9/18/2013

Slim, educación y Coordinadora Nacional


Utopía

Eduardo Ibarra Aguirre 

“La reforma educativa se tiene que hacer con los maestros, no solamente con leyes”, postuló el multimillonario número uno de la aldea global, de acuerdo al tamaño del producto interno bruto mexicano que es 14 veces inferior al de Estados Unidos, lo que significa que Carlos Slim es muchísimo más rico que el número uno de nacionalidad estadunidense, aunque es bien sabido que el capital y, por tanto, sus poseedores no tienen patria, porque acuden allí donde su riqueza se reproduce más y mejor, y la del magnate lo hace en 31 países.

El presidente vitalicio del Grupo Carso escogió un magnifico escenario para establecer su propia visión, distante de la del gobierno federal, sobre la llave maestra del cambio desde la raíz, y por ello radical, que es la educación, y lo hizo ante 10 mil becarios de su Fundación Telmex a los que explicó que junto con los profesores, además de las leyes secundarias es preciso incluir programas de educación digital y capacitación intensiva de los trabajadores de la educación.

Allí mismo, en la reunión anual de sus becarios, suscribió Slim Helú con el empresario Salman Khan una alianza de la Fundación Carlos Slim y la Khan Academy para desarrollar una plataforma educativa en español de libre acceso, dirigida a los más de 450 millones de hispano parlantes. La plataforma es un sitio web educativo en línea y gratuito.

También aprovechó el presunto prestanombres de Carlos Salinas para establecer una muralla con los impugnadores de la reforma educativa de Enrique Peña, misma que los expertos consideran laboral y administrativa, al establecer que “hay buenos maestros que son los que dejan huella, pero los que están en las calles están provocando, más que buscar solucionar problemas. Están poniendo en riesgo la imagen de los maestros, yo creo que no son los maestros”.

Al más prominente de los 55 dueños de México, a cada uno de los cuales corresponde un millón de pobres, no le agrada que los agrupados en la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación pujen en las calles del Distrito Federal sobre todo, pero también en dos docenas de ciudades más por sus derechos laborales, hasta el punto de negarles su condición profesional. Y no por los excesos cometidos por los supuestos anarquistas -de los que la dirigencia de la CNTE no se deslinda- y la beligerancia mostrada a partir del “paro cívico nacional” que no logró reunir, como sucede desde 1982, ninguna de las tres características y si marcó el momento más alto de la movilización, a la vez que el punto de inflexión del movimiento magisterial al no lograr su propósito bloquear Periférico.

Con aquella descalificación de Slim, cuidadosa frente a las empleadas por el beligerante y manipulador duopolio de la televisión y el oligopolio de la radio, con sus excepciones, corre el riesgo de que a él también lo descalifiquen y la posibilidad de diálogo se cancele, cuando es lo que más urge en este conflicto que va para largo, porque son esos mismos profesores los que tendrán la tarea de aplicar ante sus educandos los planes gubernamentales en materia laboral y educativa.

Los dirigentes de la CNTE, por otra parte, tienen la obligación ética de informar los términos en los que negociaron su retiro o desalojo del Zócalo, incluido si como trascendió recibieron 100 millones de pesos, antes de publicitar el desplante de Rubén Núñez Ginés, líder de la Sección 22, de que en esta semana “tomaremos no sólo el Zócalo, sino toda la ciudad de México”, cuando es perceptible el desgaste del movimiento, su mayor aislamiento respecto de la sociedad capitalina porque la subestiman y privilegian hacerle la vida imposible a ella, no a los gobernantes.

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