3/06/2010

La columna de Ma Teresa Priego



Esposa e hijos de Marcial Maciel

Los ex Legionarios de Cristo abusados por Marcial Maciel, buscaron por décadas justicia. Un resarcimiento moral. La aceptación por parte del Vaticano del daño que les fue infligido. La investigación de las redes de complicidades que permitieron los abusos a menores, en una congregación amurallada en su voto de secrecía (ahora abolido) y en la omnipotencia cuasi divina del “padre fundador”. Lucharon cuando parecía imposible. Cuando tenían todo en contra. Tras no obtener respuesta del Vaticano, denunciaron públicamente a “nuestro padre” en 1997, después de que Juan Pablo llamó a Maciel “guía eficaz de la juventud”. (Archivos, testimonios, análisis en Marcial Maciel de Fernando González)

Carmen Aristegui ha militado en la defensa de las víctimas de abusos sexuales por sacerdotes. Su empatía abrió espacios a las palabras de los ex legionarios. Y esta semana a una entrevista con la “familia mexicana” de Maciel. Creo que en ésta, la empatía de Carmen le empañó la escucha. Ayer en una segunda entrevista confrontó a José Raúl, con la carta hecha pública por los legionarios. ¿Millones a cambio de silencio? Sí.

Primera entrevista: esposa y tres hijos. Los tres “reconocidos”, por Jaime Alberto González. Maciel presentó un acta de nacimiento falsa. Hasta ese momento los niños llevaron el apellido de la madre. ¿Cómo explicó el “viudo” Raúl Riva, el no reconocerlos al nacer? ¿Cómo pasó de Raúl Riva a Jaime González? Un padre que trabaja en la Schell, pero a sus horas es detective, y pasea a sus hijos en el Vaticano. Un hombre rico. Es un hecho. Aunque todo alrededor suyo sean arenas movedizas. Los niños viajan con su “tía Norma” y una niña muy presente en sus vidas, ¿su prima? ¿No llamaba papá a Maciel? ¿Blanca no sabía? ¿Los hijos no se dieron cuenta de que Norma era la mujer española del padre? ¿Nadie reconoció a Maciel? La negación es un mecanismo de defensa. ¿Hasta dónde?

Para los hijos, el espacio irreal de una identidad de asideros volátiles. Y el de una madre con una estremecedora capacidad de negación (si creemos sus palabras) ¿o de negociación? Se enteró de “quién era su esposo” en 1997 a través de Contenido. ¿De que era fundador de los Legionarios? ¿O de que estaba acusado de pederastia? ¿O de ambas realidades? Cuenta que entonces Marcial/Raúl le dijo: “Lo que pasa es que me quieren sacar del Vaticano”. ¿Pero no que trabajaba en la Schell? Afirma que sus hijos le confesaron en 1999 haber sido víctimas de los abusos sexuales de su padre por ocho años. Ella “les creyó”. Pero también cuenta que Marcial/Raúl le dijo: “Nena, rézale a la Virgen de Guadalupe para que el próximo papa…”.

¿El próximo papa qué? No lo supimos. Cambió de tema. ¿Maciel hablaba ya del próximo papa en 97? Quizá. Aunque si ya preveía esa llegada, es posible que la señora cite una plática de 2005.

No pongo en duda el abuso sexual del que Omar y José Raúl dicen haber sido víctimas. Ni su dolor. Me pregunto qué pasó después de 1999 en la familia “González” Lara. Las vivencias traumáticas tienen su tiempo. Atemporal como el inconsciente. Pero hay momentos de disonancia en el discurso de la madre y los dos hermanos. Como si la identidad del padre hubiera sido descubierta, antier por la mañana. Cuando no les pagaron. Y entonces decidieron “sumarse” a una causa que los ex legionarios abusados llevaron adelante públicamente desde 1997. ¿Por qué no lo hicieron antes? Porque se trata no de acompañarse, sino de utilizarlos.
El hijo que habla del legado “extraviado” y su hermano quien dice: “Nosotros no tenemos un patrimonio”, son hombres de más de 30 años.

Y aunque el abogado Bonilla insista en que lo que demandan es un resarcimiento moral, y que si hay derechos por reclamar es una plática accesoria. José Raúl fue claro: los legionarios le hicieron perdedizo un fideicomiso. ¿Las Bahamas? ¿Suiza? Leyó en voz alta la carta enviada por el representante de Corcuera. Omitió mencionar la cantidad que piden a los legionarios. 26 millones de dólares. Seis millones por “voluntad del padre”. 2o por abusos sexuales. En esta mezcla de dolores y millones, las palabras se vuelven oscuras. Los ex legionarios abusados piden que sea pública la verdad. Nunca han estado dispuestos a mercadear con ella.
“Mi padre era íntimo amigo de Juan Pablo II”, comenta Raúl. Quien hace un llamado a la SRE para que le ayude a resolver un problema: en su visa estadounidense aparece con los apellidos de la madre, y en su pasaporte con el apellido González y “si mañana quisiera viajar a EU”, tendría un problema “de identidad”. Aunque el problema de identidad es más probable que se resuelva en un diván, podríamos pensar que intenta resolver una parte a través de un acto simbólico. ¿Por qué no comienza trámites para lograrlo como cualquier ciudadano? ¿Por qué la SRE debe resolver su caso?

En sus demandas, los hijos buscan reivindicaciones de tipo moral: el Vaticano debe reconocer los abusos sexuales y pedir una disculpa. No intento minimizar los dolores de la familia González Lara. Pero ellos tienen una causa que defender: la suya. A pesar de las constantes y su gravedad, su proceso es muy distinto en el tono, las vivencias y los contenidos al de los ex legionarios como José Barba. No es ni honesto, ni justo que pretendan sumarse —millonarias vencidas de por medio— en absurdos términos de equidad y solidaridad, a una lucha que les es tan ajena. La madre al final: “Al papa Benedicto, que no nos desampare …a todas las víctimas y pues especial para nosotros”. Ah. ¿Y quién los “amparó” durante todo este tiempo?

Escritor
a
María Teresa Priego


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