7/11/2019

Astillero de Julio Hernández López


Los verdaderos dueños
Salinas, Peña y conexos
Es fácil de convencer 
Muere Armando Ramírez

Es probable que solamente quede en el ruido mediático de ocasión, sin mayores consecuencias judiciales, pero en las horas políticas posteriores al martes turbulento (caracterizado por la renuncia del secretario Carlos Urzúa y la detención del penalista Juan Collado) han aparecido, en un escaparate que combina escándalo con amago, los nombres de los ex ocupantes de la silla presidencial que están en las antípodas del registro político obradorista (aunque frecuente es la frase de que los extremos se juntan).
Carlos Salinas de Gortari (el villano favorito, en la narrativa histórica de Andrés Manuel López Obrador) y Enrique Peña Nieto (el facilitador del reconocimiento electoral y la transición aterciopelada) han sido mencionados como presuntos dueños de la Caja Libertad, matriz empresarial de la acusación que tendrá en la cárcel cuando menos durante medio año al abogado Collado. La acusación es de oídas (un directivo de la Caja Libertad se lo habría dicho a Sergio Hugo Bustamante Figueroa, el denunciante tomado como referencia por el gobierno actual) y, al menos en el texto oficial que ha circulado en medios, no se aportan pruebas ni datos en firme. Es una versión, una plática, un dicho. De tal manera que es probable que la autoridad judicial desestime tal versión.
Además, la clase política en general, y sobre todo a los niveles en que se mueven Salinas y Peña, se esmera en no dejar constancia de hechos que le puedan ser adversos. Para eso están los prestanombres, las personas de paja, las triangulaciones accionarias y los mecanismos internacionales de encubrimiento.
Aun así, el golpe de advertencia está dado. La aprehensión de Collado es un aviso a personajes como el dirigente sindical petrolero en estado de virtual autodesaparición política, Carlos Romero Deschamps, convocado a compartir mesa con Collado cuando éste fue detenido. Y, desde luego, a algunos de Los Verdaderos Dueños de buena parte del país, de las fortunas, de los negocios, de las concesiones y los intereses en resistencia al obradorismo: Salinas de Gortari, adversario histórico y sin opciones de redención ante los ojos andresinos que no siempre proclaman Amor y paz, y Peña Nieto, quien tuvo la taimada habilidad de hacerse a un lado (y, con él, el PRI de sempiterna proclividad al fraude electoral, y el candidato designado para perder, José Antonio Meade) y ceder el escenario y buena parte del timón real a las 48 horas de la derrota electoral que al mexiquense le ha significado un ostentoso perdón político que le permite dedicarse al romance y a la fiesta.
No le ha ayudado al nuevo secretario de Hacienda, Arturo Herrera, pero tampoco a la causa del propio presidente López Obrador, la frase en la que éste asegura que convencerá a aquel, con facilidad, de la viabilidad de proyectos como el de Dos Bocas. La causa de la renuncia de Carlos Urzúa fue la convicción de que no era escuchado ni atendido en sus propuestas y objeciones. El relevista Herrera queda de entrada sujeto a iguales o peores condiciones de subordinación y conducción de criterios.
Ha muerto Armando Ramírez, un escritor nacido en Tepito que supo plantear la esencia barrial en varias de sus crónicas y novelas. Asiduo participante en programas de televisión, hizo (más) famosas algunas frases surgidas del ingenio colectivo como ¿qué tanto es tantito?, digo, yo nomás digo y ay ojitos pajaritos. Su cuenta en Twitter era @uyuyuyy y en ella se definía así: Escribo novelas, recorro la Ciudad de México, oigo, veo y cuento. A los 67 años ha abandonado la escena de lo inmediato, dejando el recuerdo de su desenfadada vida, su canto cotidiano a lo popular y novelas (algunas de ellas llevadas al cine) como Chin Chin el teporocho, Noche de califas, Violaciones en Polanco y Quinceañera. En un texto de despedida, su familia lo describe: Un enamorado de la vida, su ciudad y sus barrios. Pero sobre todo, el papá más chingón, amoroso, comprensivo (...) no hablaremos de cómo falleció, sino de cómo fue un guerrero de vida.
Twitter: @julioastillero
Facebook: Julio Astillero

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