7/10/2019

Balances



El sistema de convivencia social, económica y política está plagado de desbalances. Unos provienen del juego de partidos que, al presente, apunta hacia una hegemonía de Morena a expensas de la tradicional tríada que, durante décadas, dominó el ámbito nacional. Otros desbalances emergen a consecuencia de la situación geográfica donde se sitúan los estados. Los más avanzados al norte y parte del centro frente a los del sur, que experimentan cruentas desventajas. Nada se diga de los desbalances en ingresos que sufren las distintas capas de la sociedad.
Los estratos sociales gozan, o padecen, marcados desbalances educativos. El reparto y la apropiación de las oportunidades también se encuentra mal distribuido y genera inequidades notables en los derechos humanos. Las ventajas que extraen las grandes empresas respecto al numeroso contingente de las medianas y pequeñas acusan abismos injustos. La enumeración bien podría seguir sin aparente reposo. Se apunta, solamente, algunos que, constantemente, brotan en la realidad del país.
Uno de los desbalances que es prudente tratar, en especial por estos movidos días, apunta hacia el aparato de comunicación. En él, el desequilibrio existente es imposible de ocultar. La misma posesión de los bienes y las concesiones otorgadas a los permisionarios quedan situados en unos pocos grupos de interés. Son ellos, estos propietarios, los que inducen profundas diferencias entre aquellos que tienen acceso a los micrófonos o pantallas y todos los demás. Incluso los medios impresos ponen su parte en tan cruciales desbalances. Aquellos que son empresas constituyen mayoría y, sus lectores o compradores –cotidianos, semanales o mensuales–, son afectados de muy distintas maneras. Las visiones, creencias y actitudes de las audiencias van reflejando, de manera creciente y hasta beligerante, las formas diversas al interiorizar tal proceso comunicativo. Las audiencias experimentan, bajo influjo de los medios, distancias entre clases sociales a las que sienten pertenecer o a las que aspiran arribar. Los lectores, escuchas o espectadores, responden a escalas de valores e intereses a los que, continua, machaconamente, son inducidos, muchas veces a costa de las propias creencias o deseos. Los propietarios de medios, representantes y el tropel de colaboradores de muy diferente tesitura, llevan a cabo una labor que mucho tiene de polarizante aunque tal fenómeno sea achacado a cualquier otro emisor.
Si se observa a detalle el aparato de comunicación puede distinguirse, con claridad y en primera instancia, la uniformidad de los mensajes difundidos. Dichos mensajes afectan concepciones, conductas e intereses que bien podrían, o deberían, ser múltiples y, sobre todo, diversos en sus contenidos y tonos. Lejos de corresponderse con el conjunto plural de opiniones y actitudes existentes de la sociedad, introducen, por la misma integración de los propietarios, sesgos notables y, no pocas veces, irreconciliables.
La conformación de este fenómeno comunicacional ha sido abordado en numerosas ocasiones por los estudiosos. Pero, no había sido puesto en un contexto donde la misma sociedad en su conjunto se ve afectada por diferencias políticas, partidarias o ideológicas específicas.
En la actualidad, se observa una marcada desproporción entre definidas visiones y posturas en el cuerpo social y político. Por una parte, se presenta la irrupción de un nuevo gobierno, emanado desde la más aguerrida y tradicional oposición y, por la otra, todo un sistema establecido de poder que desea y trata de mantener las prerrogativas adquiridas. Se ponen así en movimiento tanto los instrumentos privados como aquellos que, por su situación dentro del gobierno, se les considera públicos. A raíz de las recientes decisiones de la administración federal, algunos medios han empezado sus tareas con atingencia e imaginación. El Canal 11, adscrito al IPN, ha sido punto de conflicto derivado de sus avances programáticos. Diputados de oposición solicitan se saquen del aire recientes lanzamientos de crítica y humor. Se aprecia, de inmediato, que tales emisiones han causado escozor entre personajes y personeros de intereses del sistema imperante. No han recapacitado en la brecha enorme entre los que defienden posturas del régimen, en vías de achicarse, y los que inician innovaciones con agendas e intenciones diversas. Sostener convicciones implicará afirmar la ruta impulsada por el voto mayoritario sin menoscabo de su conveniencia y, sobre todo, de su legitimidad.

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