9/17/2012

El papel que han jugado Los Chuchos para hacer fracasar los avances de la democracia


El papel que han jugado Los Chuchos para hacer fracasar los avances de la  democracia
Seguramente se quedarían solos una vez que los militantes con un mínimo de cordura y dignidad decidieran actuar correctamente.

Con sus declaraciones, los dirigentes del Consejo Coordinador Empresarial (CEE), y de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), Gerardo Gutiérrez Candiani y Alberto Espinosa Desigaud, respecto de que el PRD es “la izquierda moderna que la iniciativa privada estaba esperando”, queda muy claro el papel que infortunadamente ha jugado ese partido, al quedar en manos de Los Chuchos, para hacer fracasar los avances de la democracia en el país.
         
Ambos dirigentes empresariales coincidieron en calificar de “gente moderna y abierta” a los legisladores perredistas con quienes tuvieron una reunión en la que estos se comprometieron a “hacer su tarea”, a fin de aprobar una reforma laboral “a favor de México”. Como la oligarquía considera que sólo sus miembros representan al país, entonces lo que podemos esperar es que se hayan comprometido en realidad a secundar los esfuerzos del PRI y del PAN para sacar adelante la iniciativa de Felipe Calderón que garantizaría la total pérdida de derechos de los trabajadores.
         
Ni que decir que es muy lamentable el papel de comparsa que le fue asignado a la “izquierda moderna” representada por Los Chuchos, quienes al parecer no entienden que saldrían ganando más si tuvieran vergüenza y visión de largo plazo, como lo demandan las circunstancias. Sumarse al binomio derechista en un asunto de tanta trascendencia, será la sepultura de tal corriente “moderna y abierta”, lo que a final de cuentas apuntalaría la posibilidad de crear una auténtica corriente de izquierda.
         
En este momento, la elite empresarial demanda la aprobación de las “reformas estructurales” antidemocráticas, pero una vez alcanzada esa meta buscaría avanzar todavía más hacia el objetivo de liquidar toda sombra de oposición a sus designios de control pleno del Estado mexicano. Entonces, los primeros estorbos serian los miembros de la “izquierda moderna”, no tanto por no ser confiables, sino porque ya no serían útiles, y como en los tiempos de ascenso de Hitler al poder, serían desaparecidos sin contemplaciones.
         
Como el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, no es político sino un empleado de lujo de la oligarquía, no se anduvo con rodeos y apuntó los objetivos que se buscan con la reforma laboral: quitar a los patrones todo tipo de compromisos con la clase trabajadora, despojar a ésta de todos sus derechos y dejarla en calidad de esclava y a expensas de los caprichos de los empleadores. Según él porque sólo así sería posible crear los suficientes empleos y hacer más competitivo al país. Sería una contradicción que aun la “izquierda” de gente “moderna y abierta”, se prestara a legalizar medidas que acabarían con las garantías individuales de millones de mexicanos.
         
En una “conferencia magistral” en el Centro de Investigación para el Desarrollo, AC, Carstens repitió los mismos argumentos que hemos venido escuchando desde hace tres décadas, sin que en los hechos se haya cumplido uno solo de sus objetivos que se persiguen con las famosas “reformas estructurales”. El Estado fue desmantelado casi en su totalidad, sin que por ello la sociedad haya obtenido un mínimo beneficio. ¿Acaso los asalariados no han perdido cerca de 300 por ciento de su poder adquisitivo en dicho lapso, 80 por ciento en los pasados doce años?
         
Sin embargo, Carstens sigue diciendo que con las reformas estructurales, se podría orientar el gasto público “hacia fines más productivos”; se podría incrementar la competencia en los mercados; se aseguraría “una estructura de incentivos conducente a incrementar la productividad y la generación de valor agregado”.  Treinta años prometiendo lo mismo, sin que haya habido un solo avance en esa dirección, pero sí en lo que respecta al empobrecimiento de las clases mayoritarias, a la entrega de las riquezas nacionales a la oligarquía nacional e internacional, al envilecimiento de la clase política.
         
Sin embargo, los oligarcas no están satisfechos y quieren establecer una “gerencia general” libre de ataduras institucionales, a la cual dar instrucciones que nadie pueda poner trabas. De ahí su satisfacción por contar ya con “la izquierda moderna que estaban esperando”. Aunque como se rebasaron todos los límites de la sensatez, como se advierte con el empoderamiento del grupo salinista que sentó las bases del régimen fascista que ahora llega de nuevo a Los Pinos, sería muy difícil que Los Chuchos siguieran actuando como comparsas de la derecha sin pagar las consecuencias, debido al imperativo de enfrentar los daños al país del modelo antidemocrático vigente.
         
Seguramente se quedarían solos una vez que los militantes con un mínimo de cordura y dignidad decidieran actuar correctamente. Entonces no sería razonable que las víctimas de las “reformas estructurales” siguieran apoyando a sus verdugos. Históricamente está demostrado que siempre se llega a un límite que no es posible rebasar sin pagar costos muy altos.
Guillermo Fabela - Opinión EMET

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