1/03/2011

De Fórum en línea...


Retroceso en derechos humanos

José Enrique González Ruiz
josedesoledad@hotmail.com

Una guerra sin ton ni son

Wikileaks develó que Felipe Calderón no midió bien los alcances de su famosa "guerra contra el crimen organizado", según lo confesó a su preceptor José María Aznar. Aunque realmente no había necesidad de eso, porque los resultados de sus acciones son auténticamente desastrosos. Como en pocas etapas de nuestra historia, los grupos criminales controlan espacio territorial y cobran tributos a la población indefensa; los policías se ven superados por el armamento y la crueldad de los delincuentes; y los elementos del Ejército aparecen involucrados en graves violaciones a los derechos de los civiles.

Los derechos humanos han retrocedido en el actual sexenio, pues en el anterior al menos se les mencionaba discursivamente. Ahora sólo importa la "seguridad", identificada como persecución, detenciones, encarcelamientos y muertes. En el altar de esa "seguridad" se sacrifican los derechos de los habitantes del país.

La "guerra" calderoniana fue pretexto para la militarización. Violando flagrantemente el artículo 13 constitucional, que prohíbe extender el fuero castrense, se lanzó a los soldados a cumplir con tareas de policía. Ahora lo difícil será hacerlos volver a sus cuarteles, pues cada día hablan más de que ellos son "los únicos que pueden salvar a la patria", ante la notoria corrupción de los cuerpos policiacos de todos los niveles.

Nadie ha dicho que se tolere o permita delinquir. Lo que se cuestiona es la estrategia que sólo atizó la lumbre de la violencia y creó nuevos detentadores de poder fáctico. Son espeluznantes los comunicados de La familia michoacana en los que ofrece treguas al gobierno. Dan la impresión de que hablan de igual a igual, quizá por los vínculos que tienen con gente del poder.

Las condenas internacionales

Van cinco sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Coidh) que condenan al Estado mexicano por violar gravemente las garantías que debiera preservar. Avergüenza que un tribunal internacional haya llegado a una conclusión que en México se regatea: aquí se perpetran delitos de lesa humanidad y sus autores son integrantes del Estado. En el pasado mediato, el gobierno nacional presumió en el extranjero de respetar y fomentar los derechos humanos, apoyando causas libertarias en otras partes del mundo. Ahora ni en el discurso lo sostiene.

La sentencia que dictó la Coidh en el caso Radilla, da cuenta de una desaparición forzada de persona, delito considerado especialmente grave por las circunstancias en que se comete: con todas las ventajas que da el poder y negando a las víctimas la aplicación de la justicia. En virtud de esa condena, el Estado mexicano quedó obligado no sólo a reparar los daños causados, sino a armonizar nuestra legislación con la internacional para que nunca más vuelva a haber desapariciones forzadas. Obvio es decir que no ha cumplido.

De modo que cada día es peor la imagen de México frente al exterior, aunque esto no parece importar a quienes tienen el mando formal del país.

El déficit en derechos sociales es enorme

Poner más de 40 mil trabajadores en la calle no es asunto de poca monta. Por más que se diga que se trataba de arreglar los problemas de una empresa pública deficiente y onerosa, lo cierto es que más de un cuarto de millón de personas resultaron afectadas (si consideramos que cada asalariado tiene 5 dependientes). Los derechos laborales fueron pisoteados.

La educación es persistentemente cuestionada cuando es impartida por el Estado. El cacicazgo de Elba Esther Gordillo en el SNTE posibilita que las agresiones adquieran cierta credibilidad.

También la salud sufre el embate, pues las instituciones públicas, señaladamente el IMSS y el ISSTE son intencionalmente debilitadas. Y ni qué decir de la vivienda y el sano esparcimiento.

El Estado neoliberal desertó de sus obligaciones sociales; tiene como única misión favorecer los intereses de las empresas, en desmedro de los derechos de las personas.

Con este panorama, el futuro inmediato se ve incierto. El movimiento de derechos humanos tiene que unirse a otros actores sociales para tratar de alcanzar sus objetivos.

La reaparición de Diego Fernández de Cevallos

Lorenzo Aldrete Bernal
forum@forumenlinea.com

El personaje reaparece con luenga barba cana; si blandiese un báculo y portase vestidura talar podría escenificar convincentemente la caracterización de algún profeta bíblico o algún eremita taumatúrgico. Su palabra es vehemente, hasta sentenciosa por momentos. Invoca a Dios y a la Virgen como los vigías y garantes salvíficos de su libertad. Profiere frases de perdón a sus plagiarios, exhorta a las autoridades a tratar su caso como uno más, a fin de no menoscabar la importancia de otros, acaso más desgarradores y lamentables. Insta al Estado a que se abstenga de actos de tortura o de conculcación de la dignidad humana en sus empeños elucidatorios del crimen perpetrado contra su persona.

Tributa un reconocimiento genérico a todas las voluntades que convergieron solidariamente durante los atribulados meses de su confinamiento, congratula a los comunicadores por su profesionalismo, mesura y caridad. Manifiesta que se consagrará a empresas altruistas y nobles para mitigar la pobreza y la desigualdad. Niega con acento tajante ser un abogado opulento hasta lo indecible y refiere que sus captores respetaron en todo momento su dignidad. Expresa su tristeza por un México violento y sentencia retóricamente que crímenes como el secuestro, que tanto lastiman a la nación, deben cesar. Supongo que la emoción que lo embargaba en su reaparición pública, obnubiló su memoria y se confundió al atribuirle un romance anónimo a Cervantes ("mis arreos son las armas/mi descanso el pelear/mi cama las duras peñas/mi dormir siempre velar"), quien en el capítulo II de El quijote entrevera sin literalidad tales versos en un diálogo entre el célebre hidalgo y un ventero andaluz.

El primer mandatario y su secretario de Gobernación hablan de que el asunto se esclarecerá, diversos políticos expresan su deseo porque no prevalezca la impunidad; empero, no falta el descomedido que lamente que haya sido liberado. Las alabanzas y los denuestos se prodigan, cuasi unánimemente las primeras en los medios hegemónicos. Uno de sus socios y al parecer interlocutor en la negociación de pago de rescate, dice que los perpetradores conforman una organización muy poderosa que desafió al Estado en la comisión del plagio. Por lo demás, la mención está nimbada de misterio, como conviene en tales declaraciones lapidarias.
Y la pregunta ineludible al final de esta crónica reproducible en inagotable detalle hasta la náusea, es qué trascendencia tenga la reaparición del personaje más allá de la que conlleve para sus allegados o el morbo mediático. Estamos ante una historia sobre la que es ocioso emitir juicios de valor pues nada consta de todo lo relatado, en virtud de que lo que se comunica al público son nada más que los dichos de un político sobre su presunto cautiverio y las medias verdades -o acaso asertos mendaces- de una autoridad desprestigiada en virtud de sus métodos consuetudinariamente legamosos, con los que acomoda los asuntos coyunturales comprometedores para tratar de preservar una imagen cada vez más resquebrajada. Si de lo que se trata es de hacer un acto de fe, creamos que las cosas acontecieron como oficialmente se nos estipula que todo esto sucedió. Empero, si prescindimos del recurso fiduciario, estamos ante un problema epistemológico, a saber: ¿cómo sabemos que todo esto sea verdad?

Sin duda, los pasquines políticos "radicales" elucubrarán sobre conspiraciones, planes aviesos de todo jaez, hundirán sus fauces lancinantes en la leyenda negra del personaje, hurgarán en la intimidad inconfesable o la connivencia política que haya el incumbente promovido, y una vez que las aguas se calmen, que el impacto mediático ceje, el caso quedará consignado como un acontecimiento más de efeméride, si no ocurre otra cosa.

Diego Fernández de Cevallos, El jefe Diego como se le distingue, da pues pábulo a la noticia del momento, llena el vacío de conversación en estos tiempos decembrinos, constituye una dádiva a la plática de sobremesa o de liturgia cafeteril. Digamos que el hombre es por ahora una luminaria -controvertida se dice eufemísticamente-, pero en última instancia no del firmamento, sino de camposanto, es decir, efímera como un fuego fatuo.

En la marquesina de nota roja sobresale el aparente flagelo de su terrible sufrimiento (de nuevo es la versión del personaje y del discurso mediático hegemónico que lo cobija ), es el hombre del día y de las próximas semanas quizás. En nuestro país difícilmente este tipo de relatos consiguen perpetuarse en el mercado noticioso más prolongadamente.

Pero Diego Fernández de Cevallos dista mucho -no obstante su pálida tez, luenga barba y afiladas facciones- de ser un profeta o un eremita; antes bien encarna con más credibilidad al hacendado de reciedumbre ecuestre, al amo de horca y cuchillo, de fisonomía de encomendero, más gachupín que criollo, cuasi un émulo de Lucas Alamán defendiendo con celo jurídico los bienes del duque de Monteleone -consanguíneo y legatario de Hernán Cortés-, al hijo dilecto del Bajío sinarquista e intransigente, al militante inamovible, temido y respetado, que impone subordinación, al caritativo desde su condición de señor feudal que puede permitirse de vez en vez dispensar favores a sus siervos de la gleba.

Diego Fernández de Cevallos es el símbolo de un México atávico que permanece enquistado en el presente bajo su lógica de componenda jerárquica y de secrecía gremial: el abogado litigante altamente eficiente que sabe lo que hay que hacer y cómo prevalecer en los tribunales, el político de los pactos personales siempre ventajosos en nivel presidencial o de otra índole. Por tal se le tiene, como tal se le evoca en el ánimo popular.

Diego Fernández de Cevallos ha reaparecido justo en el umbral de los dos últimos años de un gobierno federal panista que buscará a ultranza conservar el poder, su ordalía le dará alguna tela de donde cortar para mantenerse visible, y si no sucede otra cosa ahí concluirá el asunto y la ley del olvido para los ausentes a la que alude Proust, se aplicará inexorablemente a su persona. Empero, ¿terminará Diego en efeméride? Para seguir en lo castizo del asunto, a mí no se me da un adarme por ello, es decir, me importa… un bledo. Sin embargo, le deseo al personaje felices fiestas en compañía de Dios, la Virgen y los suyos, y hasta ahí, porque más prosperidad pudiese ser obscena.
El Virtuoso Cívico.
nec vero habere virtutem satis est, nisi utare.

Alucinante historia de Picasso y el electricista

Fausto Triana / Prensa Latina

plmexico@prensalatina.com.mx

París, Francia. Andaba en busca de un tema atractivo para completar el año cuando volví a tropezarme con Picasso. Dicho de esa manera parecería un atrevimiento o hasta una petulancia, pero lo cierto es que Picasso se nos aparece con frecuencia en Francia.

Si se vive de forma temporal en París, es fácil sentirse perseguido amistosamente por fantasmas universales. La idea me llega a partir de las agradables crónicas del admirado colega Sergio Berrocal.

Así he sentido la presencia de la fabulosa Maga de Rayuela, de Julio Cortázar, en mis paseos por el Sena. Para mí, los maravillosos puentes parisinos están íntimamente ligados a la figura del ilustre escritor argentino. Este año, en abril, retiraron los candados del Pont des Arts de la Ciudad Luz. Semanas después volví a corroborar el hecho y para mi sorpresa habían reaparecido. Fue entonces cuando sentí a La Maga uruguaya de Cortázar de regreso.

Una tradición que no se sabe cómo empezó y que nunca terminará, porque los amantes gustan de lanzar al Sena las llaves de pequeños cerrojos para declarar su amor eterno.

En verdad, no soy de hábitos detallistas y aunque aprecio el contacto humano, prefiero el anonimato. Con ello me explico las razones por las cuales me cuesta ser buen amigo de los vendedores de prensa y de los meseros que sirven el delicioso café.

Acostumbrado a chocar con grandes tazas de café suave, comprendí al poco tiempo de andar por París que los franceses prefieren el llamado néctar negro casi siempre como expreso. Así que no es necesario añadir ninguna palabra. Un café es un café expreso en Francia.

Hay muchos sitios míticos en la Ciudad Luz, que adquirieron fama a partir de los encuentros literarios o de peñas culturales que surgían espontáneamente. Está el Procope, reconvertido en reputado restaurante. Empero Le Deux Magots, en el barrio de Saint Germain-des-Prés es el que mejor sirve a mis propósitos de traer a Picasso al centro de interés. Allí iba con frecuencia el pintor malagueño, lo mismo que Sartre, Simone de Beauvoir, Hemingway, Sábato y Albert Camus.

Me he valido de sus recursos para finalmente llegar hasta Pablo Picasso y la historia del electricista. El artista plástico tejió historias sensacionales en su vida en Francia, plantó raíces familiares e hizo amigos por todas partes. Picasso, no hay dudas, fue muy español pero también dejó huellas indelebles en tierras francesas. Sus cuadros son constantemente objetos de los deseos de las más sofísticas bandas de ladrones del mundo.

El electricista

Antes de su muerte en Mougins, Francia, el 8 de abril de 1973, Picasso contrató los servicios del electricista Pierre Le Guennec, quien residía a poca distancia en Mouans-Sartoux, en el sur del país, a 20 kilómetros de la elegante Cannes.

Le Guennec es noticia mundial desde hace algunas semanas. En su poder se encontraban 271 obras del maestro, que según cálculos iniciales de los expertos se tasarían en el mercado internacional en 80 millones de euros (cerca de 100 millones de dólares). Este septuagenario es protagonista de una de esas historias increíbles que, sin embargo, entre dudas y escepticismo, pudiera terminar dentro del capítulo de lo posible. Un hombre que, al lado de su esposa Danielle y su familia en general, es conocido por su trayectoria intachable. En las escasas declaraciones que ha concedido a la prensa, se muestra como persona de pocas palabras, honesto y transparente. Bajo esa aureola por ahora impasible, sostiene sus argumentos con la ayuda de la abogada Evelyn Rees. Pero los herederos de Picasso aseguran que son unos pillos y en particular Pierre Le Guennec es un mentiroso bastante astuto.

Anne Baldasari, directora del Museo Picasso de París y una de las más prestigiosas comisarías de Francia, aseveró que el tesoro revelado por Le Guennec pudiera incluso llegar a los 80 millones de euros. "Las numerosas piezas aparecidas tienen una importancia considerable para aclarar la obra de Picasso en su juventud. Son fondos de su taller personal, de los años 1900-1932", declaró Baldasari al diario Le Fígaro.

Precisamente fue otro cotidiano galo, Liberation, el encargado de dar a conocer el caso del electricista hace algunas semanas. Pero este hombre con cara de buena persona y su inquieta esposa Dani, lograron confundir bastante a la opinión pública.

Cuando todo el embrollo se encontraba en punto muerto y Le Guennec repetía su gesto de colocarse las manos en la cabeza como señal de no entender la trascendencia de sus desvelos, dio otra estocada al impactado mundillo de la plástica. Pierre y Dani, ya mimados así por la prensa, volvieron a asombrar al asegurar que son primos lejanos de Maurice Bresnu, exchofer de Picasso, a quien el genio de la pintura le obsequió otra buena cantidad de obras.

De tal forma, en breve otro centenar de dibujos, bocetos y pinturas de Picasso estarían al alcance de la vista, de momento bajo la custodia celosa de la Oficina Central Contra el Tráfico de Bienes Culturales de Francia.

Palabras más-menos, Pierre Le Guennec resume su insólito pasaje de la siguiente forma: Un día no determinado de 1973, meses antes de que falleciera el pintor, cuando se iba a casa después del trabajo, Jacqueline (última esposa de Picasso) se le acercó con una caja de cartón y le dijo: Para ti, de parte del maestro.

Vi unos papeles, unos dibujos, pero no le di mucha importancia, lo metí en la camioneta y me volví a casa. Al llegar los envolví bien y los dejé en una estantería del garaje. Para mí no eran cuadros, no eran pinturas, muchos no estaban acabados, eran dibujos, pruebas, a los que no di mucho valor...". Guardaron el contenido de la caja, jamás hablaron de él a nadie, pasaron 40 años, y hace meses Pierre decidió desenterrarlo, porque "hace un año me detectaron un cáncer de próstata.

"Me operaron, toco madera, y estoy bien, pero pensé que si yo moría, mis hijos se iban a preguntar qué eran esos dibujos, así que decidí contarles la historia y para dejar claro el autor, me dirigí a los herederos de Picasso", relató. Claude Picasso (el hijo del maestro) y un colaborador confesaron su estupefacción al contemplar el contenido de la maleta que les enseñaron los Le Guennec la primera vez.

Un pequeño cuaderno con un centenar de dibujos a lápiz y a tinta; apuntes, ensayos, caricaturas; pero también 30 litografías (varias idénticas), un retrato a tinta de la primera mujer de Picasso, Olga Koklowa. Además, nueve collages cubistas que por sí solos valen más de 40 millones de euros, una decena de bocetos de Las tres gracias, una acuarela de su periodo azul y varios paisajes, una línea poco habitual en Picasso.

No me imagino a Picasso regalándole a su electricista un lote de dibujos, muchos de ellos inacabados, o dándole unos collages surrealistas que no habría regalado ni a Braque. Todo esto no tiene sentido, es simplemente aberrante, opinó el abogado Jean Jacques Neuer.

Para Neuer no hay dudas de que Le Guennec robó las pinturas. Algo fundamentado por el propio Claude: mi padre, que era muy generoso, le ponía siempre un sello especial de dedicatorias a sus regalos, con fechas claras y lugares específicos.

Sin embargo, el tema es que si fue un delito, no tiene posibilidades de ser juzgado. El fiscal, de todos modos, puede abrir una investigación si hay sospechas fundadas de ilegalidades.

De lo contrario, los Le Guennec quedarían a cargo de una fortuna de 80 millones de euros.

Ninguna trasnacional ganaría un centavo
por premiar mi música: Silvio Rodríguez

Elizabeth López Corzo

La Habana, Cuba. A propósito de los recién concluidos premios Grammy 2010, Cubasí entrevistó al gran músico cubano Silvio Rodríguez. Aquí les dejamos a los lectores su opinión sobre ese concurso y otros proyectos que ha realizado y propone continuar este poeta de nuestra historia.

Una vez más Silvio es nominado al Grammy y no le dan el premio. En una entrevista anterior para Cubasí usted comentaba sobre la comercialización de la música con estos premios y dijo que los laureles le asustaban. ¿No será que su personalidad y el tipo de canción que defiende es lo que asusta al Grammy?

—Esos concursos, como todo el mundo sabe, son promovidos por las disqueras para vender discos. Mi producción discográfica es prácticamente artesanal, lo que pone en claro que ninguna trasnacional ganaría ni un centavo con un premio a mi música. Ésa es la razón por la que no he ganado –ni ganaré– un premio de ese tipo en mi vida. En los 80 y los 90, las décadas en que más discos míos se vendieron, España, que era el país de mayores ventas, reportaba 60 mil vendidos, por título. En aquellas fechas, en toda Latinoamérica, no se reportaba ni siquiera esa cantidad. O sea, nunca he sido un fenómeno de ventas y no creo que a estas alturas vaya a empezar a serlo.

Mucha gente se conmovió con el concierto que dio recientemente en el barrio de La Corbata. ¿Piensa seguir haciendo este tipo de recitales? Y en cuanto al proyecto Expedición por las prisiones de Cuba, ¿cuánto influyó eso en usted como artista y ciudadano?

—En diciembre haremos otros dos conciertos en barrios parecidos a La Corbata y durante el próximo año continuaremos haciéndolos. Cuando existía la Nueva Trova, como organización, alrededor de los festivales, que eran anuales, íbamos a cantar a todas partes, incluso a las prisiones. Entonces varios de nosotros hicimos giras por las cárceles. Este último recorrido que mencionas fue especial, sobre todo porque se divulgó y eso hizo que se creara un ambiente favorable, que influyó en las prisiones. Mi planteo siempre ha sido que hay que sistematizar la visita a los penales porque los que están privados de libertad llegan a pensar que han sido olvidados por el mundo. Que ocurran eventos que vienen “de afuera” influye positivamente en los reclusos y también en los custodios.

Uno de los últimos post de Segunda Cita, “habiso a todos lo uzuario”, parece ser una broma. La imagen que mucha gente tiene de Silvio no es precisamente la de un hombre bromista ¿Qué hace reír a Silvio? ¿Qué lo haría llorar?

—Hay que recordar que yo nací en San Antonio de los Baños, pueblo conocido como “la villa del humor” por la cantidad de humoristas, dibujantes y publicaciones de este tipo que ha dado. En mi pueblo hay el Museo del Humor y todavía se hace allí una bienal. Por mi parte, a los 15 años ya dibujaba historietas cómicas. El humor es algo que tengo muy arraigado, aun cuando mis bromas no sean comprendidas.

La foto del perfil del blog (si no me equivoco) es una imagen que corresponde al documental Hombres sobre cubierta, un filme que es un canto a la amistad, ¿es Silvio un hombre de amigos? ¿Qué necesita para considerar a alguien como tal?

—Pues no: la foto del perfil del blog es en la cabina de un avión que estaba pilotando, o más bien que hacía como que pilotaba. Lo que sí es cierto es que el piloto del avión era mi amigo, o al menos me quería, porque hay que tenerme aprecio para darme el timón de una aeronave. Ahí mismo, en el blog, dije que respecto a los amigos prefería repetir algo que una vez le escuché decir a Fidel: amigos son aquellos que me soportan. Ejemplo, el piloto de aquel avión.

Silvio es, aunque no se lo proponga un líder de opinión, ¿reconoce su responsabilidad como tal?

—Tomándolo como tú lo tomas, yo diría que tú también lo eres, y puede que hasta más que yo. Todo el que puede publicar una página o pronunciarse ante un micrófono, puede llegar a formar opiniones.

¿Qué opinión tiene de las declaraciones que dio Silvito en Miami y sobre la manipulación que intentaron los medios por la visita de Silvito y Los Aldeanos en esa ciudad?

--No es la primera vez que tratan de manipularlos. Por eso cuando se bajaron del avión lo primero que aclararon fue que iban a cantarle a todos los cubanos, no sólo al exilio. Y respecto a Silvio Liam, dijo la verdad cuando afirmó que lo apoyaba.

¿Qué sigue inspirando a Silvio Rodríguez a escribir canciones?

—No sé lo que me inspira las canciones, pero no es una sola cosa. Ellas tienen su vida propia, son improgramables. A veces uno puede imaginar que va a cantar sobre algo, pero la canción no aparece hasta que no puede ser ella misma.

Si algún día se alcanzara ese mundo utópico y mejor que deseamos, ¿a qué le cantaríamos?

—A las puestas de sol, al beso que nos dieron, a la muerte, a la vida, a las ganas o a las desganas de cualquier cosa, a las contradicciones, porque mientras haya gente habrá contradicciones, de eso no hay dudas.

¿Qué cosas le faltan por hacer y que le gustaría no perderse? ¿Qué no haría nunca?

—No me gustaría perderme el día en que haya internet en las escuelas y en los parques de mi país… Conste que ya la hay, según me han dicho, en el Instituto Superior de Arte… Y sobre lo que no haría nunca, no sabría decir… Supongo que nunca viviré eternamente…

¿Qué escritores sigue Silvio? ¿Qué música escucha? ¿Cuáles son sus películas favoritas?

—He seguido con saña a Edgar Allan Poe, a Horacio Quiroga, a Gabriel García Márquez y a unos cuantos más… En la música me he ido ampliando, sobre todo en cuanto a comprensión. Escucho más o menos lo mismo que hace 40 años, pero ahora lo entiendo diferente. Quién sabe si uno no debería escuchar más que unos pocos autores. Mis películas favoritas son las imaginativas.

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