Arnaldo Córdova
Desde el principio pudo verse que priístas y panistas compartían el mismo designio: abrir Pemex a la iniciativa privada para que ésta se encargara del desarrollo de la industria petrolera y la empresa nacional dejara de ser una carga para el Estado. En la imagen, los dirigentes nacionales del PRI, César Camacho, y del PAN, Gustavo Madero, en conferencia de prensa al término de una reunión del Pacto por México, en mayo pasadoFoto María Meléndrez Parada
Que
el PRI y el PAN han estado negociando el destino que tendrá la reforma
energética es un secreto a voces. Desde el principio pudo verse que
compartían el mismo designio: abrir Pemex a la iniciativa privada para
que ésta se encargara del desarrollo de la industria petrolera y la
empresa nacional dejara de ser una carga para el Estado. Sus
perspectivas variaban, como es natural: los priístas querían una
apertura gradual; los panistas querían que todo se resolviera en un
solo acto. Lo que no se ha ventilado públicamente es qué tipo de
acuerdos son los que se están alcanzando por parte de los dos partidos
derechistas.
El pasado miércoles, The Wall Street Journal hizo públicos
algunos de esos acuerdos hasta ahora en secreto. El diario informó que
“altos representantes del gobierno y miembros importantes del PAN se
encuentran en negociaciones avanzadas para sellar un acuerdo que
permitiría al Estado mexicano compartir la producción petrolera, así
como conceder contratos de licencia diseñados para acceder a
depósitos de gas esquisto y crudo en aguas profundas, según tres
personas que participan en las conversaciones, si bien advirtieron que
sigue habiendo obstáculos en el camino” ( La Jornada, 7/11/2013, subrayado mío).
Qué podrán ser o en qué podrán consistir esos contratos de licencia, finalmente se aclara en la información proporcionada. No parecen tener sólo que ver con los llamados
contratos de ganancias compartidasde la propuesta de Peña Nieto, y llegan a parecerse más a lo que los panistas identifican como
concesiones. En derecho internacional, una
licenciase acerca a lo que es una
concesión, y es de suponer que una vez aprobada la reforma no haya dificultad alguna para identificarlas.
En todo caso, según la información del Journal, no se
trataría de un tipo unívoco de contratos, sino de varios tipos, uno de
los cuales podrían ser los contratos propuestos por Peña Nieto y se
referirían a la explotación en campos petroleros de bajo riesgo (lo que
quiere decir que se incluirían los campos convencionales que la
iniciativa del gobierno reserva para Pemex); esos contratos, como se
recordará, sólo se refieren a ganancias y no a producción. Se
compartirían los beneficios y los riesgos, pero nada más.
Según esto, habría un segundo tipo de contratos que, ahora sí,
estarían dirigidos a compartir la producción. Queda claro que por medio
de este tipo de contratos no se compartirían las ganancias, sino que
habría una distribución del crudo entre el Estado y las empresas
privadas favorecidas por los contratos. Aquí, según el diario
neoyorquino, se trataría exclusivamente de campos de alto riesgo o de
los llamados no convencionales, en aguas profundas. En todo caso, el
objetivo es compartir la producción de crudo.
Hay, empero, un tercer tipo de contratos de licencia que estarían
dirigidos a los campos de aguas profundas e incluiría también la
explotación del gas esquisto. Aquí se trata de una auténtica concesión
porque no se comparte nada, ni ganancias ni producción. A la empresa
contratante se le autoriza llevar a cabo todos los procesos de
explotación, prácticamente sin la intervención de Pemex. Por su cuenta
y riesgo, se haría cargo de todo el proceso y, al final, controlaría el
petróleo sin otra obligación que pagar regalías e impuestos. Es lo más
cercano a la propuesta del PAN.
Que la negociación está en curso, nadie lo puede dudar; además, los
mismos priístas han aclarado que se está negociando. Según el curso de
ese arreglo, lo que de verdad está pasando es que el PRI se está
olvidando de su propuesta original para adoptar como propia la del PAN.
Si esa diferenciación de los contratos
de licenciaque revela el periódico estadunidense es cierta, puede afirmarse, sin lugar a dudas, que la propuesta del gobierno es ya la misma que la del PAN y que, finalmente, tendremos de nuevo la figura de la concesión que es tan cara a los blanquiazules.
Que
los priístas están doblando las manos, parece más que evidente. Justo
el mismo miércoles pasado, David Penchyna, presidente de la Comisión de
Energía del Senado, declaró que, en aras de alcanzar un acuerdo con el
PAN para aprobar la reforma, el gobierno y su partido están dispuestos
a que la propuesta sea modificada y, entre otras cosas, reveló que la
iniciativa panista de la producción compartida está en la mesa y el PRI
no le hace el feo. Nada dijo del tercer tipo de contratos que salió a
relucir en la información del Journal.
Para mayores aclaraciones, Penchyna afirmó: “Somos conscientes y
sabemos muy bien que nuestra iniciativa, tal como fue planteada, es
imposible que salga por sí sola, igual que las de PAN y PRD… la
negociación implica aceptar cambios. Ninguna fuerza política por sí
sola puede aprobar reformas, y mucho menos constitucionales, porque
ninguna fuerza tiene una representación de mayoría relativa [sic]” ( Reforma, 7/11/2013).
Hay que agradecer a los priístas que, por lo menos, se hayan vuelto más
modestos y humildes. El que parece no aprender es su líder, César
Camacho, tan servil del presidente como siempre.
En su peculiar estilo, Camacho rechazó, contra toda evidencia, que
exista una negociación entre el gobierno federal y el PAN para
compartir la producción de hidrocarburos con petroleras privadas. “El
planteamiento –dijo– es el mismo que presentó el presidente Enrique
Peña Nieto y que de origen hemos difundido… No hay letra chiquita ni
nada porque la letra es del mismo tamaño. Hemos mantenido este diálogo
no sólo con el PAN, sino con todas las fuerzas políticas” (misma
fuente). Si estamos a su dicho, nada hay de nuevo y Peña Nieto sostiene
su propuesta. Eso, sin embargo, ya nadie lo cree.
Por lo que puede verse, tenemos ya una idea más fina de lo que
significa la reforma energética y de los objetivos e instrumentos que
le son esenciales: se reformarán los artículos 27, para eliminar la
prohibición de los contratos, y 28, para eliminar el concepto de
sectores estratégicos de la economía. El objetivo central eran y siguen
siendo los contratos, hasta hace poco denominados en la iniciativa de
Peña Nieto como contratos de ganancias y riesgos compartidos. Ahora
diversificados en tres categorías: 1) contratos de ganancias
compartidas; 2) contratos de producción compartida, y, 3) contratos de
cesión del proceso productivo y comercial a los privados, equivalente
en todo a la concesión y por la que los empresarios sólo pagarán
regalías e impuestos.
Priístas y panistas, finalmente, vuelven a encontrarse: la derecha
en pleno en el asalto a la nación. La información del periódico
estadunidense consigna también que las propuestas finales, ya con el
acuerdo de priístas y panistas, estarán listas para fines de noviembre.
Eso quiere decir que se está trabajando a marchas forzadas y que ya ni
hacen falta distractores en torno al sentido y al significado de la
reforma. Las decisiones, al parecer, ya están tomadas. Sólo queda
esperar que la sociedad organizada sea lo suficientemente fuerte para
parar el golpe.
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