11/07/2016

Sucesión pactada



John M. Ackerman
La Jornada 
En una reunión casi secreta la semana pasada, en las instalaciones del ITAM, Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón sellaron su pacto de impunidad y complicidad transexenal. Con Miguel Ángel Mancera, Aurelio Nuño, Carlos Slim, Alberto Bailleres, Enrique Ochoa, Francisco Gil Díaz, Pedro Aspe y José Antonio Meade como testigos de deshonor, el Presidente más repudiado de la historia reciente entregó el premio Carrera al Universo a quien hundió el país en un baño de sangre durante su sexenio. Entre aplausos y ¡vivas! de los presentes, los dos políticos prometieron cuidarse las espaldas mutuamente y asegurar una tersa alternancia entre los mismos de siempre en las elecciones presidenciales de 2018.
Este encuentro tuvo muchas similitudes con la ceremonia luctuosa que organizó Calderón el día después de la muerte del ex presidente Miguel de la Madrid en plena campaña presidencial de 2012. En un acto inédito, el presidente panista abrió las puertas de Palacio Nacional aquel 2 de abril para rendir un homenaje de Estado al ex presidente priísta. Acudió el mismo Carlos Salinas de la mano de Peña Nieto, Luis Videgaray, Osorio Chong, Emilio Gamboa y Pedro Joaquín Coldwell, entre otros representantes de la nomenclatura del viejo partido de Estado. Los líderes priístas y panistas, supuestamente aguerridos contrincantes en el proceso electoral en curso, se mezclaban tranquilamente con la certeza de que todos compartían el mismo proyecto de continuidad oligárquica.
El periodista José Gil Olmos resumió bien el carácter de aquel encuentro al compararlo con las ceremonias que organizan los integrantes de la mafia italiana cuando fallece uno de sus líderes. “Muerte y renacimiento del poder, pacto y continuación del mismo modelo político y económico, perdón y olvido de los errores cometidos…El gobierno panista se rindió ante el grupo del PRI que se apresta a tomar las riendas de la Presidencia.”
Hoy se repite el mismo escenario. Tal como ha documentado Álvaro Delgado en su libro El amasiato: el pacto secreto Peña-Calderón y otras traiciones panistas, Peña Nieto ya se apresta a devolver el favor a Calderón por haberlo apoyado con su victoria en 2012. Así como Calderón abandonó a la candidata de su partido, Josefina Vázquez Mota, para permitir la llegada a Los Pinos del representante del grupo Atlacomulco, hoy Peña Nieto aparentemente ha decidido también abandonar a los candidatos de su partido para respaldar a la esposa de Calderón, Margarita Zavala, como la candidata de la continuidad oligárquica.
Zavala no solamente sería la candidata de Peña Nieto, sino también de Washington. Apenas tres días después de la ceremonia en el ITAM, la sobrina de Margarita, la senadora Mariana Gómez del Campo, organizó uno de los espectáculos más vergonzosos que ha vivido el Senado de la República en su historia. Al llegar a su curul el viernes pasado, sacó de su mochila y repartió entre sus colegas camisetas decoradas con la bandera de Estados Unidos y el nombre de Hillary Clinton. Se acercaron emocionados sus amigos del Pacto por México, la priísta Hilda Flores y los perredistas Zoé Robledo y Dolores Padierna, y juntos se retrataron en poses variadas y con acompañantes diversos, incluyendo Emilio Gamboa y Javier Lozano.
Todo ello desde la sede del órgano del Estado responsable de vigilar las relaciones internacionales y defender la soberanía del Estado mexicano. Padierna incluso subió a la tribuna con su camiseta bien puesta para presumir a todo México la vergüenza en que se ha convertido el otrora partido de izquierda llamado PRD.
Este ilegal y anticonstitucional acto de campaña que organizó Mariana para Hillary en la sede senatorial evidentemente no conseguirá un solo voto para la esposa de Bill. Su propósito fue otro. Se buscó demostrar a Clinton que la esposa de Felipe es y será siempre una fiel sirviente al imperio y así conseguir el apoyo político y económico de Washington para Zavala en 2018.
Esta utilización de un poder del Estado para un acto de proselitismo en favor de un candidato extranjero no es menos reprobable que la recepción de Estado que organizó Peña Nieto para Donald Trump a finales de agosto. Los dos eventos evidencian el mismo servilismo malinchista y falta de dignidad republicana que caracteriza a toda la clase política del país.
Afortunadamente, en México tenemos un sistema político más dinámico y una cultura política más sofisticada que en Estados Unidos. En 2018 nuestro Trump (Peña Nieto-Salinas) y nuestro Clinton (Calderón-Zavala) no serán las únicas opciones, sino habrá un abanico más amplio, incluyendo a alguien con impecables credenciales de dignidad republicana como López Obrador.
Lo verdaderamente importante no es si el fascista o la asesina llega a la Casa Blanca este martes, sino si en México seremos capaces de romper simultáneamente con el pacto de impunidad mafiosa, sellado con sangre en el ITAM, como con el servilismo imperial, evidenciado en el Senado, para colocar una persona honesta y respetable en Los Pinos en 2018.
Twitter: @JohnMAckerman

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