3/02/2010

JAZZ ... JAZZ.... JAZZ...


Jazz

Bebop, jazz, Isabel y Héctor

Antonio Malacara

Nos fuimos a Monterrey para acompañar a Willy en su operación, pero una noche antes del quirófano estuvimos en San Nicolás de los Garza, en el teatro Nova, para conocer la propuesta del grupo Bebop Jazz. Lo primero que nos llamó la atención de este septeto fue que, a pesar del nombre, en su repertorio casi no aparece nada (y que valga la doble negación) de bebop. No obstante, la velada resultó agradable. Los regios mostraron buena factura.

Después de un frío y titubeante inicio con el All blues, de Coltrane, la banda fue tomando pista hasta alzar el vuelo con Sunset at sunset, tema clásico de Eugenio Toussaint. Entre pieza y pieza, Miguel Lawrence, flautista y director, explicaba al público lo que es el jazz y cómo surgió en el planeta; platicaba sobre el tema a seguir o presentaba a algunos invitados especiales, entre ellos Álvaro Suárez, decano radiodifusor de la síncopa por aquellas tierras por medio de su programa Esta noche jazz.

A pesar de que el nerviosismo nunca desapareció del todo, de que por momentos su discurso resultaba demasiado esquemático, o de que los solos de cada instrumento eran invariablemente cortos, Bebop Jazz logró transmitir buenas dosis de emoción. A medio concierto, Jesús Altamira se quedó solo en el piano para entregarnos una suerte de suite alrededor de Un mundo raro, de José Alfredo Jiménez, con dinámicas que iban del pianísimo al molto vivace, arrancando así la primera ovación del público.

Esto hizo que los músicos tomaran un segundo aire, y entonces el Mambo influenciado, de Paquito D’Rivera, apareció sólido y las percusiones despertaron a plenitud y los tendones se articularon, el teatro se balanceó entero y todos sonreímos y aplaudimos con ganas. Apareció entonces Aída Martínez, vocalista uruguaya avecindada en Monterrey, de voz intimista y clara, bien plantada; cantó a Porter, Jobim y Spalding y terminó por conquistar a la audiencia.

El grupo es complementado por el sax de Ariel López, la guitarra de Joel Sánchez, la batería de Javier Cantú y las percusiones de Roy Galván. El bajo eléctrico de Jona- than Soriano se cuece aparte, sobresale toda la noche y brilla bajo los conceptos de Jaco Pastorius. Salimos con un buen sabor de boca y con la urgencia de descansar para ir temprano al hospital del Tec.

Isabel Tercero, responsable directa del Mitote en Cuernavaca y Santa María, requiere una nueva operación de cadera. Para apoyarla en esto y para reiterarle que la quieren y la admiran, más de 50 musiqueros y musiqueras se congregaron para ofrecer un concierto el próximo sábado 20 de marzo, a las cinco de la tarde, en el Museo de la Casona Spencer (Hidalgo 22, Centro Histórico de Cuernavaca, Morelos).

Por orden de aparición, ahí estarán: Nardis Trío, Mitote, Silvie Henry, Keiko Niikura, Leika Mochán, Guillermo González, Warabari, Wamazo y Fuxé. Ahora que si quieren escuchar al Mitote en el Distrito Federal, el grupo se va a presentar el 5 de marzo en El Convite (Ajusco 81, colonia Portales Sur) y pueden reservar al 5601-2260.

Resulta que el grupo abridor de Eddie Palmieri va a ser el Cuarteto de Héctor Infanzón, una de las más grandes propuestas musicales en la historia del jazz mexicano. Luego entonces, la noche del 5 de marzo duplica su atractivo. Héctor estará acompañado por Adrián Infanzón en el bajo, Mario García en la batería y Luis Gómez en las percusiones. La cita es en el Salón José Cuervo (antes Salón 21), en Lago Andrómaco 17, esquina Moliére, en la colonia Ampliación Granada.

En la puerta de esta columna están ya los nuevos discos de Magos Herrera, Fuxé, Javier Reséndiz, El Quinto Elemento, Víctor Patrón, Alejandro Corona, Fuxé, Govea, Juan Alzate, Adrián Escamilla, Utokalhipsis y Chucho López. Ahi van. Salud.

Regresa a México para presentarse con el Afro Caribbean Jazz Septet y su orquesta La Perfecta

En el jazz soy tan sólo un aprendiz, afirma Eddie Palmieri

Para mí ese género es preparación, estudio y sensibilidad, expresa en entrevista

Pese a que muchos se han empeñado en cantarle las exequias, la salsa no está en peligro de extinción, dice

Foto
Eddie Palmieri, hace algunos años en el Pasta Jazz Ristorante Bar, en la colonia Condesa, donde ofreció un concierto

Foto Arturo Fuentes
Ernesto Márquez
Periódico La Jornada
Martes 2 de marzo de 2010, p. 9

Setenta y tres años de vida, 60 en la música, 56 en agrupaciones musicales y 45 en las salas de grabación hacen de Eddie Palmieri una de las más grandes personalidades de la salsa y el jazz latino. De hecho es el único que que ha recibido nueve Grammys en ambos géneros, lo que representa para mí una gran responsabilidad, ya que nuestra música latina genera cada día grandes músicos, muchos tan capaces o más que yo, dijo en entrevista.

Palmieri, quien viene a la ciudad de México a presentarse con sus dos agrupaciones: el Afro Caribbean Jazz Septet (viernes 5 de marzo, Salón Vive Cuervo) y su Orquesta de Salsa La Perfecta (sábado 6, salón La Maraka) considera que sólo es un tocador de piano y que le falta mucho por hacer. “Apenas estoy conociendo mi instrumento… mi música. Por eso me empeño en seguir estudiando, profundizando más en mi trabajo creativo, ya que antes de retirarme de este mundo maravilloso, de ausentarme de la música, quiero dejar a las generaciones futuras un buen ejemplo a seguir.”

Uno ve al gran maestro y conociendo lo que ha pasado en su vida se sorprende al descubrir que ni el paso del tiempo ni toda la tralla de noches de rumba han mitigado su energía. Eddie Palmieri luce vigoroso, “con buena salud y muchas ideas por concretar (…). Ya pasaron esos años de locura y desenfreno, ahora vivo con tranquilidad. Estoy más dedicado a la música; sigo estudiando piano, sobre todo armonía moderna y nuevas técnicas de composición”, aseguró.

Sus ojillos se alegraron cuando alguien le acercó un tarro de cerveza. Es lo único que tomo, comentó mientras encendía un habano, para luego reiterar: “Estoy bien… me siento bien”. Y dijo lo mismo de su música. Está seguro de que hay salsa para rato, pese a que muchos se han empeñado en cantarle las exequias, y a que en Cuba, su gran referente musical, el son hoy esté siendo desplazado por el reguetón.

Ni la salsa ni el son están en peligro de extinción, expresó sonriendo, mientras degustaba su habano y daba un sorbo a la cerveza. “En todas las giras mundiales que he tenido la fortuna de hacer, mi música siempre ha sido muy bien aceptada. Sin duda alguna, la salsa hoy es global, a pesar de la falta de apoyo de las disqueras y de las emisoras de radio.

“Somos una potencia musical bien respetada en el mundo entero –comentó con orgullo–. Las figuras del rock y los músicos de jazz están abrevando en nuestras fuentes porque saben que allí encontrarán algo fresco, exuberante y bueno. Esta mezcla de músicas y de ritmos será precisamente lo que mandará en el presente siglo.”

Él mismo ha sido uno de los generadores de esa tendencia, a tal grado que en 1988 el Instituto Smithsoniano grabó y documentó dos de sus conciertos para el catálogo del Museo Nacional de Historia Estadunidense de Washington DC.

Nacido en el Bronx, Nueva York, en el seno de una familia de clase media trabajadora, Eddie empezó sus estudios de solfeo y piano a la edad de ocho años con una maestra llamada Margareth Barnes. Su madre, por cierto, era considerada entre las vecinas como una derrochadora, ya que pagaba 25 centavos de dólar por cada lección al chicuelo.

“En realidad –cuenta Palmieri– la maestra llegaba por mi hermano Charlie, mayor que yo, quien estaba muy entregado al instrumento. A mi casi me lo impusieron porque lo que más deseaba era ser timbalero, como Tito Puente. Pero mí mamá no compartía esa inquietud: ‘Tú serás algo más importante –me decía–, tu vas a ser pianista, al igual que tu hermano, y no un vago del tambor’. Tuve que obedecer.

Con la maestra Margareth Barnes aprendí mucho acerca del mundo clásico. Luego estudié con el pianista español Claudio Zavala y con un señor llamado Roberto Harris, quien también daba clases en el Carnegie Hall. Después de ellos tres caí con el profesor Bob Bianco, quien me llevó hacia el mundo de las armonías de jazz. Luego tomé clases con el ruso y científico Joseph Hillinger, quien me enseñó muchas formas de analizar la música. Todas estas personas, incluyendo mi hermano, me han ayudado en mi vida personal y en mi carrera; hay veces que mis maestros me hacen mucha falta porque ya no están en el planeta, pero siguen en mi alma y en mi corazón.

Aprendizaje de oído

Un día, comentó Eddie, su padre, quien era técnico radiofónico, llevó un enorme aparato a casa en el que se podían escuchar por onda corta las transmisiones de programas musicales emitidos desde Cuba. Fue entonces cuando empezó a interesarse en la música cubana y aprendió a tocar de oído sones como El alacrán y danzones del tipo de Almendra.

“Todo mundo dice que mis tempranas influencias vienen del jazz –expresó mientras sacudía la ceniza al puro– y eso es mentira. Desde niño yo estaba loco por la música cubana, lo del jazz vino después, cuando mi hermano Charlie, quien fue mi primera y gran influencia; empezó a hacer sus experimentos y a escuchar día y noche toda esa música que me parecía extraña. Poco a poco empecé a entenderla. Más adelante mi profesor Bob Vianco fue quien me adentró en el mundo de las armonías jazzísticas. Pero lo primero que se dio en mí fueron los ritmos afrocubanos.”

A los 17 años debutó como pianista en la orquesta de Johnny Seguí. Le siguieron las de Vicentico Valdés, Pete Terres y Tito Rodríguez.

Posteriormente creó su propia banda, La Perfecta, en la que ensayó un sonido diferente a partir de la combinación de dos trombones, flauta y un tumbao pianístico de ataque.

La Perfecta, para mí, ha sido una de las mayores agrupaciones de música latina que han existido, continuó al tiempo que daba una gran jalada a su habano. “Mira, cuando yo la formé‚ todo mundo andaba bregando en la música cubana; había muchos conjuntitos y charanguitas que no hacían otra cosa que repetir esos patrones; entonces pensé en armar una banda brava, que le diera un tratamiento diferente a toda esa música. Cambié las trompetas por un par de trombones (ejecutados por Barry Rogers y José Rodríguez), incluí una flauta (Georgie Castro) y eché pa’ lante con Ismael Quintana (voz), Tommy López (congas) y Joe Rivera (bajo). Aquello fue la locura.”

Marcador de rumbos

No tardó mucho en elevar a una alta expresión la música afrocaribeña, marcando los rumbos definitivos de lo por venir. Y apoyándose en sus conocimientos compuso y arregló sus primeros temas jazzísticos.

Conozco a plenitud los patrones rítmicos de mi música latina y el jazz aún lo sigo estudiando. El jazz para mí es preparación, estudio y sensibilidad. De ahí que no me considere jazzista, soy tan sólo un aprendiz.

Al percibir incredulidad, sonrió y subrayó: Muchas personas me consideran pianista de jazz, lo cual es todo un halago, pero no, y te lo digo desde el fondo de mi alma, no lo soy. Por eso tengo que estudiar como loco el piano, para estar a la altura que me ponen.

Ríe el maestro mientras alza el renovado tarro de cerveza para brindar por México y su cultura. “Aprecio mucho la música de mariachi y el sueño de toda mi vida ha sido fusionar esta música con el latin jazz. Ahora mismo trabajo en dos partituras: El son de La Negra y Cielito lindo. Me he tomado el tiempo necesario para mezclar la sonoridad de las trompetas del mariachi con las del latin jazz, además le he añadido el ritmo de las pailas, tumbadoras y bongó para que sea bailable. Quizá en la próxima ocasión se las presente.

Eddie Palmieri, este 5 de marzo en el Salón Vive Cuervo (Andrómaco y Moliére), abrirá el Cuarteto de Jazz de Héctor Infanzón. El sábado 6, en La Maraka (Eugenia y Mitla), con Pregoneros del Recuerdo.


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