9/21/2016

La guerra negra


CIUDAD DE MÉXICO (apro).- El lunes 26 de septiembre se cumplen dos años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en la ciudad de Iguala a manos de policías y narcotraficantes. Este hecho marcó el declive que hoy registramos del gobierno de Enrique Peña Nieto que ha mostrado el desinterés y la ausencia de una política efectiva de seguridad pública, justicia y protección de los derechos humanos.
Pero la desaparición de los jóvenes también expuso la cara más terrible de lo que podríamos llamar la “guerra negra” que ha cobrado la vida de miles de ciudadanos atrapados en el combate contra el narcotráfico.
A diferencia de la “guerra sucia” de los años 70 del siglo XX que el estado mexicano desplegó contra los grupos disidentes y guerrilleros, generando la desaparición de mil 500 personas durante una década, la que podríamos llamar “guerra negra” ha provocado una herida más profunda en la sociedad mexicana por la violencia extrema y absurda que ejercen los perpetradores que, lo mismo forman parte de las filas del crimen organizado que de las agrupaciones policiacas, militares y del gobiernos en sus tres niveles federal, estatal y municipal.
Ayotzinapa es el caso más emblemático de esta “guerra negra”, donde ha habido miles de cuerpos ejecutados, mutilados, torturados, incinerados, disueltos en ácido o colgados en los caminos. Se trata de una guerra no convencional donde los desaparecidos se cuentan por miles, lo mismo que las familias desplazadas de sus lugares de origen convertidos en infiernos por sicarios salvajes que divagan por los caminos marcando sus territorios a base de terror y violencia.
A dos años de la desaparición de los estudiantes de la escuela rural de Ayotzinapa, el caso es un expediente abierto pues las indagaciones del gobierno federal, que acusan la incineración de los jóvenes por manos criminales, siguen siendo insatisfactorias para los familiares que han perdido la confianza en las autoridades mexicanas, no así en el grupo de expertos de varios países que señalaron la posibilidad de participación de militares en la ocultación de los jóvenes en el cuartel de Iguala.
La “guerra negra” es más violenta, sangrienta y terrorífica que la llamada “guerra sucia”. Si en esta última el Estado mexicano usó prácticas de espionaje, persecución, detención y desaparición de líderes sociales generando un clima social de miedo, ahora en la “guerra negra” algunos de los integrantes del propio Estado, coludidos con el crimen organizado, usan no sólo estas prácticas, sino otras más que han desarrollado para crear un imperio de terror.
Las historias que se han generado desde hace dos años con la desaparición de los estudiantes normalistas son ejemplo de lo que ocurre en el escenario infernal de la “guerra negra”.
La sola idea de que la policía municipal entregó a los jóvenes a una banda de criminales que los torturó hasta matarlos para luego incinerarlos, describe una escena dantesca inimaginable, como lo es también la otra posibilidad de que fueron llevados al cuartel militar para desaparecerlos en los incineradores que ahí tienen o la idea de que se los llevaron a trabajar como esclavos en alguna zona de cultivo de amapola de la sierra guerrerense.
En la historia contemporánea del país, estos años de “guerra negra” –que empezó con Felipe Calderón y continúa con Enrique Peña Nieto–, serán recordados por los graves niveles de violencia, por las historias de terror y horror que han vivido pueblos enteros sometidos bajo el yugo de delincuentes y funcionarios fundidos en un solo cuerpo: el crimen institucionalizado.

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