7/09/2019

AMLO en Guadalupe Tepeyac



La comunidad tojolabal de Guadalupe Tepeyac en Chiapas es emblemática. No en balde, el pasado sábado, el presidente Andrés Manuel López Obrador envió desde allí un mensaje a los zapatistas. Ante unos 300 campesinos, el mandatario expresó su respeto a los rebeldes y llamó a la unidad.
El llamado presidencial se produjo en el contexto de un incremento de la militarización en territorios zapatistas. Más aún, la llegada del Presidente a Guadalupe Tepeyac estuvo precedida por el traslado de tropas a la comunidad. Desde dos o tres días antes aumentaron las patrullas en cantidad y frecuencia. Soldados llegaron a hablar con quienes trabajan en el hospital.
Según el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, desde fines de 2018 se duplicó el número de incursiones del Ejército en la sede del caracol de La Realidad, incluyendo so­brevuelos en comunidades (https://bit.ly/2GTfvp3). También aumentaron las acciones de grupos paramilitares que asesinan y desplazan a la población (https://bit.ly/2xz1Oas). El mandatario niega que la denuncia del Bartolomé de las Casas sea cierta.
Para entender el simbolismo de Guadalupe Tepeyac es necesario hacer un poco de historia. El ejido representó la esperanza en una transformación pacífica y profunda del país. Pero, después, se convirtió en emblema de la traición y represión gubernamental.
A raíz del levantamiento del EZLN la comunidad funcionó como capital informal de los rebeldes, símbolo de la revuelta global contra el neoliberalismo. Fue una especie de Meca libertaria a la que viajaban figuras políticas para reunirse con la comandancia rebelde. Como lo recordó el Presidente, él mismo estuvo allí hace años para conversar con el finado subcomandante Marcos, hoy Galeano.
Situado en el municipio de Las Margaritas, el ejido Guadalupe Tepeyac se fundó en 1957. Cuatro meses antes de la insurrección de 1994, rodeado sin saberlo de cientos de zapatistas sin uniforme, el entonces presidente Carlos Salinas, inauguró allí un hospital para tratar de frenar, inútilmente, el levantamiento armado.
Sus habitantes, migrantes que colonizaron la selva, se presentaron al mundo durante la entrega del general Absalón Castellanos Domínguez, el 16 de febrero de 1994. En diciembre de ese año, el EZLN lo rebautizó como San Pedro Michoacán.
Durante julio de 1994, se construyó en esas tierras, un barco pintado con los colores de la esperanza: el primer Aguas­calientes. Cerca de 6 mil delegados de casi todo el país efectuaron en agosto de ese año la Convención Nacional Democrática (CND), una apuesta para transitar a la democracia y abrir veredas a la paz, convocada por los zapatistas.
El barco de la CND intentó navegar en las aguas de la transición pacífica. Sin embargo, naufragó el 9 febrero de 1995. Ese día, el EZLN aguardaba la llegada del entonces secretario de Gobernación (y hoy secretario de Educación de la 4T), Esteban Moctezuma, para seguir conversando sobre el proceso de paz. A traición, en lugar del funcionario arribaron miles de soldados para arrestar al subcomandante Marcos. Una de las demandas de los rebeldes era la reposición de las elecciones en Tabasco, para reparar el fraude electoral perpetrado contra Andrés Manuel López Obrador.
Un día después, el Ejército entró al ejido. Quince minutos antes de las 10 de la mañana se oyeron los primeros helicópteros militares sobrevolando Guadalupe Tepeyac. Primero cuatro, luego 20. Muchos de los hombres del poblado se habían internado en la selva desde la noche anterior. Sus órdenes eran replegarse.
Minutos después llegaron 2 mil 500 soldados, en unos 100 vehículos blindados y artillados, con el apoyo de helicópteros y aviones. Dos horas más tarde, arribó el general Ramón Arrieta Hurtado, jefe de la Sección de Paracaidistas y responsable de la operación. Encontró un pueblo desolado, con parte de sus habitantes refugiados en el hospital.
El 23 y 24 de febrero de 1995 decenas de militares bajo el mando del general Guillermo Martínez Nolasco demolieron el Aguascalientes. En ese mismo lugar se levantó un cuartel militar, que funcionó hasta el 20 de abril de 2001. Guadalupe Tepeyac se convirtió entonces en la encarnación de la ignominia. En respuesta, los zapatistas edificaron cinco Aguascalientes en otras regiones del estado.
¿Desde cuál de los dos Guadalupe Tepeyac envió el presidente López Obrador su mensaje al EZLN? ¿Desde el símbolo de la lucha emancipatoria o desde el emblema de la traición gubernamental? Imaginemos cómo se interpretaría el que Donald Trump lanzara un mensaje de amistad con México desde el fuerte de El Álamo.
En su discurso, el Presidente habló de las dos vías para transformar el país: la pacífica-electoral y la armada, y puso al EZLN como ejemplo de la segunda. Ciertamente, los zapatistas se levantaron en armas y, gracias a eso, el país volteó a ver a los pueblos indígenas. Sin embargo, desde que se declaró la tregua, aunque los rebledes conservan las armas, no las han usado. En cambio, se han volcado a construir una experiencia ejemplar e inédita de autogestión y autonomía indígena. La precisión no es artificio.
Es importante que el Presidente hable directamente al EZLN. Pero no parece suficiente. Para distender la relación, se necesitan dar otros pasos sustantivos en la dirección correcta.

Twitter: @lhan55

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