3/18/2011

Violencia extrema contra las periodistas


Buenos Aires, 10 mar. 11. Artemisa/AmecoPress.- Los ataques a las trabajadoras de prensa del mundo abarcan la violencia física y sexual, hostigamiento, amenaza de muerte, secuestro, prisión, tortura, trabas para ejercer la libertad de expresión. Un alto porcentaje de estos ataques ni siquiera son investigados.

El año pasado 30 periodistas mujeres fueron objeto de algún tipo de violencia, según datos publicados por IFEX. Este índice se dispara si se incluye el número de blogueras agredidas, especialmente en países donde es más difícil el acceso a los medios masivos de comunicación para la población femenina.

El caso de Laura Logan, corresponsal de la cadena norteamericana de noticias CBS conmovió a la prensa. Un grupo de delincuentes violó a la periodista en medio de las celebraciones por la dimisión de Hosni Mubarak a la presidencia del El Cairo el viernes 11 de febrero. Durante la manifestación la joven fue apartada de su equipo y guardaespaldas, recibió una paliza y fue ultrajada hasta que mujeres y soldados egipcios la rescataron. Meses antes esta corresponsal de guerra había alertado sobre la situación de violencia que viven las trabajadoras de prensa en Egipcio.

La información sobre agresiones sexuales a periodistas escasea. Por un lado los medios resguardan los nombres de las víctimas, mientras que por otro lado las periodistas callan. Muchas de ellas consideran el agravio una consecuencia inevitable del quehacer periodístico, y evitan el estigma. Todo indica que el número de trabajadoras violentadas es mayor del que se da a conocer.

Por otra parte, no hay políticas orientadas a la prevención de este tipo de violencia. Los manuales sobre protección para periodistas no incluyen información específica. La BBC es una de las pocas empresas periodísticas que ofrece instrucciones especiales de seguridad para mujeres.

El asesinato y la amenaza de muerte son mecanismos sistemáticos para silenciar a la prensa en diferentes regiones de América Latina y el Caribe, también en República Democrática del Congo.

Uno de los países más peligrosos para las y los periodistas es México. El año pasado perdieron sus vidas unos 14 trabajadores mexicanos, según la Federación Internacional de Periodistas (FIP). En ese país la periodista Anabel Hernández denunció ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) la existencia de un plan para desaparecerla, tras publicar el libro Los Señores del Narco, y señaló como presuntos orquestadores al ministro de Seguridad Genaro García Luna, y al coordinador de Seguridad regional Luis Cárdenas Palomino. En este libro Hernández revela la estrecha relación entre los líderes del narcotráfico y los dirigentes políticos y empresariales. Otra periodista mexicana que denunció el crimen organizado en el delito de la trata de personas fue Lydia Cacho, quien es hostigada e intimidada dese hace varios años.

En Colombia, la columnista del diario El Universal Claudia Ayola Escalón fue amenazada en octubre de 2010 por correo electrónico y la intimidación alcanzó a su hija. Ayola entiende que quieren silenciar su labor de denuncia de la discriminación y violencia contra la mujer colombiana. Un mes más tarde resultó amenazada Jineth Bedoya Lima, quien publicó un libro sobre el jefe guerrillero Mono Jojo. Esta periodista había sido secuestrada, torturada y violada por paramilitares en el 2000 y estas crueldades permanecen impunes.

La violencia de género se intensifica en contextos de lucha armada. En República Democrática del Congo, África, la periodista Caddy Azduba vive expuesta a la muerte. A través de Radio Okadi, una emisora de las Naciones Unidas, viene denunciado la violencia sexual y el asesinato de las mujeres congolesas por parte de los rebeldes. Por esta labor ha sido varias veces amenazada de muerte, y también resultaron intimidadas sus colegas Jolly Kamuntu y Delphine Namuto. No obstante siguen adelante con la tarea de denunciar al mundo estos tratos aberrantes.

Sin libertad de expresión En Argentina, Adela Gómez conductora en Radio 21, una emisora de la provincia de Santa Cruz, sufrió un atentado en marzo de 2010 debido a sus investigaciones sobre corrupción en el manejo de fondos por parte del municipio de Caleta Oliva. Un grupo de desconocidos incendiaron su automóvil. Gómez responsabilizó al intendente Fernando Cotillo. La reportera había sido tiroteada en 2007 por efectivos de Gendarmería, en una manifestación en contra de las petroleras. Ambos hechos permanecen impunes. Un mes más tarde, la mendocina María Rosa Leico, locutora de Radio Uno, fue atacada por denunciar la minería contaminante en su provincia. Las operaciones contrarias a la liberta de expresión también ocurrieron en el norte del país, la salteña Silvana Brezina, directora de la revista Norte en la ciudad de Orán, fue amenazada por sus artículos de denuncia sobre la gestión del intendente Marcelo Lara Gros.

’Soy una creyente en la libertad de prensa, una tiene que poder decir y opinar sin que te vengan a apabullar. Pero trabajando en México conocí gente que fue asesinada. En Colombia conocí periodistas que también fueron asesinados. Es gravísimo, se está lesionando lo más importante de esta profesión que es poder decir la verdad’, reflexionó la reportera argentina Teresa Bo.

Fotos: Archivo AmecoPress. Las periodistas Teresa Bo, Laura Logan y Lydia Cacho.

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