9/15/2018

La máscara de la fealdad




No es la primera vez que esta idea pasa por mi cabeza. Al ver hoy en un conocido Instagram sobre cine que Nicole Kidman está entre las favoritas para el Oscar por su nuevo papel, no podía parar de mirar la imagen que acompañaba al mensaje. El Festival de Toronto se rinde ante su nuevo papel en Destroyer, de Karyn Kusama. Un papel en el que una actriz conocida, entre muchas cosas, por su belleza, hace de mujer desgastada por la vida. Nada más ni nada menos, hace de fea.

Esta noticia me recuerda al Monster de Charlize Theron y a la Edith Piaf de Marion Cotillard, entre otras. Mujeres bellísimas que consiguieron la estatuilla dorada por interpretar papeles de mujeres con una vida increíble, dura y apasionante, pero, sobre todo, de mujeres feas. La interpretación de estas actrices, impecable. La idea de que para conseguir un papel fuerte e importante en su carrera hayan tenido que desembellecerse, más que interesante.
Estas tres mujeres tienen en común, al igual que un número sinfín más de actrices, que en el grosor de su carrera en la Industria Cinematográfica han interpretado a mujeres que, o eran secundarias y estaban sexualizadas y cosificadas, o eran las protagonistas, pero siempre por detrás, o al lado, de un hombre fuerte, que las ayudaba a superar sus problemas durante el film. Véase Quiéreme si te atreves, Moulin Rouge o incluso en el Noviembre dulce de Theron, en el que se supone que la que ayuda a los hombres es ella.
Alguien podría pensar que es comparable a un Mathew McConaughey acostumbrado a la comedia romántica que cambia su aspecto físico para conseguir los papeles de su vida. O al caso de Christian Bale, actor conocido por sus numerosas y arriesgadas transformaciones, como en El maquinista. Son guapos, sí, pero, en este caso, son hombres. Con esto quiero decir que, aun siendo guapos y consiguiendo papeles solo por serlo, no se les cierran las puertas a otros géneros. Es más, aun trabajando en géneros menos valorados a nivel de la Academia, como es la comedia, siguen siendo los que llevan el liderazgo en la película.
Las mujeres, en cambio, atraviesan una gran transformación entre unos papeles y otros para, muchas veces, volver a la posición en la que estaban antes, con papeles de mujeres subordinadas a los hombres y/o bombas sexuales. En cambio, ellos se convierten en estrellas a las que nunca les faltaran guiones con vidas intensas y argumentos sólidos. La primera vez que vi Monster con mi madre, al empezar la película lo que más acababa llamando nuestra atención era ver cómo de fea estaba la protagonista. Estas bellas mujeres se han puesto en el papel de una mujer menos agraciadas que ellas y han sabido conquistar a las espectadoras y a los espectadores. Han tenido que usar una máscara para que el resto del Mundo se diesen cuenta de que no son solo una cara bonita y que también pueden ser las protagonistas de películas dignas de estatuillas en Festivales y no solo meros conejitos Playboy de la cartelera.
Tal vez, si dejásemos de fijarnos tanto en el físico y de encasillar a las actrices por su cara y su cuerpo, nos daríamos cuenta de que muchas de ellas están preparadas para papeles como el de Theron en Monster. Pero, mientras, la sociedad actual, continúa ordenando a las mujeres en dicotomías de guapa o fea, gorda o flaca, puta o monja.
Esto que podemos observar en una industria como el cine es lo que nos enseñan desde pequeñas/os. Las mujeres somos valoradas por nuestro físico. Pero, además, si resulta que eres guapa, atractiva, con un cuerpo protuberante, simplemente puedes aspirar a eso. A ser la chica guapa de la película, la cual, si realmente quiere demostrar lo que vale, tendrá que desexualizarse por completo. Tal y como hace Kidman al ponerse una “mascara” en su nueva película.

Criminóloga y Agente de Igualdad. Máster en Género y Políticas de Igualdad. Especializada en psicoanálisis y en el análisis de la Imagen.

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