12/08/2010

Detención bajo sospecha




Editorial La Jornada

Ayer, nueve días después de que Wikileaks comenzó la filtración masiva de documentos del Departamento de Estado, el fundador y director de ese sitio de Internet, Julian Assange, se presentó ante las autoridades británicas en Londres, donde fue detenido a consecuencia de una orden de captura emitida por el gobierno sueco, por sospechas de coerción ilegal, acoso sexual y violación. Horas más tarde, un juez de primera instancia en el tribunal de Westminster, en el centro de la capital británica, rechazó la solicitud de libertad bajo fianza presentada por el acusado, y determinó que éste deberá permanecer en custodia hasta el 14 de diciembre, en espera de su posible extradición a territorio sueco.

Sin prejuzgar sobre la culpabilidad o inocencia del periodista australiano en los delitos que se le imputan, es ineludible que el proceso en su contra ocurre en el contexto del escándalo mundial por las pruebas de crímenes de guerra cometidos por las fuerzas invasoras en Irak y Afganistán, y por la difusión de los papeles del Departamento de Estado y la manifiesta irritación que la labor de Wikileaks ha generado a máximos poderes mundiales. En ese sentido, y aunque las órdenes de captura contra Assange han sido calificadas por la justicia sueca de acciones totalmente independientes y ajenas a presión política alguna, difícilmente se les puede desvincular de las destempladas y equívocas reacciones de Washington y sus aliados ante la divulgación de los documentos referidos; del cerco político, cibernético y financiero que ha padecido el sitio en días recientes, e incluso de los llamados de miembros prominentes de la clase política estadunidense y canadiense a asesinar al director de Wikileaks. El contexto pone en duda el afán legalista de las acusaciones comentadas, y hace que sean percibidas como parte de una campaña dirigida a acallar, por medios distorsionados –así se ciñan a la letra legal o resulten manifiestamente delictivos–, un ejercicio de transparencia y libertad informativa.

En forma paradójica, la opacidad y la virulencia con que los integrantes del establishment mundial han reaccionado ante las filtraciones de Wikileaks han tenido el efecto contrario al que habrían esperado: lejos de desacreditar la labor de Assange y sus colaboradores, la han realzado como un elemento invaluable de control social y de escrutinio público frente a una institucionalidad internacional de etiquetas democráticas que oculta la verdad sobre prácticas inconfesables y hasta abiertamente ilegales: crímenes de guerra, conspiraciones, incitaciones a la corrupción, actos de espionaje, allanamiento de soberanías, hostilidad diplomática contra gobiernos críticos, encubrimiento de regímenes impresentables.

Al margen de los intereses que pudieran estar detrás de las tareas de Wikileaks, es innegable que el sitio ha realizado un aporte invaluable a la causa de la libertad de expresión, la transparencia y el derecho a la información, elementos imprescindibles del desarrollo democrático y civilizatorio. Corresponderá a los sectores lúcidos y comprometidos de la opinión pública internacional hacer buen uso de estos recursos y ejercerlos como forma de control social ante las pulsiones oscurantistas y antidemocráticas de los gobernantes.

José Antonio Crespo

Filtraciones y narcotráfico

Por supuesto, las filtraciones del sitio WikiLeaks generarán diversos efectos en la política mundial y la de cada uno de los países exhibidos. En nuestro caso, nos enteramos de percepciones de la embajada estadounidense y del propio gobierno mexicano sobre la guerra contra el crimen organizado que en absoluto corresponden con las declaraciones oficiales de esos dos actores. Sabemos de antemano que en la política y en la diplomacia está prohibido decir lo que uno piensa. Por eso resulta interesante descubrir lo que realmente creen los diversos actores políticos sobre tal o cual tema, para así extraer conclusiones pertinentes. En más de un sentido, el gobierno y la embajada dan la razón a los críticos de la estrategia calderonista, reconociendo que estamos ante un enorme fracaso.

Por ejemplo, más allá de las constantes felicitaciones que hace la embajada a Felipe Calderón por su estrategia contra el narcotráfico, considera que “se ha enfrentado a un panorama de descoordinación entre las agencias que participan en la lucha contra el narco que, sumada a las crecientes espirales de violencia, dejan la percepción de que su estrategia ha fracasado”. Agrega que las instituciones de seguridad están entrampadas en una competencia de suma cero, en donde “el éxito de una agencia es percibida como el fracaso de otra, la información es mantenida aparte y casi no hay nada que se pueda llamar operación conjunta”. Es decir, contrariamente a sus declaraciones oficiales, la embajada no cree eso de que “vamos ganando aunque no parezca”, lema que ha sido eje toral de la publicidad oficial. Y, por supuesto, uno de los problemas claves que no se ha enfrentado —y que vulnera todo esfuerzo contra el crimen— es la corrupción oficial, “que es generalizada”. Los expertos en seguridad llevan años señalando que mientras no se combata la corrupción oficial (no sólo la vinculada al narcotráfico) no se podrá avanzar significativamente. Pero el gobierno no lo hace para no afectar a la clase política de la que forma parte (sería darse un balazo en el pie).

Y si bien EU ha respaldado desde hace mucho tiempo la participación del Ejército en esta lucha (Vicente Fox intentó sacarlo, pero los estadounidenses le torcieron el brazo para que no lo hiciera), la embajada piensa que sus acciones han sido “torpes, descoordinadas, anticuadas, burocráticas, parroquiales y con aversión al riesgo”. Se piensa también que “(Sedena) Ha sido seriamente golpeada por organizaciones de derechos humanos internacionales y domésticas, que argumentan con una base considerable que, de hecho, los militares no están capacitados para desempeñar un papel policiaco doméstico… El riesgo es que cada vez que se critica más a Sedena más aversión al riesgo tendrá”. Tales percepciones no reflejan una victoria clara sobre los capos, sino el fracaso de la estrategia.

Por su parte, el gobierno mexicano, en voz del entonces subsecretario de Gobernación, Gerónimo Gutiérrez, reconoce que las cosas no van tan bien como lo afirma oficialmente. Frente a la aseveración de Calderón en sentido de que no se ha perdido un centímetro de control territorial, Gutiérrez reconoce frente a Estados Unidos que se han perdido alguna zonas: “Esto (la pérdida de control en regiones) está dañando la reputación internacional de México, lastimando la inversión extranjera, y enviando una sensación de impotencia del gobierno”. Gutiérrez comunica también que “ya ni siquiera hay tiempo para afianzar la preparación de las instituciones en los años que restan de la administración Calderón”. En efecto, no hay tiempo porque la guerra se emprendió sin preparación, como ahora reconoce públicamente el procurador Arturo Chávez Chávez: “Yo creo que a todos nos resulta claro que la forma como se presentó el fenómeno tomó impreparadas a las instituciones del país. Negarlo es un absurdo. Todos lo tenemos claro” (2/12/10). No todos; Calderón siempre ha dicho que hizo las cosas bien, con la debida preparación y planeación, aunque luego se haya percatado de que las cosas eran peor de lo que imaginó. En todo caso, será muy difícil en adelante creer cualquier afirmación que hagan el gobierno mexicano y la embajada sobre este tema. Ahora sabemos que ven las cosas de manera muy distinta a como dicen verlas. Ha habido un sistemático engaño a la ciudadanía.
cres5501@hotmail.com
Investigador del CIDE

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