3/03/2010

La columna de Schimidt: Border patrol mexicana



Las fronteras en el mundo son áreas grises, ahí se mezclan los aspectos positivos y negativos de dos naciones (a veces son más) y donde por algún azar del destino se incuba un tipo de delincuencia que sabe aprovechar muy bien los claroscuros de dos jurisdicciones.

La frontera entre México y Estados Unidos conecta al mayor consumidor de drogas del mundo, con una de las policías más corruptas de la tierra. Los policías en México en lugar de analizar las condiciones para proteger mejor a la sociedad, encuentran los mecanismos más útiles para extorsionar e inclusive para robar.

Recuerdo haber visto en el cruce de las carreteras de Huamantla a Puebla y Xalapa una patrulla parada y los chóferes tienen que frenar para depositar su peaje. Me han dicho que en la noche el policía deja una rendija de la ventana abierta para que le depositen el dinero sin perturbar su sueño. Y si usted pregunta, seguramente le contarán lo creativos que son los policías para sacar raja de sus asignaciones, porque aunque sea poco, algo se llevan en cualquier lado.

La frontera México-Estados Unidos es una zona de encuentro de grandes asimetrías en casi todos los terrenos, en la económica tenemos al país más rico del mundo con un país cuya economía está entre las más importantes del mundo pero con condiciones sociales y políticas de tercer mundo, en lo social México es el país de América Latina con la mayor desigualdad, en lo político Estados Unidos es un país descentralizado mientras que en México hay una profunda centralización y un fuerte distanciamiento entre el gobierno y la sociedad, en Estados Unidos los medios y la sociedad hurgan en las tripas del gobierno para limitar los excesos, mientras que la opacidad en el gobierno en México continúa vigente, En Estados Unidos la familia se ha deteriorado mientras que en México perviven fuertes vínculos sociales como el compadrazgo y la familia extendida, además de una religiosidad que ancla los mejores esfuerzos de modernización.

Este cuadro bi-nacional genera un efecto de expulsión-atracción muy fuerte que se ha sostenido por más de un siglo y que en sus distintas oleadas llega a comprender actualmente casi el 20% de la población mexicana viviendo en Estados Unidos.

La política de migración de ambos países es muy distinta, México dificulta la nacionalización y Estados Unidos no la tiene como prioridad. Ambos países parecen aislarse, sin embargo, mientras uno es atractor nato el otro es expulsor y esto marca una gran diferencia.

En las últimas dos décadas del siglo XX el flujo migratorio fue tan acelerado que Estados Unidos reaccionó endureciendo sus marcos legales y reforzando la protección de su frontera, al grado que hay autores que consideran que generó una zona de guerra de baja intensidad.

Durante mucho tiempo Estados Unidos ha insistido en que México frene sus propios flujos migratorios, México se niega porque ese flujo resuelve problemas de desempleo, balanza de pagos y alivio a la pobreza. Pero con la reciente oleada de crímenes violentos en la frontera, al parecer por una guerra entre pandillas que se pelean el jugoso negocio del tráfico de drogas, finalmente ambos gobiernos han aceptado armar un operativo conjunto que Estados Unidos espera lleve directo a la creación de una Patrulla Fronteriza Mexicana.

La política de contención migratoria de Estados Unidos ha sido condenada por la profunda violación a los derechos humanos, mientras que en México las quejas sobre asalto, violación, robo y otras linduras es pan de cada día en la actitud de las policías mexicanas respecto a los inmigrantes.

Crear una Patrulla Fronteriza Mexicana será poner al lobo a cuidar a los pollos, le darán dientes más filosos a los agentes que se conocen por su actitud abusiva y que medran con la necesidad de los emigrantes.

La contención de la migración no es cuestión de policía, es de desarrollo económico y social. Mejor harían México y Estados Unidos en invertir las fortunas que destinan a militarizar la frontera a desarrollar las entidades que expulsan población. Un México próspero frenara la salida de gente sino que eventualmente atraerá a muchos de los que se fueron y aquellos que regresen y que han aprendido de otra cultura, podrán poner un enorme grano de arena para limpiar la política mexicana que necesita una reparación mayor y urgente.

schmidt@mexico.com

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