1/27/2010

Horizonte político
José Antonio Crespo
Ensalada de locos

Las posibles coaliciones entre el PAN y el PRD me llevan a las siguientes reflexiones.

A) Concedo razón al secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, cuando afirma que “una alianza sólo puede ser democrática si las partes expresamente se obligan a empujar una agenda de transformación y resuelven… avanzar juntos en esta lucha”. Las alianzas que sólo tienen fines electorales y coyunturales pueden, en efecto, considerarse como una defraudación al elector. Pero debe saber el secretario que esas alianzas coyunturales son las que promueve la ley electoral. El Cofipe, si bien exige una plataforma electoral y un programa de gobierno para formar una coalición, estipula en su artículo 95-8 que “concluida la etapa de resultados y de declaraciones de validez… terminará automáticamente la coalición”. ¿Para qué entonces un programa común? Se trata de una burla al elector, pero sancionada por la ley. En otras democracias, las coaliciones se forman después de los comicios a partir de las curules o votaciones obtenidas por cada partido y de una negociación poselectoral. O bien surgen antes de la elección, pero prevalecen pasados los comicios. La nuestra es otra anomalía de las muchas que tenemos (y presumimos).

B) Hay dos tesis esenciales sobre la motivación de las coaliciones:

1) Las coaliciones entre partidos ideológicamente tan distantes (como el PAN y el PRD) se justifican como estrategia para dar fin a un régimen autoritario y caciquil.

2) O bien, las coaliciones se dan por motivos estrictamente oportunistas y pragmáticos, que buscan sumar los votos de los coaligados sin importar nada más. Entiendo la primera tesis, pero la segunda me parece que explica en mayor medida la formación de estas coaliciones. Según encuestas, la mayoría así lo considera también. El costo para los respectivos partidos coaligados puede ser el alejamiento de sus respectivos votantes duros, y reforzar la idea de que a los partidos les importa más llegar al poder, sin importar cómo, y menos lo que harán una vez ahí.


C) El PAN insiste en que una prioridad es terminar con el cacicazgo y el autoritarismo en varias entidades en las que el PRI ha gobernado sin interrupción. Probablemente hubiera sido más eficaz combatir esos cacicazgos desde el gobierno federal llamando a cuentas a los gobernadores-caciques que han transgredido la ley. Baste recordar al candidato Felipe Calderón, exigiendo con tarjeta roja la destitución de Mario Marín, en contraste con el presidente Felipe Calderón, brindándole su respaldo oficial e institucional. Dice César Nava, por otra parte, “con el PRI tenemos una diferencia profunda, histórica, que nos impide y nos llevaría a no celebrar ninguna alianza, en ninguna entidad, en ningún momento”. Hace muy poco decían eso del PRD. En todo caso, ¿de verdad ninguna alianza con el PRI en ningún momento? Quizás electoralmente no (aunque en Chiapas tuvieron una alianza tácita), pero alianza política con el PRI la hay desde 1989 aunque con breves interrupciones, como la actual.

D) Ningún partido puede tirar la primera piedra. Si validamos la figura de “engendro ponzoñoso y contranatural” para las coaliciones entre el PAN y PRD, lo mismo habría que decir del PRI: es una deforme criatura que se alimenta de intereses y posiciones antagónicas entre sí, de sectores de izquierda y derecha, de liberales y nacionalista-revolucionarios, de laicos y clericales. Unos favorecen el IVA a medicinas y alimentos y otros lo rechazan como aberración; unos a favor de la apertura energética, y otros considerándola anatema histórico. Agua y aceite (y no poco lodo, agregan algunos).

E) El PAN y el PRD justifican sus alianzas por los beneficios que presumiblemente traerá la alternancia, como el combate a la corrupción y la impunidad. Lamentablemente, las alternancias protagonizadas por el PAN o por el PRD (con o sin coalición de por medio) no se han traducido en tan bonita promesa. De ahí la posibilidad de retorno del PRI al poder; no hubo gran diferencia con PRD y PAN, salvo por su conflictividad o su ineptitud, respectivamente. Ahora quieren detener al PRI para 2012 con coaliciones, cuando debieron hacerlo con su desempeño. Por ello, tales alianzas no son comparables a los grandes pactos de transición o a los grandes frentes democráticos, como quieren los defensores de tales coaliciones. Tampoco son, como otros denuncian, “un peligro para la democracia”. Son más bien irrelevantes desde una óptica democrática (pero sí podrían ponerle piedras al PRI en 2012).

No hubo gran diferencia con el PRD y el PAN, salvo por su ineptitud. Ahora quieren detener al PRI a base de coaliciones, cuando debieron hacerlo con su desempeño.

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