9/08/2011

36 Festival de Cine de Toronto: Toronto en clave de rock




Leonardo García Tsao
Toronto, 7 de septiembre. Contra su costumbre, el Festival Internacional de Cine de Toronto –abreviado con las siglas TIFF– no dedicará su función inaugural a una producción local. De hecho es la primera vez en su historia que el encuentro abrirá con un documental y se trata de From the Sky Down (Del cielo para abajo), realización estadunidense de Davis Guggenheim sobre el regreso del grupo irlandés U2 a su estudio en Berlín, donde fue grabado su disco Achtung Baby –considerado una piedra de toque en su trayectoria– para ensayar una interpretación del mismo en el festival de Glastonbury.

Eso sienta una tónica roquera que será secundada por el estreno del también documental Pearl Jam Twenty, celebración y recuento del vigésimo aniversario de la seminal banda epónima de Seattle. Esperemos que el director Cameron Crowe no haya aportado esta vez su dosis habitual de edulcorantes. También de mucho interés es The Love We Make (El amor que hacemos), documental sobre cómo Paul McCartney organizó un concierto en Nueva York, conmemorativo del 11 de septiembre. Para ello se contó con el veterano Albert Maysles en colaboración con Bradley Kaplan. Y para completar el plan está Neil Young Journeys, tercer documental que Jonathan Demme ha dirigido en torno a la figura del singular músico que, en esta ocasión, regresó a su ciudad natal –Toronto, precisamente– para ofrecer dos conciertos como solista.

En lo que falló extrañamente el festival de Toronto fue en redondear de manera perfecta esas exhibiciones con George Harrison –Living in the Material World (Viviendo en el mundo material), documental en dos partes de Martin Scorsese, nada menos. ¿Qué habrá pasado en las negociaciones? La película se estrenó ya en Telluride y está programada después para San Sebastián. En cambio, sí nos endilgaron el segundo largometraje dirigido por Madonna, W.E., que en Venecia ha causado escaso entusiasmo. Y uno no lo imagina como imprescindible.

Por lo demás, el TIFF sigue ofreciendo su cantidad alucinante de películas –268 largometrajes, 68 cortos–, que sirve de útil síntesis de lo más sobresaliente de los festivales de primera línea, Cannes y Venecia, sobre todo, con títulos selectos de Berlín, Locarno y, haciendo futurismo, hasta San Sebastián (curiosamente, Toronto exhibe nueve de los 20 títulos que componen la selección oficial donostiarra). Sin olvidar su promoción de estrenos que, quizá, serán algunos de los éxitos de la temporada otoñal. (Desde el año pasado se hablado del TIFF como la verdadera antesala de los premios Óscar. pues aquí se estrenaron El discurso del rey, Cisne negro y 127 horas.)

El cine iberoamericano ostenta una fuerte representación, aunque la presencia mexicana se limita a dos títulos: Miss Bala, de Gerardo Naranjo, y Los últimos cristeros, de Matías Meyer. No ha sido un año fructífero para la exportación.

En cambio, la representación argentina es muy numerosa porque la sección City to City se dedicó a Buenos Aires, con 11 cintas ambientadas en esa ciudad, novedades en su mayoría. Además, se exhiben Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler, recién premiada en Locarno; Las acacias, de Pablo Giorgelli, y El gato desaparece, de Carlos Sorín. Mientras, Brasil se luce con cuatro: O abismo prateado, de Karim Aïnouz; Girimunho, de Helvecio Marins; Heleno, de Jose Henrique Fonseca, e Historias que so existen quando lembradas, de Julia Murat.

Entre las curiosidades de los otros países de la misma categoría se debe mencionar a Juan de los muertos, de Alejandro Brugués, primera película cubana sobre zombis. Ideológicamente la película podría tener varias lecturas.

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