10/11/2013

El asesinato fallido de Díaz Ordaz


Carlos Castañeda fue recluido 23 años en un psiquiátrico por querer matar al expresidente y cobrar venganza por el 2 de octubre. Hoy es un indigente que cuenta su historia en el documental “El paciente interno”

 

"La película sigue siendo vigente mientras siga habiendo impunidad. Díaz Ordaz se hizo responsable en la impunidad absoluta” . Alejandro Solar Luna.- Director de “El paciente interno”

"Pasé de buscar a esta víctima del sistema y me doy cuenta que es un sobreviviente, que sobrevivió al atentado, sobrevive el psiquiátrico y sobrevive a la calle” "Uno de los grandes enigmas es ¿por qué no lo mataron? Si era la usanza de la época” "Que hubiera un hombre en mi realidad, como esta especie de desaparecido, que estuviera ahí, vivo y sobre todo en esa condición. Porque los indigentes son invisibles, los vagabundos son invisibles para esta sociedad”. Alejandro Solar Luna.- Director de “El paciente interno”

De pronto reconoce que fue fundamental que el PRI no gobernara para poder realizar el documental
Mientras la impunidad sigue y las quejas sobre ella se mantienen, en las calles de la Ciudad de México camina un hombre que hace 45 años vio el mismo escenario que vemos hoy

Mezcla vertiginosa: política, religión, periodismo y cine.
Un coctel explosivo.
El 2 de octubre de 1968 como paradigma de la historia moderna. La justicia divina. La represión de la Guerra Sucia y el trabajo periodístico para encontrar a los desaparecidos. La pantalla grande.
“El paciente interno” es un documental que registra el poder desmedido y la venganza iracunda de un presidente del régimen priista.
El 5 de febrero de 1970 Carlos Castañeda, con 29 años de edad, intentó matar al presidente de la República, Gustavo Díaz Ordaz. Quería vengarse por la masacre de estudiantes el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.
Falló.
El presidencialismo imperial estaba en su cénit. Sin juicio y sin expediente fue recluido en un hospital psiquiátrico durante 23 años.
Tuvieron que pasar 43 años para que se conozca su historia. Cuatro décadas para que el escandaloso silencio de su caso pueda ser visto por todos.
Hoy el fallido perpetrador es un indigente de la tercera edad que deambula por las calles de la colonia Cuauhtémoc en la Ciudad de México.
Para sobrevivir pide limosna.
Alejandro Solar Luna se dio a la tarea de registrar la historia. Inspirado por el nacimiento de su hijo y con el periódico La Jornada en sus manos, el director encontró la historia que le hacia falta contar.
En la película lleva al banquillo de los acusados a Gustavo Díaz Ordaz, al sistema de justicia, a los sistemas de salud mental, al poder, a la política, al ser humano.
Es una constante tensión ver y escuchar a quien intentó matar al presidente que ha pasado a ser de lo más negro de nuestra historia. Es un hecho desconocido para muchos porque la prensa de la época se encargó de que su destino fuera la ignominia.
El filme no es expiatorio para nadie. Sirve para reconocerse indignado.
Un testimonio del desbalance entre gobernantes y gobernados. De historias que aún pueden suceder. Es un registro de impunidades.
Visitando infiernos
Alejandro Solar Luna se convirtió durante cuatro años en Virgilio y visitó infiernos para poder llevar al cine de manera genuina un tema tan trillado y del que se ha escrito tanto.
Encontró una nueva forma de abordarlo.
Su película logró ser parte del programa de óperas primas del Centro de Estudios Cinematográficos (CUEC) y recibió apoyo de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Entrevistado en su departamento al sur de la Ciudad de México –en Mixcoac– el director nos recibe como quien recibe a un compañero de clase para una tarea por equipo. Entra y sale de un cuarto al fondo de un pasillo. Se calienta su comida y ofrece café.
Se nota relajado. Se pone un saco negro para darle seriedad al encuentro. La entrevista es en su comedor.
Mueve poco las manos y explica cómo su llegada al cine se dio primero pasando por la fotografía, una actividad heredada por su padre. Junto a una pequeña colección de aviones de Lego tiene los tres premios que ya ha ganado su película.
Los juguetes deben ser de Matías, su hijo, quien también tiene como instrumento musical una batería.
Estudió comunicación en la UNAM y todo lo que hacía era en formato de televisión o audiovisual. Su tesis fue un programa de televisión al que tituló “La ruta de la contracultura en México”. Después decidió estudiar dirección.
En una mañana de abril del 2004, con el café en una mano leyó en La Jornada un reportaje de Gustavo Castillo en el que uno de los desaparecidos políticos había pasado más de dos décadas encerrado en un hospital psiquiátrico.
Ese podía haber sido el destino de muchos de los que se inconformaron con el gobierno de Díaz Ordaz.
“Tengo que contar esta historia”, se dijo a sí mismo. Alejandro se considera más un científico social que un artista. Y con esa convicción usa la cámara.
Se sorprendió que tantos años después hubiera una persona que intentó matar a un presidente, que estuviera viva y deambulando en las calles como un indigente.
“Que hubiera un hombre en mi realidad, como esta especie de desaparecido, que estuviera ahí, vivo y sobre todo en esa condición. Porque los indigentes son invisibles, los vagabundos son invisibles para esta sociedad. Entonces que estuviera ahí, siendo invisible en nuestra realidad y que encarnara todo esto que tiene que ver con la memoria y el olvido, con las materias pendientes y con el estigma del 68”.
El cineasta no escapa a dar tintes heroicos a Carlos Castañeda. Le otorga el “don” que usamos los mexicanos para conferir respeto.
Como para la mayoría, el adversario del cineasta está en Díaz Ordaz. Lo cierto es que a diferencia de muchos mexicanos, Castañeda puede contar su historia usando nombre y apellido.
“Él pudo  haber cambiado las cosas, este hombre tuvo la intención, la voluntad. Él es totalmente minimizado como ser humano. Él es un sobreviviente, él vivió para contarlo, él puede decir estoy aquí, él puede contar la historia, es como si se les hubiera escapado.
“Es un tema muy hablado, los estamos viendo hoy en día, se desvirtúa, hay una manera de desvirtuar el movimiento, está muy revuelto todo eso en ese sentido”.
Solar Luna habla sobre la perpetuidad a la que está destinada “El paciente interno”. Mientras exista impunidad el documental estará vigente.
“Díaz Ordaz se hizo responsable en la impunidad absoluta. Díaz Ordaz como don Carlos, en el sentido de su fe religiosa se martirizó, asumió las consecuencias de su acto y de ahí tomó fuerzas, esto es una teoría mía, para aguantar”.
El encuentro, otra película
Lo siguió durante días. Finalmente el director pudo concretar una entrevista con el personaje central de la película, quien deambula como indigente en el DF


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