7/25/2008

Ni el pésame les dieron

Martiniano Nemirovsci
En la noche del 1º de marzo cinco jóvenes mexicanos, estudiantes de la UNAM, dormían en el campamento del número dos de las FARC, Raúl Reyes, en Ecuador. Esa misma noche el ejército colombiano cruzó la frontera y sus bombas mataron a Verónica Velázquez Ramírez, Juan González del Castillo, Fernando Franco Delgado y Soren Ulises Avilés. Lucía Morett fue la única sobreviviente del grupo.

Tras el bombardeo, el presidente de Colombia, Alvaro Uribe, señaló que los jóvenes eran cómplices de las FARC. Desde entonces los familiares de los estudiantes emprendieron una campaña para dar a conocer su visión de los hechos y reclamar justicia. “Queremos que los criminales sean llevados a juicio. Sabemos que es un proceso largo y difícil, pero estamos dispuestos a hacerlo”, sostiene Alvaro González, el padre de Del Castillo, que junto con su esposa, su nuera y la madre de Velázquez Ramírez emprendió una gira por Ecuador, Chile y Argentina, para difundir su caso.

En su paso por Buenos Aires, habló con González en la sede de la Liga Argentina de los Derechos del Hombre. Con su habla pausada pero firme, dijo estar seguro de que tarde o temprano se sabrá la verdad.

–¿A qué se dedicaba su hijo?

–Era estudiante de Estudios Latinoamericanos, igual que tres de sus compañeros. Eran muy activos. Habían creado una cátedra libre sobre Simón Bolívar, habían creado un cineclub, hacían presentaciones de libros, escribían artículos, presentaban ponencias, hacían conciertos. Viajaban, estaban muy interesados en los aspectos sociales de los problemas de América latina. Era su profesión.

–¿Qué hacía en el campamento?

–Mi hijo estaba haciendo su tesis sobre el problema de la guerrilla. Era una tesis muy específica, sobre cómo se reflejaba el conflicto en la música colombiana. No sé cómo obtuvo el contacto para llegar a ese lugar, pero él estaba haciendo un trabajo de investigación. A fines de febrero había salido de México para asistir a un congreso bolivariano en Quito, donde hubo estudiantes de diversos países. Ahí surgió la invitación al campamento, aunque nunca me avisaron porque supongo que no quiso preocuparme.

–¿Habían ido los cinco juntos?

–Sí, eran amigos, compañeros, los unía esa cátedra bolivariana.

–¿Cuándo fue el congreso en Quito?

–Fue del 24 al 28 de febrero. Ellos llegaron a Ecuador a principio de mes porque primero visitaron amistades, hicieron entrevistas y pasearon un poco.

–¿Cuánto hacía que estaban en el campamento cuando fue el bombardeo?

–Ellos llegaron esa misma noche. Salieron de Quito el 28, cuando terminó el congreso, y llegaron el 29 como a las 17.30, según nos dijo Lucía. Sólo pudieron ver a dos personas, que les dieron de cenar algo y les indicaron dónde dormir. Yo supongo que deberían de estar cansados porque es una larga travesía para llegar hasta ahí. Se fueron a dormir y por la noche fue el bombardeo.

–¿Le había comentado que tenía intenciones de ir a entrevistarse con las FARC?

–Juan nunca mencionó que tuviese planes de ir, es más, no creo que ninguno de ellos se hubiese atrevido a ir a Colombia sabiendo que la situación era peligrosa. Por eso condenamos el hecho, pues ellos, es mi apreciación, se sentían seguros en Ecuador y por eso aceptaron la invitación, pero no hubiesen ido si fuese en territorio colombiano.

–¿El gobierno mexicano le dio algún tipo de apoyo?

–El presidente no nos ha dado el pésame ni por escrito. Solamente nos recibieron funcionarios menores de Relaciones Exteriores. Esa es una de nuestras exigencias, que el gobierno cumpla con sus obligaciones de defender a nuestros hijos, porque eran nacionales que fueron asesinados fuera de nuestro país. Pero no ha respondido, sino que al contrario, le ha dado espacios a Uribe. El presidente de Colombia ya fue dos veces a México, donde la prensa le da cobertura y difama a nuestros hijos. Prácticamente dice que su muerte está justificada, cuando en Colombia no hay pena de muerte. El es como el fiscal, el juez, el verdugo. Y esto lo permite el gobierno mexicano. Por eso nuestra indignación. Este es uno de los motivos del viaje: denunciarlo fuera de nuestro país, de cómo nuestro gobierno no está cumpliendo con su deber.

–¿Cómo está Lucía Morett?

–No la he visto desde Quito, cuando estuvo en el hospital militar. Ahí se quedó mucho tiempo, recuperándose de sus heridas. Tuvo una muy grande en un glúteo, las esquirlas de las bombas le penetraron casi diez centímetros. Pero las heridas físicas se ha ido sanando. Lo que va a ser muy difícil de sanar son sus heridas psicológicas, porque ella está muy afectada. No pudimos hablar mucho con ella porque mencionaba algo y se largaba a llorar. Lo poco que nos dijo es que vio cómo amontonaban a los cadáveres, cómo remataban por la espalda a los que quedaron heridos. Oyó a los militares que decían: “Denle bala, denle bala”.

–¿Sabe si ya volvió a México?

–Está en Nicaragua, el gobierno le dio asilo político porque no puede volver a México. Su situación es complicada. Hay una denuncia en su contra, en la Procuraduría General de la República, por terrorismo internacional. Y hay otros jóvenes universitarios acusados de delincuencia organizada, incluso jóvenes que no fueron al congreso ni al campamento, que son de la cátedra Simón Bolívar. Se les tuvo que tramitar amparos para que no sean detenidos.

–¿Se está llevando adelante alguna investigación sobre el bombardeo?

–Sí. Se está encargando la Asociación Latinoamericana para los Derechos Humanos de Quito. Fueron los que hicieron la primera denuncia de los hechos. La investigación se llevó a La Haya.

–¿Por qué denuncian una campaña mediática en contra de sus hijos?

–Porque en México hay una campaña muy fuerte del gobierno colombiano con la que están montando fotografías en los diarios y en revistas, con las que presentan a nuestros hijos como si estuviesen en el campamento de forma permanente, como integrantes de la guerrilla.

–¿Esa es la postura general que tomaron los medios en México?

–Bueno, hay de todo, pero con este viaje nos estamos dando cuenta de que la gente se enteró muy poco de la muerte de los cuatro muchachos. No se le dio la importancia que tiene. A esta señora (Ingrid Betancourt) la soltaron y pudo abrazar a sus hijos, sin embargo a los nuestros ya no los vamos a poder abrazar. Queremos que no pasen al olvido.

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