José M. Murià
Me refiero a Lorenzo
Córdova –presidente del Instituto Nacional Electoral– y a David
Korenfeld –ex director de la Comisión Nacional del Agua–, ambos
pecadores descubiertos por algún espía bien o mal intencionado. El
primero salió indemne con una pequeña penitencia:
ofreció una disculpaen público y luego lo hizo en privado, directamente al ofendido. El segundo fue severamente multado y, además, tuvo que dejar una chamba para la que estaba bien calificado, a diferencia de sus antecesores.
Por cierto que, al primero, lleno de lauros académicos, habría que sugerirle una revisión del idioma que habla: dis-culpar (
quitar la culpa) es algo que debió pedir, no ofrecer. Quien estaría en condiciones de ofrecer la disculpa sería el ofendido o, incluso, la ciudadanía lastimada por mantener a un racista de tal naturaleza en un cargo asaz importante y representativo de nuestra sociedad. Como quiera que sea, el señor Lorenzo Córdova Vianello debió haber pedido que lo disculparan.
Es lamentable que, además de hacer escarnio del modo de hablar
indígena –emulando, por cierto, al mal cine estadunidense–, el señor
tampoco use correctamente el español.
Pues él no recibió sanción alguna. Ni siquiera una cantidad por cada
palabra altisonante, totalmente impropia de un funcionario público.
Quizá, como distractor, el señor Córdova arremetió contra el hecho de
que se espíe una conversación privada. ¡Tiene toda la razón! Pero
valdría la pena saber si su privacidad está avalada por haber usado, en
la conversación reproducida, un teléfono privado o del INE y si la
dichosa llamada se hizo fuera del horario de trabajo… De eso no hubo
alusión de su parte, por lo que es de sospechar que todo ocurrió desde
un sitio oficial, usando un teléfono oficial y en horario en que debería
de estar haciendo otras cosas oficiales y no privadas.
A David Korenfeld también lo espiaron sin su consentimiento;
no obstante, con dignidad, nunca pensó en demandar al acusón. Nadie
salió tampoco en su defensa: al parecer el uso de un helicóptero es un
delito más grave que proferir conceptos tan ruines de los indígenas
mexicanos, como lo hizo el doctor Córdova.
Aparte del menosprecio por la naturaleza intrínseca de su interlocutor y por exhibir, hasta en su acento, su condición de pirruris,
Córdova hizo gala de un profundo desprecio por los mexicanos de raíces
más profundas en nuestro país, característico de los criollos de la peor
ralea.
La ciudadanía democrática tiene la obligación de tolerar
discrepancias de procedimiento, de aspiraciones, de intenciones, de
creencias religiosas, etcétera, mas por fortuna hay muchos mexicanos
todavía que no estamos dispuestos a soportar la discriminación y, menos
aun, cuando ésta es racial y, mucho menos aun cuando se trata de nuestra
propia gente: de mexicanos con los mismos derechos que el señor Córdova
Vianello.
La verdad es que produce náuseas que una persona que piensa así
dirija un proceso tan importante como las elecciones en puerta. Pero
también es el caso de que sus colegas se hayan convertido en sus
guaruras.
Queda la ilusión, para mantener el respeto por quienes forman ahora
el INE, de que cuando termine el actual proceso electoral que, estoy
convencido, debe arroparse al máximo, algo sucederá que limpie su nombre
de dicha institución. De no ser así…
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