10/09/2018

El NAIM: un dilema civilizatorio


Víctor M. Toledo

Como sucede por todo el mundo, comienzan a aparecer con más frecuencia dilemas de magnitud civilizatoria: ¿proyectos de vida o proyectos de muerte?, ¿otra modernidad o más neoliberalismo? Se trata de elegir entre acciones que contribuyen a un colapso inminente o a su desactivación, al enfriamiento o al calentamiento del planeta (ante el cambio climático), a la recuperación de la memoria o a seguir en la amnesia que impone la modernidad neoliberal. Han tenido que pasar décadas para que el pensamiento de los ciudadanos lograra escapar de los anestésicos que cada día nos inyecta la ideología del progreso, el crecimiento, el desarrollo y la competitividad, las principales fantasías del capital. El quiebre de la ideología dominante, esencialmente eurocéntrica, ha corrido al parejo del derrumbamiento de las expectativas, de las esperanzas canceladas por los proyectos neoliberales.
El Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) es otro de esos dilemas. La propaganda lo presenta como un proyecto grandioso. Para eso están las cifras deslumbrantes del cemento, el acero, el basalto, las máquinas: “312 mil metros cuadrados con 865 losas moduladas, motivo de orgullo para la ingeniería mexicana […] edificación de cuatro niveles con 227 elevadores, 130 escaleras eléctricas, bandas transportadoras y mil 200 sanitarios que suman 743 mil metros cuadrados de construcción […] un muro perimetral de 6 kilómetros de longitud […] la cimentación por vacío en aproximadamente 250 hectáreas para cinco plataformas de operaciones comerciales, embarque satelital, hangar de mantenimiento y carga […] Destacan los 5 mil cajones de estacionamiento y la construcción de un viaducto elevado, para hacer del NAIM un sitio de talla internacional”. Se publicita como un proyecto que será para todos los mexicanos, pero que en realidad sólo lo usará 2 por ciento de los ciudadanos, el resto, 98 por ciento, unos 120 millones, ¡jamás tendrá la oportunidad de subirse a un avión en su vida!
Mirado en perspectiva histórica, este es el último golpe a un ecosistema lagunar complejo, el valle de México, que fue sabiamente interpretado en la antigüedad. En el inconsciente colectivo de los mexicanos permanece la imagen de la antigua Tenochtitlán, de aquel complejo urbano esplendorosamente construido bajo los consejos del lago, sus ritmos, rasgos y procesos. Hay argumentaciones difícilmente rebatibles que cuestionan de raíz el proyecto. Primero, se eligió la peor zona (unas 5 mil hectáreas en Texcoco), porque esa es la porción más baja del valle de México adonde desembocan las aguas que caen en la cuenca, una porción que tiende a inundarse, y cuyos suelos son poco aptos para construir seis pistas de aterrizaje. Segundo, colinda con el último reducto lacustre, el lago Nabor Carrillo, adonde llegan miles de aves migratorias que hacen peligrosos los despegues y aterrizajes de los aviones. Esto obliga a desecar el único espejo de agua del valle (unas mil hectáreas), en plena contradicción con los esfuerzos que por décadas han intentado regenerar los lagos. Tercero, el relleno de los terrenos impacta los cerros contiguos: unos 6 mil camiones mueven cada día basaltos de 180 minas a cielo abierto. Cuarto, el NAIM ya funcionando requerirá mucha agua potable en una ciudad en crisis hídrica. Quinto, los impactos por la consiguiente urbanización de esas zonas es un absurdo en una megalópolis que no debe crecer más. ¿Quiénes, cómo y por qué decidieron este monumento a la estupidez? Respuesta: el negocio entre el Estado y el capital, y el autoritarismo que ha caracterizado a los gobiernos. Si este proyecto ha avanzado 30 por ciento es por que nos fue impuesto por un gobierno autoritario que no consultó jamás a ningún sector de la sociedad. De acuerdo con la comisión encargada de la Cámara de Diputados, el gobierno de Peña Nieto mantiene en secreto la información de las licitaciones para su construcción por unos 5 mil millones de dólares. Ejemplo: la barda perimetral fue construida por el Ejército usando empresas fantasmas por 2 mil 930 millones de pesos y violando los procedimientos de la administración pública (https://bit.ly/2I8QgOf).
Los mexicanos debemos exigir que este proyecto se detenga de golpe hasta que se aclare la corrupción que entraña, y se castigue a los infractores. Llena de júbilo el encuentro que el nuevo gobierno celebró con los que ya son los primeros afectados y la trascendencia de ello: cinco ministros y otras autoridades dialogando con los pueblos tradicionales que se han unificado contra el NAIM. Todo indica que estamos ante un dilema civilizatorio, que oscila entre supervivencia o suicidio. La memoria recuperada habrá de impulsarnos a votar por la vida y por la historia, aunque esta vez sólo sea para salvar el último refugio de un antiguo esplendor, recuperando de paso sensatez y dignidad.

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