4/10/2015

Por qué seguimos votando por idiotas?

Política ZoomRicardo Raphael

Una fuerza que va más allá de la comprensión racional hace que en México individuos cuya capacidad política es poca, adquieran poder y luego se dediquen a hacer mucho daño


En la campaña que corre, hacer o decir cosas poco inteligentes está permitido. Peor aún, puede ayudar a que ciertos candidatos ocupen un cargo de representación y hasta de gobierno. 
Una fuerza que va más allá de la comprensión racional hace que en México individuos cuya capacidad política es poca, adquieran poder y luego se dediquen a hacer mucho daño.
No sería justo generalizar pero en el negocio de la política mexicana las teorías de Darwin fallaron: aquí suelen ganar los menos aptos para gobernar.
Pueden ser los más capaces en el negocio de la corrupción, la mentira, el abuso de autoridad, el conflicto de interés, el engaño y el cinismo, pero no por ello califican como sujetos inteligentes en el ejercicio de la política.
No poseen, en concreto, la habilidad que se requiere para conducir los asuntos públicos con eficiencia y a favor del mayor número posible de personas.
Si usted duda, no se pierda la propaganda electoral de este año: los aspirantes han renunciado a hacer campaña con sus mejores atributos.
Sucede más bien lo contrario, están decididos a exhibir cuán estúpidos son los políticos mexicanos. Y lo hacen con recursos que son de todos.
Hasta la náusea utilizan la radio, la televisión, los medios impresos, los espectaculares, las bardas y todo lo que esté a su alcance para machacar su mensaje.
Mire usted el reloj que tal líder político trae encima; cuesta un dineral. ¿No será un idiota el que lo porta? Más idiota es el compadre de enfrente que construyó una presa en su propio rancho para robarle dinero al contribuyente. ¿Y qué me dice del señor que lleva a su familia de vacaciones en un helicóptero oficial? ¡Ese otro tiene casas en el extranjero! Nada que ver con el gandalla que se ha comprado yates y departamentos en Cancún gracias a los servicios que presta a los desarrolladores turísticos.
Son una bola de políticos estúpidos, dice la publicidad que lamentablemente es toda cierta.
Roland Barthes, el francés que inventó la semiótica, afirma que cuando las personas acudimos a las urnas solemos elegir al candidato más parecido a nosotros.
A ese representante que cuenta con un elemento, un rasgo, un algo que nos remite a nuestra propia identidad.
Una persona con quien, si la circunstancia fuera propicia, nos echaríamos una conversación íntima y hasta un tequila.
El candidato sería entonces una suerte de espejo en el que los electores tendemos a reflejar alguna parte de nuestra personalidad, aspiraciones y deseos.
Lástima que Barthes ya murió porque me gustaría preguntarle, ¿por qué diablos alguien querría votar por el reflejo de su parte más idiota?
No es fácil descifrar el enigma: en vez de construir campañas que hagan lucir la inteligencia política —que en algún lugar debe existir en México— nos piden a la ciudadanía que vayamos a sufragar por sujetos sin neuronas.
Cabe que los partidos quieran ver las urnas desiertas para que sus candidatos ganen sin que nadie les exija después la más mínima inteligencia política.
Así podrán seguir haciendo luego, con libertad, todo aquello para lo que —en perjuicio del resto— sí son escandalosamente aptos. 
ZOOM: Ni la SRE ni la SCJN reaccionaron a mi columna del lunes. Ahí afirmé que el ministro Medina Mora está recibiendo favores inadecuados del Poder Ejecutivo. ¿Será que si dan la cara la cosa se ponga aún más escabrosa? Eso sí, preguntan aquí y allá que quién fue mi fuente.

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