Guillermo Almeyra
Parecería que, como decía Vico, la historia se
desenrolla como espiral y pasa varias veces, más alto o más bajo, sobre
el mismo punto. Ahora, a 50 años de la Unión Popular chilena, la
mayoría de las clases dominantes intenta oponer al Poder Ejecutivo al
Poder Judicial, dado que el Legislativo se les escapó de las manos y
también en los estados gobernados por PRI o PANrechazan la Guardia
Nacional y, sobre todo, el nombramiento de coordinadores federales
porque ambas cosas debilitarían sus lazos con los militares locales y
les controlarían los gastos.
Esa guerrilla institucional defiende sus privilegios, sus enormes ingresos y, sobre todo, el poder de facto
que esas clases poseen y que desean seguir cubriendo con un poder
legal. No hay que subestimar este sabotaje que recién comienza y que
debe ser aplastado antes de que sea peligroso pues quieren anular por la
fuerza la victoria electoral popular.
Es necesario defender al gobierno legítimo y cada medida justa y
favorable a la mayoría y al ambiente encarando una restructuración a
fondo de las instituciones que fueron construidas para defender la
explotación y los privilegios y apoyar las decisiones legales con una
movilización popular que imponga la elección de los jueces y el juicio
por jurados populares seleccionados, como en Estados Unidos.
La objeción de que el nivel cultural es muy bajo y que este sistema
desataría ajustes de cuenta y excesos del México bronco subestima a los
ciudadanos comunes y la existencia de leyes e ignora que con un bajo
nivel de conocimientos formales se puede decidir lo justo (hay muchos Sanchos
en potencia capaces de ser buenos gobernadores) y que, por otra parte,
la cultura de los estadunidenses medios es deplorable pero cuentan con
letrados para asesorarles.
En México se está reconstruyendo hoy un bloque social antioligárquico
y potencialmente anticapitalista entre las clases medias pobres
–urbanas y rurales– y los trabajadores de todo tipo que se expresó
durante el gobierno del general Cárdenas. República. Pero, aunque ese
bloque pueda tener expresiones electorales coyunturales –como el triunfo
de Morena– no es ni puede ser meramente electoral.
Los triunfos en las urnas son sólo el subproducto de las luchas, de
las movilizaciones y de la participación de los ciudadanos. Las clases y
los movimientos populares elevan su conciencia y adquieren seguridad
combatiendo. En la acción masiva se forma, politiza y organiza una masa
obrera que acepta todavía hoy el consumismo y las normas y valores
capitalistas y ve al mundo como una mera oposición entre ricos y pobres y
no entre explotadores y explotados.
Esa clase que adquiere conciencia de serlo rompe así con la ilusión de la unidad nacional, del
somos todos mexicanosque la somete a sus explotadores y la divide de sus hermanos de otros países y pasa así a tener conciencia de que
ellosse oponen a
nosotrosy con ese salto ideológico libera sus fuerzas para organizarse y enfrentar a sus enemigos, que están unidos por el funcionamiento del sistema capitalista que sigue controlando el aparato estatal.
Los Chalecos Amarillos franceses se desarrollaron en el terreno
abonado por la rabia popular nacida de las mentiras, las desilusiones,
la explotación creciente y, en 24 días en que pusieron a sus
explotadores de rodillas y paralizaron el país, obligaron al gobierno de
los multimillonarios a ceder. Son un ejemplo de que la acción autónoma
unida a la autogestión local puede reconstruir la organización de la
vida cotidiana desde abajo creando confianza, conciencia y poder
popular.
Para dar base firme al triunfo electoral hay que asentarlo en la
acción popular. Si, por ejemplo, una empresa cierra por razones
políticas o porque da menos ganancia al patrón hay que ocuparla y
hacerla producir directamente en forma cooperativa porque el derecho al
trabajo y a la vida está por encima del derecho de propiedad y, si los
acaparadores escondiesen bienes para producir escasez y sabotear, es
indispensable distribuir sin indemnización lo escondido. Allí donde haya
gente viviendo en pocilgas o en la calle, es necesario ocupar las casas
vacías y ubicarla en ellas y si los trabajadores inmigrantes son
rechazados, hay que ayudarles y darles abrigo. No hay que esperar del
estado capitalista que sigue condicionando los márgenes de acción de los
gobiernos populares.
De asambleas de comunidad, colonia o lugar de trabajo, deben surgir
comités revocables por sus mandantes que prevendrán los delitos,
reducirán la violencia familiar y los feminicidios, la corrupción y los
abusos y harán cumplir las leyes.
Al mismo tiempo es posible establecer en cada localidad con qué se
cuenta para un desarrollo ambiental durable y cuáles son las necesidades
y prioridades para reorganizar el territorio, defender los recursos
naturales y dar trabajo para todos. La soberanía nacional reside en el
pueblo, que debe crear desde abajo, libremente, un nuevo Estado basado
en comunas autónomas federadas. El poder popular evitará la repetición
de la experiencia chilena.
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