4/20/2010


Presagios bajo el volcán

Marco Rascón

Esperando lo abstracto, vamos hacia lo concreto. Nunca como ahora se habían reunido en México el desastre político, económico y cultural con la perspectiva de una calamidad natural.

El planeta algo quiere decir con sus temblores, cenizas, glaciares rotos, ciclones y tempestades. Es el lenguaje de los mundos agraviados por los moradores que engendró en su evolución. Salvo por los glaciares (aunque cada vez hace más frío por el calentamiento), México es lugar de todos los peligros; ya nos enseñaron lo que fue el Chichonal y sus cenizas en 1982, el terremoto de 85, los huracanes Gilberto, en 1988, y Paulina, en 1997. Los terremotos nos andan rondando por el Caribe, el Pacífico sur y por Baja California.

Estamos sintiendo que vivimos en cuenta regresiva, pues siendo el ombligo de las contradicciones, aquí, bajo volcanes, lagos desecados, fallas tectónicas, temas y noticias de la violencia, mentiras judiciales, crímenes horrendos habituales, reformas que no se hacen y las que se legislan sólo son para refrendar que los poderosos seguirán siendo los mismos con sus monopolios, convergen cada vez más la realidad social con el peligro latente natural.

Hoy es más factible y optimista una ruptura por la vía natural y el desastre que por la capacidad de los gobernantes y la clase política para transformar el orden absolutamente disfuncional y anacrónico que rige, pero estorba; que se impone, mas descompone. El peligro verdadero no radica en una naturaleza enojada, sino en la falta de ideales.

La sociedad mexicana bajo el volcán está rota. Es una guerra civil confusa de baja intensidad que se expresa en la cólera política, llena de acuerdos, alianzas ominosas, resurgimientos de tiranías, demagogos, escenografías, mientras se hunde la soberanía y Estados Unidos, nuestro principal negador de visas, ahora se encarga de otorgarlas a todo extranjero.

Para salvarnos, nuestros políticos nos tienen un programa: todo se vuelve fiesta y las conmemoraciones del bicentenario y centenario son luces y feria, en medio de cientos de funerales, milicias sin rostro, gastos de guerra para ejércitos que no tienen vanguardia ni retaguardia, para batallas que no se sabe quién gana ni quién pierde; para una guerra que no sabemos si está empezada, va a la mitad o está terminando.

Pese a la liberación de los medios, la prensa, la radio y la televisión, así como a las imágenes que se reportan desde el centro de las noticias, en México no sabemos nada. Es más, hasta los pronósticos del tiempo tan de moda pocas veces aciertan, y cuando anuncian calor, hay que sacar las bufandas.

Al mismo tiempo, presentimos que viene el desastre que une todo cuando enfrentamos la disyuntiva entre la vida y la muerte colectiva. Es la que puede venir al igual que los movimientos de tierra, la explosión de cenizas y lava, e inundaciones de aguas negras a sepultar todas las debilidades y palabrerías. Presentimos porque no sabemos nada a ciencia cierta, pues hoy la primavera es verano lluvioso y en diciembre hubo inundaciones. ¿Cómo serán julio y agosto? ¿Cómo serán los ciclones y a quién arrasarán?

Hoy, los programas de protección civil están más inspirados en las doctrinas de contrainsurgencia que en organizar y prevenir. La obsesión desde el poder es que los desastres no se conviertan en la base de la organización social, que no se politicen en la idea de cambiar el orden existente. Los desastres desnudan al poder y los intereses, y por ello la idea central de las estructuras de protección civil son apoderarse y controlar desde ahora campamentos, entrega de ayuda, hospitales e impedir procesos de insurgencia civil que cuestionen el orden existente.

Las experiencias de cómo se ha movido el mundo en los terremotos de Haití y Chile reafirman que las doctrinas de control son globales y lo primero que hacen es controlar la información, negando personalidad propia a los damnificados y su organización. En México, luego del terremoto de 85, todo el andamiaje de protección civil y para desastres, incluyendo el Plan DN III del Ejército Mexicano, fue pensado para impedir otra experiencia social democrática como la de 1985 y sus consecuencias que confluyeron en 88, cuando surgieron los principales cambios políticos en México contra la estructura del viejo régimen priísta, pésele a quien le pese.

Para el poder en México, no es prevenir el desastre, sino las fuerzas emergentes que surgen de él. Ése es el peligro latente, pues ya lograron que por la vía de los partidos no pase nada.

Como los presagios que vio Moctezuma, hoy el desastre latente hace en sí una realidad política en el ambiente. El caos y la falta de referencias claras se sienten por todas partes. Pareciera que la única consigna que prevalece es esperar, no al 2010 emblemático ni al 2012 electoral, sino al que la naturaleza mande y el lenguaje del planeta ordene.

Que este pensamiento sirva también para desear el restablecimiento en la salud de Phil Kelly, nuestro Malcolm Lowry de la pintura, que nos ha descrito bajo el volcán, a nuestra ciudad y paisajes en peligro. Que se nos mejore.


El no a Enlace

Luis Hernández Navarro

Cuando Felipe Calderón comenzó su discurso para dar el banderazo de salida a la prueba Enlace, preguntó a los niños de la escuela primaria Canadá si estaban listos para la prueba. “Nooo…”, respondieron los jóvenes. Lo mismo han dicho miles de maestros en todo el país.

Se ha presentado la prueba Enlace ante la opinión pública como un instrumento moderno para evaluar el sistema educativo nacional. No lo es. Por el contrario, se trata de una herramienta contraproducente para promover una educación de calidad.

El lunes 19 de abril comenzó su aplicación en educación básica. Se trata de una prueba del Sistema Educativo Nacional que se lleva a cabo en planteles públicos y privados del país. La palabra es el acrónimo de Evaluación Nacional de Logro Académico en Centros Escolares.

Se aplicará a niñas y niños de tercero a sexto de primaria, así como a jóvenes de primero, segundo y tercero de secundaria. Se evaluarán las asignaturas de español, matemáticas e historia.

En educación media superior presentarán el examen los alumnos que cursan el último grado de bachillerato para evaluar conocimientos y habilidades básicas adquiridas a lo largo de la trayectoria escolar que les permitan usar apropiadamente la lengua y las matemáticas.

A partir de los resultados de la evaluación en las escuelas públicas se entregan estímulos económicos a maestros y directores de los planteles. El Programa de Estímulos a la Calidad Docente destina 900 millones de pesos a este fin.

La prueba responsabiliza exclusivamente a los maestros de los resultados educativos. “Los profesores cuyos estudiantes muestren bajo rendimiento en la prueba Enlace –dice el follero de la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE)– deberán tomar cursos especialmente orientados.”

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) no participará en la evaluación nacional. Que la máxima casa de estudios no tenga interés en que la prueba Enlace se aplique entre sus alumnos y sea la propia institución la que se evalúa a sí misma es un hecho que no puede pasar inadvertido.

Entre otros muchos, uno de los problemas que enfrentarán 2.5 millones de niños que cursan sexto de primaria al ser evaluados es que no cuentan con un libro completo de historia de México. El material que se utiliza en clases está lleno de graves errores e imperfecciones. Épocas como la Conquista y la Colonia fueron mutiladas de los contenidos.

Enlace es un examen de opción múltiple en el que el alumno debe escoger una entre cuatro respuestas posibles, rellenando un óvalo. Con frecuencia las preguntas formuladas son confusas, están mal planteadas o admiten varias posibles contestaciones. Sin embargo, si se llenan dos o mas óvalos la respuesta es calificada de incorrecta.

La prueba se aplicará cuando en las escuelas apenas se ha trabajado tres bimestres y aún faltan por impartir dos. Esto es, los niños y jóvenes no han estudiado todavía una parte significativa del programa. No obstante, el examen preguntará sobre contenidos de todo el ciclo escolar.

Entre los primeros efectos que ha provocado Enlace está destinar cada vez más tiempo de clases a adiestrar a los alumnos para que apliquen la prueba correctamente. Los profesores y los muchachos no se dedican a enseñar y a aprender los contenidos, sino a prepararse para el examen. Dedican horas en el aula a ensayar cómo llenar la hoja de respuesta. Cada semana se suspenden cursos. En escuelas del Distrito Federal se han realizado entre cinco y 10 ensayos. Lo mismo sucede en otras entidades.

La razón de ser de la escuela está siendo desvirtuada. Funcionarios educativos de todos los niveles y líderes sindicales corruptos afines a Elba Esther Gordillo prometen computadoras, dinero, viajes a quienes obtengan buenos resultados.

A pesar de ello, los resultados son muy pobres. En 2009, 67.2 por ciento de los alumnos de primaria quedaron en los niveles de insuficiente y elemental. La proporción de quienes estudian secundaria en estos niveles fue aún mayor: 81.2 por ciento.

Enlace es una prueba diseñada para no ser aprobada. Con frecuencia se incorporan preguntas que no están contenidas en los libros de texto. El lenguaje que se utiliza es ajeno a los estudiantes. Su estandarización ignora la diversidad geográfica, cultural y socioeconómica del país. Evalúa de igual manera a los diferentes.

Enlace no vincula la evaluación al aprendizaje ni a la construcción de conocimientos. Violenta el derecho de la niñez a ser evaluada en función de su de-sarrollo histórico-cultural y su lengua. Fomenta un espíritu competitivo, individualista y mercantil. Genera un ambiente de sanción social, administrativa y laboral hacia los maestros. Con el pretexto de la transparencia y la rendición de cuentas impone una cultura de aceptación de pruebas y sanciones desde organismos empresariales.

Enlace ignora el conocimiento general y los procesos para la formación integral del educando. Convierte el proceso educativo en informativo. En lugar de comprender se premia el memorizar. Hace a un lado los conocimientos previos de maestros y alumnos.

Cuando los alumnos de la escuela Canadá dijeron “Noo…” a Felipe Calderón tenían sus razones. Como mecanismo de evaluación del desempeño del sistema escolar la prueba Enlace es un fracaso. No es que se haya agotado, como dijo Elba Esther Gordillo. Es que nunca funcionó para estos fines. Su objetivo fue otro: golpear al gremio magisterial y cuestionar la educación pública. Por eso miles de maestros democráticos se resisten a aplicarla.


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