12/08/2010

Ampliará cambio climático situaciones de inequidad


Según el Informe de Estado de Población Mundial de 2009


Por Claudia Palma, corresponsal

Cancún, Q. Roo, 7 dic 10 (CIMAC).- Las mujeres somos las que llevamos toda la carga después de un desastre climático y la pregunta es ¿cómo le hacemos para que las prácticas que conocemos en el campo se conviertan en políticas públicas?, dijo aquí con voz fuerte y clara Aidé Rodríguez, agricultora de Jinotega, Nicaragua.

En una de las mesas de discusión de observadores de la Organización de Naciones Unidas y representantes de la sociedad civil en la 16 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-16), debaten desde su perspectiva acerca del cambio climático.

Minutos antes de la intervención de Rodríguez, alguien preguntaba si se debía ser “diplomática” con el uso de la palabra género. “¿Cansamos a la gente cuando hablamos de género?”, inquirió.

Había concluido una larga discusión acerca de la necesidad de buscar convenios vinculantes que promuevan el desarrollo sostenible de las comunidades, la eliminación de la pobreza y la inclusión de las mujeres.

Una discusión que reveló la necesidad de incluir derechos y uniformar criterios sobre la posición en torno al financiamiento, mitigación y adaptación ante el cambio climático.

Según el Informe de Estado de Población Mundial de 2009 “el cambio climático amplificará las situaciones de inequidad entre mujeres y hombres.

Las mujeres, particularmente las residentes en países pobres, resultarán afectadas de manera diferente a la de los hombres; figuran entre las personas más vulnerables al cambio climático debido, en parte, a que en muchos países constituyen la mayor parte de la mano de obra agrícola y, en parte, debido a que suelen tener acceso a menores oportunidades para obtener ingresos.

Las mujeres administran el hogar y atienden a los miembros de sus familias, lo cual con frecuencia limita su movilidad y agrava su vulnerabilidad a desastres naturales repentinos resultantes del clima.

Las sequías y los regímenes erráticos de lluvias obligan a las mujeres a trabajar más duramente a fin de obtener alimentos, agua y energía para sus hogares. Las niñas abandonan la escuela para ayudar a sus madres a realizar esas tareas”

“Los diplomáticos no están ahí cuando el río crece, las que estamos ahí somos las mujeres para salvar las vidas de nuestras familias”, dice Rodríguez quien se quejó en un potente español de ser excluida en la mesa de observadores porque toda la discusión fue en inglés.

“Soy una campesina, no soy estudiada pero sí le puedo hablar del cambio climático”, dijo en tono afable Rodríguez al concluir el encuentro.

Ella es una de las coordinadoras del trabajo de 20 cooperativas que aglutinan a mil 200 mujeres, quienes cultivan café orgánico tradicional, hacen mapeos comunitarios de las zonas de riesgo, se capacitan entre si sobre sistemas de alerta temprana.

Los mapas han servido para gestionar ayuda con los gobiernos locales en tareas de prevención de desastres. “Sabemos donde pasaba el río que los expertos no ven, cuántos huracanes han llegado, el número de casas, la extensión de la tierra, los lugares donde la tierra huele a peligro”, explicó la agricultora con sencillez.

Dicho trabajo será reconocido próximamente por la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres (CONRED), en Guatemala, en donde el proyecto tuvo su origen. La entidad reconocerá a nicaragüenses y guatemaltecas como “mapeadoras comunitarias”.

Y es que uno de los puntos emblemáticos por las que discusiones como la celebrada hoy es buscar acuerdos que beneficien a las mujeres. “Pedimos financiamiento en proyectos de adaptación, mitigación y transferencia de tecnología.

Quisiéramos que la perspectiva de género este presente en todas”, dijo Emilia Reyes, coordinadora del área de presupuestos públicos con perspectiva de género de la organización mexicana Equidad de Género.

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