3/30/2020

Intelectuales sobre el coronavirus




Varios intelectuales de alcance internacional han opinado sobre este tiempo del coronavirus, entre otros Slavoj Žižek, Byung-Chul Han, Giorgio Agamben, Noam Chomsky y Roberto Espósito, y sobre la sociedad en que viviremos tras la pandemia. He aquí algunas de sus reflexiones sobre lo que ocurre en el sistema económico, político y social, y qué futuro nos aguarda cuando la cuarentena mundial termine.
Quien comenzó, podría decirse, es el filósofo italiano Giorgio Agamben, quien el 26 de febrero en Quodlibet, habló de medidas de emergencia frenéticas, irracionales y completamente injustificadas para una supuesta epidemia debida al coronavirus, al que calificaba, con muy mala puntería, como una especie de gripe. Finalmente Italia se convertiría en el país más afectado. En ese pri­mer artículo, Agamben señalaba la tendencia creciente a utilizar el estado de excepción como paradigma normal de gobierno (en esto tiene razón, agotado el terrorismo, llega la pandemia) y la limitación de la libertad, aceptada en nombre de un deseo de seguridad que ha sido inducido por los mismos gobiernos que ahora intervienen para satisfacerla.
Su colega, Jean-Luc Nancy, uno de los más influyentes en Francia, le respondió en un breve artículo publicado en Antinomie. No lo hizo con dureza, puesto que Agamben es un viejo amigo, pero sí marcó su error: “La gripe ‘normal’ mata a varias personas y el coronavirus, para el que no hay vacuna, es claramente capaz de una mortalidad mucho mayor”. Su aporte, más allá del contrapunto, es este: “No hay que equivocarse: se pone en duda toda una civilización, no hay duda de ello. Hay una especie de excepción viral –biológica, informática, cultural– que nos pandemiza. Los gobiernos no son más que tristes ejecutores de la misma, y desquitarse con ellos es más una maniobra de distracción que una reflexión política”.
Roberto Espósito –también filósofo italiano– fue el que calmó los ánimos. Me parece que lo que sucede hoy en Italia [...] tiene más el carácter de una descomposición de los poderes públicos que el de un dramático control totalitario, escribió en Antinomie; sin embargo, deslizó una línea importante en todo este debate: Hoy ninguna persona con ojos para ver puede negar el pleno despliegue de la biopolítica [...]. Todos los conflictos políticos actuales tienen en el centro la relación entre política y vida biológica. Si bien para Espósito la democracia no está en riesgo, al menos por ahora, estamos presenciando una po­litización de la medicina investida de tareas de control social.
Agamben intervino nuevamente en Una Voce, el 17 de marzo para afinar mejor su posición. Lo primero que muestra claramente la ola de pánico que ha paralizado al país es que nuestra sociedad ya no cree en nada más que en la vida desnuda. Es evidente que los italianos están dispuestos a sacrificar prácticamente todo, las condiciones normales de vida, las relaciones sociales, el trabajo, incluso las amistades, los afectos y las convicciones religiosas y políticas ante el peligro de caer enfermos, sostiene el filósofo. Habla también de una guerra civil donde el enemigo no está fuera, está dentro de nosotros y asegura que una sociedad que vive en un estado de emergencia perpetua no puede ser una sociedad libre.
Por su parte, Slavoy Žižek escribió una columna en Russia Today diciendo: La actual expansión de la epidemia de coronavirus ha detonado las epidemias de virus ideológicos que estaban latentes en nuestras sociedades: noticias falsas, teorías conspirativas paranoicas y explosiones de racismo, escribió el filósofo esloveno, para quien los aislamientos decretados tienen otro objetivo, además de evitar la propagación del Covid-19: mantener en cuarentena a los enemigos que representan una amenaza a nuestra identidad. Además, asegura que la necesidad de reflexionar sobre el sistema que nos rige es prioritaria, así como reinventar el comunismo basándonos en la confianza en las personas y la ciencia.
Su propuesta, expresada mejor en el libro, es simple aunque para nada fácil: El dilema al que nos enfrentamos es: barbarie o alguna forma de comunismo reinventado. Žižek afirma que el virus ha asestado al capitalismo un golpe mortal. Cree incluso que el virus podría hacer caer el régimen chino. Žižek se equivoca. Nada de eso sucederá. China podría vender ahora su Estado policial digital como un modelo de éxito”, escribió Byung-Chul Han, filósofo sudcoreano, en El País: El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa sólo de su propia supervivencia [...]. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana, sostiene.
¿Por qué en los países de Asia se ha logrado mayor efectividad en combatir la pandemia? La respuesta está en la vigilancia digital, un cambio de paradigma del que Europa todavía no se ha enterado, dice Han. Un control poblacional inédito: En China hay 200 millones de cámaras de vigilancia, muchas provistas de una técnica muy eficiente de reconocimiento facial. Captan incluso los lunares en el rostro. No es posible escapar, explica sobre algo que ocurre también en Sudcorea, Hong Kong, Singapur, Taiwán o Japón, donde “no existe una conciencia crítica ante la vigilancia digital o el big data”. Hay un motivo cultural que lo permite: En Asia impera el colectivismo. No hay un individualismo acentuado.
El historiador israelí Yuval Noah Harari asegura en el Financial Times que esta tormenta pasará, pero las decisiones que tomemos ahora podrían cambiar nuestras vidas para los años que vienen. En este juego donde países enteros sirven como conejillos de indias en experimentos sociales a gran escala, hay dos opciones: primero, entre la vigilancia totalitaria y el empoderamiento ciudadano; segundo, entre el aislamiento nacionalista y la solidaridad global. Sin embargo, para Harari, una población bien informada y automotivada, usualmente es más poderosa y efectiva que un pueblo ignorante vigilado por la policía.

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