sorprendido por su diligencia, el capo local César Luciani (Niels Arestrup) lo toma bajo su protección y le asigna tareas nuevas, algunas humillantes, sin imaginar hasta qué punto el protegido es capaz de revertir la relación inicial de amo y esclavo.

Una novedad en el tratamiento de Audiard es su capacidad de enriquecer su propuesta realista haciendo intervenir algún elemento fantástico (el reo ajusticiado, vuelto sorpresivamente fantasma protector de su asesino), o haciendo de Malik un hombre autodidacta y políglota, capaz de asimilar paralelamente el saber académico y los códigos de la criminalidad hasta transformarlo en un ser moralmente inasible, tan próximo a la respetabilidad social como al perfeccionamiento como delincuente mayor.

Este profeta laico es a la vez símbolo o emblema de una modernidad y un orden social que ha sabido difuminar convenientemente las divisiones entre corrupción y éxito profesional. El antiguo héroe discreto se ha vuelto un delincuente triunfal que aspira al reconocimiento mediático y que a menudo lo consigue: una figura inmoral disfrazada de profeta.

Un profeta remplaza en el Foro a Mujeres sin hombres, de la iraní Shirin Neshat, cinta que tuvo que ser cancelada de último momento.

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