4/22/2008

DEFENSA DE LA EDUCACIÓN PÚBLICA

por Patricia Romana Bárcena

Exposición de los fundamentos de la Educación Básica frente a la ofensiva ideológica de la derecha mexicana para desacreditarla y justificar la inversión privada. Alegato pedagógico contra la educación como negocio. La Educación Pública no necesita, de ninguna manera, inversión privada para mejoras materiales de las escuelas. En todo caso, una redistribución del pobre ingreso asignado bastaría para esa manita de gato con la que pretenden justificar la intromisión de los dueños del dinero en el destino de los niños y los jóvenes mexicanos.
Es cierto que muchas escuelas requieren de mejores condiciones materiales para ofrecer a sus alumnos y maestros espacios dignos, pero los recursos están ahí, lo que sucede es que los asignan a gastos de funcionarios o cargos administrativos que poco ayudan al proceso de enseñanza-aprendizaje, tarea única y no última de la Secretaría de Educación Pública. Desgraciadamente nos hemos dejado llevar por resultados de pruebas internacionales que poco informan del verdadero desarrollo que logran los niños en la escuela pública. “PEMEX no sirve, por eso hay que venderlo”…
Ahora con esta pruebita de ENLACE quieren convencer a los maestros y padres de familia que la escuela pública tampoco sirve -y también hay que venderla-, que los niños no logran aprender y que el esfuerzo ha sido en vano. Están totalmente equivocados. La Educación Básica no tiene como objetivo llenar las mentes de conocimientos fríos de poca aplicación en la vida cotidiana (que es lo que evalúan esas pruebitas), todo lo contrario, su objetivo principal es desarrollar habilidades del pensamiento que permitan a los alumnos alcanzar aprendizajes SIGNIFICATIVOS mediante la toma de decisiones conscientes y autrorreguladoras a la hora de enfrentar los problemas diarios que, entre paréntesis, son demasiados por la crisis que atraviesa el país: padres sin empleo, madres agobiadas por realizar chambitas para darles de comer a sus hijos, hogares desolados por los efectos de la pobreza, desprecio y malos tratos por esa parte de la sociedad que discrimina y divide a la población, malos ejemplos de funcionarios corruptos y nula difusión de la cultura en los medios de comunicación.
Otro de los objetivos de la Educación Básica es formar éticamente a los alumnos mediante el conocimiento de sus derechos y deberes, y con la práctica de valores en sus relaciones con los demás -la formación ciudadana, diría yo. Este aspecto no se evalúa en las pruebitas que nos descalifican a nivel internacional. Si algo bueno nos llevamos de la escuela es precisamente la convivencia con los demás, las muestras de aceptación, de solidaridad, de compañerismo, de belleza y de bondad. Los niños de la escuela pública quieren a sus maestros, los respetan y se solidarizan con ellos.
Los maestros oficiales, ante la terrible carga administrativa, distribuyen comisiones a los niños en la realización de las actividades. Todos cooperan con entusiasmo cuando se les asigna una tarea en representación de la maestra ocupada en llenar documentos. Entre ellos se reparten libros y cuadernos, acomodan las sillas, adornan el salón, ayudan al compañero que se queda rezagado, y algo muy importante que no sucede con frecuencia en la escuela privada, valoran su espacio y lo cuidan. Ante la falta de especialistas en temas académicos, los maestros oficiales investigan y preparan temas para compartir con sus compañeros en los talleres de actualización, en los que lo más valioso no son las guías y materiales diseñados por gente de escritorio que no convive con la realidad, sino el intercambio de experiencias y estrategias para mejorar su trabajo en las aulas.
Los maestros mal pagados, descalificados por el sistema, minimizados por la burocracia que impera en la SEP, hacen mucho más de lo que deben. No podemos permitir que vengan tecnócratas globalizados a decirles a nuestros maestros cómo y qué deben enseñar. Lo que necesitamos es todo lo contrario, sacar de la SEP a toda esa gente que quiere su tajada económica para meter la educación al mercado. No lo permitamos, actuemos antes de que sea demasiado tarde. ¿Qué es una escuela? ¿El edificio, bancas nuevas, computadoras apagadas? ¡Claro que no! La escuela son los niños, los maestros y los padres mexicanos que tienen el derecho constitucional de mantener la escuela gratuita, obligatoria y laica. Durante una mañana de trabajo suceden cosas maravillosas en la escuela pública, aunque nos quieran vender lo contrario. Los maestros son los profesionistas que pueden incidir en la toma de conciencia, por eso la tarea de los gobiernos pasados y presente ha sido y es la descalificación, el hostigamiento, la carga de trabajo administrativo para distraer su noble labor.
Los padres de familia dejan en las escuelas públicas a sus hijos, que es lo más valioso para ellos, y depositan en los maestros la confianza y el apoyo para que hagan de ellos seres capaces y libres. Dejar que intereses oscuros se introduzcan a las aulas nos llevará a perder autodeterminación. No permitamos que la educación se convierta en una mercancía, no nos dejemos deslumbrar por espejitos como lo hicimos en el pasado. La escuela pública con sus carencias materiales ha logrado formar generaciones de hombres y mujeres que, con el sudor de su frente, hoy sostienen a los gobiernos corruptos que no han sabido corresponder a su esfuerzo.
Dejar que traspasen nuestras paredes será un error que pagaremos muy caro. Lo que necesitamos es una campaña de sensibilización para promover los valores humanos que nos están arrebatando con la supuesta escuela de calidad; la calidad está en las personas y en los conocimientos, no en los objetos materiales. Los países desarrollados que cuentan con escuelas impecables enfrentan hoy otro tipo de problemas, por ejemplo, la deshumanización y la violencia. Estando en Madrid escuché en un noticiero la preocupación de los maestros por contener la violencia dentro de sus aulas. Un alumno fue expulsado por haber desprendido con los dientes un pedazo de mejilla a un compañero. Me pregunté por qué razón su alto rendimiento académico no le ayudó a contener su rabia.
Que no nos engañen con la mentada calidad educativa. Nuestros niños merecen un mejor destino, pero no lo obtendrán con mobiliario nuevo ni con ventanas de aluminio en vez de herrería pesada; la única forma de mejorar su situación es ofrecerles las bases para ser mejores personas, más humanas, sensibles al dolor ajeno y capaces de realizar cualquier empleo con dignidad y responsabilidad. La Educación Pública no puede estar en venta.

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