1/28/2010


Lydia Cacho
Plan B
El país nos duele.

Algún día saldremos de tanta violencia, de tanta impunidad y miseria. Saldremos de la frustración colectiva y la rabia contenida, saldremos del hambre y los abusos del poder. Ese primer día en que México salga a las calles sin miedo, sin desconfianza, sin desearle la muerte a nadie, celebraremos. Mientras tanto todas las miradas y los oídos deben estar donde se construye la incertidumbre de ese futuro oscuro.

Por esa razón es que resultó importante el foro organizado por EL UNIVERSAL, donde especialistas internacionales explicaron porqué no funciona, ni funcionará, esta guerra contra el narcotráfico. México no necesitaba una guerra sino una estrategia de Estado para abatir al crimen organizado. Pero Calderón no decidió solo, decidió con Washington.

El argumento de que la violencia se incrementa porque la guerra está funcionando es falso, lo que en realidad sucede es que la violencia se incrementa y se diversifica. La corrupción y el lavado de dinero (dos herramientas de la delincuencia organizada) han quedado intocadas.
El gobierno federal ha dicho que “las mujeres se están volviendo el botín de guerra del narcotráfico”, pero omitió decir que también de la policía y de algunos militares.

Argumentan que todas las personas son sospechosas y eso les permite decidir si les manosean, les interrogan a golpes (con médicos presentes, por si acaso) o les “levantan” y desaparecen sin orden de arresto. Los soldados están entrenados para pelear con el enemigo, y ahora la población es su enemigo potencial, hacen su trabajo, igual que lo hacen los soldados estadounidenses en Irak o en Afganistán. Por eso la DEA y David Gaddis, cerebro norteamericano de esta guerra en México, festeja las muertes de mexicanos y mexicanas, porque —como dice Tony Payán, investigador de la Universidad de El Paso Texas— “En México se libra una guerra como casi todas las que suele emprender Estados Unidos: lejos de su territorio”.

Cada vez más personas (no criminales) le temen al Ejército mexicano. Ahora le señalan como uno de los actores de la descomposición social y de las agresiones contra mujeres. Alguien en Seattle celebra que la batalla mexicana genere confusión, mayor violencia y debilite al Estado. ¿Cómo pedirle a Washington que proteja los derechos humanos en una guerra que está pensada, justamente, para erradicarlos?

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