12/18/2016

Territorios para vivir



Carlos San Juan Victoria
En Santa María Suchixtlán, en la Mixteca Alta oaxaqueña, se trabaja a contracorriente de un liderazgo mexicano global. México ya es el segundo país del mundo donde la población deja su territorio para vivir y trabajar en otra nación, sólo después de India, y ambos países encabezan esa fuga del miedo y la escasez, que es la otra cara de la globalización.
En el amplio cuerpo geográfico mexicano se multiplicaron las zonas del miedo rurales y urbanas y que contaminan por igual a manos laboriosas que a mentes educadas. Las zonas de miedo: un cáncer que erosiona desde muchos frentes a los hábitats de la gente común. Violencia, vacíos de trabajo y apoyos a los productores, fracturas de la convivencia y los tejidos sociales.
La huida parecía un destino implacable y erizado de riesgos, pero con algún margen de éxito hasta antes que llegara Trump. ¿Qué se hará con estas poblaciones que el actual orden expulsa, si México se convierte en una gigantesca trampa sin salida? Como ocurre en muchas otras comunidades, pueblos y barrios del país, en Santa María Suchixtlán, comunidad del municipio de San Andrés Xinastla, en la Mixteca Alta, se trabaja desde hace años para evadir ese destino. Combinan, como en muchos otros casos, sus recursos históricos con los nuevos saberes y herramientas. Emplean a fondo sus usos y costumbres y se alían con especialistas en ecodesarrollo, en historia y en restauración. Ya son el primer geoparque que reconoce la Unesco en México, reservorios geológicos, arqueológicos y de paisaje, y se proponen rescatar uno de sus más fuertes símbolos de identidad y pertenencia, una iglesia y una capilla con sus cuatro óleos sobre tela y 22 esculturas datadas del siglo XVII.
A contracorriente del vendaval que obliga a migrar, muchos pelean por arraigarse, y en ello juega un papel importante el rescate de los patrimonios culturales que recuperan los símbolos de identidad con sus territorios. Con ello, entre otras cosas se vacunan contra la metástasis que por varios frentes desarma a esos arraigos. Son las múltiples luchas y resistencias que atraviesan pueblos, regiones, organizaciones populares e instituciones. Pequeñas y grandes gestas que restablecen la posibilidad humana de vivir dignamente en común, y que combinan el rescate de lo que hay con rasgos de los mundos que se podrán vivir en el futuro inmediato. En esos esfuerzos pequeños y cotidianos se abren paso, sin embargo, grandes cosas, por ejemplo, hacer posible y deseable la lucha por restablecer a los territorios como espacios para la vida a lo largo y a lo ancho de esta nación vasta.
Pero al revés de lo que ocurre en Santa María Suchixtlán, el gobierno federal no supera el pasmo, una atmósfera de incertidumbre y pasividad que avanza, cuando debería acompañar los esfuerzos populares y rehacer el tejido social y productivo de la nación en esta situación de grave riesgo.
Por ejemplo, a la muy noble institución federal encargada de esos patrimonios culturales la tienen sin cabeza directiva desde el 15 de agosto a la fecha, ya casi cuatro meses. Y también va para un mes de silencio ante una carta contundente de los 30 investigadores y profesores eméritos del INAH enviada el 15 de noviembre, en la que señalaban precisamente la urgencia de designar a la brevedad a su director general con el perfil y la experiencia que lo valide y legitime como defensor del patrimonio de la nación plural y diversa que somos. Es lo mismo que defienden sus sindicatos de trabajadores que integran a las especialidades dedicadas a tan importante labor para preservar identidades y valores de cohesión. Y se tiene ahora una carta fuerte para cubrir ese puesto directivo, la del antropólogo Diego Prieto, quien se ha distinguido por dar consistencia a la tarea primordial de la institución creada por el presidente Cárdenas el 31 de diciembre de 1939: su compromiso hacia el cuidado de los patrimonios.
El INAH tiene la estructura territorial descentralizada y las atribuciones legales para coadyuvar con las muy diversas poblaciones en ese su esfuerzo por vacunarse contra la incertidumbre, el mied

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