4/16/2011

Simone de Beauvoir. De icono a mujer


María Teresa Priego

Su muerte nos separa. Mi muerte no nos unirá. Así es: ya fue hermoso que nuestras vidas hayan podido coincidir durante tanto tiempo”. Las últimas líneas de La ceremonia del adiós, de Beauvoir. Ese mismo libro testimonial, que se abre con una dedicatoria: “Éste será el primer libro mío, que usted no lea”. Así de rotundo. Así de inapelable la muerte. El 15 de abril de 1980 murió Jean Paul Sartre.

Para Beauvoir se abrió un abismo que había temido por años. Imágenes de una mujer devastada. Derrumbada en una silla, junto a la tumba de su “amor esencial”. ¿Cómo podría Beauvoir sobrevivir tras la pérdida de su eje de vida? Quizá lo logró un tiempo, porque a su lado se mantuvo Sylvie Le Bon.

En términos legales: su hija adoptiva. En términos afectivos: su compañera por 20 años. El 14 de abril de 1986. Simone de Beauvoir murió en el hospital Cochin. El icono Beauvoir se me cayó en pedazos, hace más de dos décadas. Muy a pesar mío. Eso —también— quiso ofrecerle Beauvoir a sus lectoras/es. 1990. Abrí un paquete que Deirdre Bair (biógrafa de Beckett, Anaïs Nin, Jung) le enviaba al padre de mi hijo. Su biografía autorizada de Simone de Beauvoir. La mejor que he leído hasta ahora.

El dolor de Beauvoir en sus confesiones a Deirdre, me avasalló. Lloré abrazada del libro en los escaloncitos de la entrada. Era una mamá primeriza, que anhelaba tantas vidas. Y mi Modelo tenía a bien desbarrancarse en confesiones tremendas. Como que su primer orgasmo lo tuvo con Nelson Algren, a los más de 40 años. O cómo los amores “contingentes” de Sartre, a ella le rompían su centro casi cada vez. Beauvoir en un momento de su vida eligió des-iconizarse. Y fue implacable en esa decisión, como en casi todo lo demás. Incluidas las publicaciones que autorizó a Sylvie, para después de su muerte. Comenzamos tantas/os a buscar a “la otra Beauvoir”.

Más humana, más de a de veras. Una publicación tras otra. Incluida Memorias de una joven perturbada, de Bianca Lamblin. Siniestra historia. Beauvoir contradictoria. Excesiva tantas veces (como en los capítulos Maternidad y Menstruación en El segundo sexo) egoísta, calculadora, valiente. Maravillosa. Con muchísima frecuencia, bastante misógina. Y sí. Lo afirmo sin que me tiemble la mano (bastante me tembló cuando lo fui descubriendo): Beauvoir era una feminista de las Más Grandes. Y también una misógina de las Grandes. Y sin embargo… “Inolvidable Castor”.

El sobrenombre lo eligió su amigo René Maheu, en la época de la École Normale Supérieure. Juego de palabras entre Beauvoir y Bever (Castor en inglés) y una alusión a su capacidad de concentración y de trabajo. En cada aniversario, nos preguntamos: “¿Se lee a Simone de Beauvoir? ¿El segundo sexo es actual? No lo sé. Hay lecturas que son clásicas e imprescindibles. Pero cada quien tiene sus imprescindibles. Creo que leer la escritura autobiográfica de Beauvoir, es una aventura que puede transformar una vida. “¿Aún hoy?”.

No veo por qué no. Memorias de una joven formal, La plenitud de la vida, La fuerza de las cosas, Final de cuentas. Beauvoir, no fue sólo la observadora minuciosa y brillante de su propia vida (a pesar de todo lo que negó, de lo que eligió ocultar en esos momentos) también fue testigo y activista, en una época azarosa e hipnótica. Su narración de la enfermedad de su madre en Una muerte muy dulce. ¿Tiene fecha de caducidad? ¿Y La mujer rota? La admirable militancia feminista de Beauvoir, después del éxito de El segundo sexo (22 mil ejemplares vendidos primera semana) han sido un arma (deslucida, pero eficaz) esgrimida de manera recurrente para estereotipar la vastedad de su obra. Asomarse a su vida Los que la odian.

Los que la amamos. He sido su fan desbocada desde chiquita. Ahora intento parecer ecuánime. ¿Cómo decir? “Ojalá y tengas el tiempo, las ganas, de asomarte a esa vida, la de uno de los seres humanos más enriquecedores del siglo XX”. Una vida llena de pesar y de a pesares. Que además, nos invitó a cuestionar de arriba abajo. “Mi querida Castor”, comienzan la mayoría de las cartitas que sus lectores le dejan a Beauvoir sobre su tumba. Y la de Sartre. Hoy seguro está cubierta de flores y recaditos. Hojas de cuaderno, servilletas. Tickets de metro escritos en los bordes. Protegidos del viento con piedras de colores. “Gracias Castor”. “Cambiaste mi vida”. Poemas. Testimonios. Debo confesar, que cuando vivía del “lado de allá” (Cortázar dixit). Sus recaditos los leía ritualmente. Los que le dirigían a ella nada más. Me hubiera parecido una severa intromisión, leer los que sus lectores, le dejaban a Sartre. El Colegio de México publicó nuestro libro colectivo: La herencia Beauvoir, coordinado por Karine Tinat.

En él escribimos: un hombre hipnotizado por Beauvoir y varias hipnotizadas. Supongo que deseosos todos de trabajar y contagiar un amor beauvoiriano. “Esta noche, otra vez, la vida hunde sus dientes en mi corazón”, Beauvoir. Vale la pena ir a asomarse, en la historia de esa mujer entrañable, en la que la vida —también— hundió sus dientes. @Lossietevelos_ Escritora


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