7/30/2015

“El Piojo” y la incomunicación social que practican los regímenes antidemocráticos


    

Los golpeadores de Televisa

Llama la atención el enorme interés que despertó en los medios la andanada especulativa sobre el futuro del ex entrenador de la selección mexicana de futbol, Miguel Herrera, cuando el país está plagado de problemas estrujantes que afectan sobremanera a las clases mayoritarias, sin que la opinión pública se haga eco de una realidad que merece no sólo serios análisis de la ciudadanía, sino un interés propositivo de todos los sectores sociales. Sin duda, otra muy diferente sería la realidad nacional si los medios, particularmente los electrónicos, mostraran igual o parecido interés que el demostrado por la suerte del llamado “Piojo”.
Es obvio que los medios al servicio del régimen no desperdician cuanta oportunidad se les presenta para distraer al pueblo, controlarlo y hacerlo olvidar la dramática cotidianeidad en que sobrevive. Es parte de la estrategia de incomunicación social que practican los regímenes antidemocráticos, en una complicidad cada vez más cínica con los medios que practican la autocensura, que ofrece buenos resultados en sociedades donde la participación ciudadana es mínima o prácticamente nula, como en nuestro país. Han sido varias semanas de distracción mediática, con el frenesí futbolero que surgió a partir de que “El Piojo” se mostró incapaz de controlar su temperamento.
Mientras lo que realmente debe interesar a la población, la demagogia de un régimen en bancarrota, pasa desapercibida. De ahí que Enrique Peña Nieto no tenga empacho en seguir con su proclividad discursiva, con la que pretende ocultar las verdaderas intenciones de su “gobierno”.  Según acaba de aceptar, no bastan las acciones de política social para combatir la pobreza, pues “lo fundamental para realmente asegurar condiciones de mayor calidad en la sociedad, es el dinamismo de nuestra economía”. Sin embargo, las políticas públicas del régimen tecnocrático están instrumentadas con el fin de obstaculizar ese necesario dinamismo.
Los hechos demuestran que desde hace poco más de tres décadas, la estrategia económica oficial está orientada a frenar el crecimiento. Todas las decisiones gubernamentales en la materia, están dirigidas a restarle dinamismo a la economía en su conjunto, porque actuar en el sentido correcto, sensato y lógico es considerado “populismo”, como lo señaló en días pasados el propio inquilino de Los Pinos.
Sin embargo, la experiencia histórica demuestra que los graves desequilibrios socioeconómicos no son achacables al combate efectivo a las causas de la pobreza, sino a las políticas públicas que sólo favorecen al sector menos comprometido con la calidad de vida de las clases mayoritarias, como sucede en nuestro país. Tal realidad se agrava en México, pues como lo afirma el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), la orientación del presupuesto del gasto tiene un  “alto componente político”. Destacó que desde los tres niveles de gobierno, hasta el Congreso, “los actores  (de la vida pública) buscan asignar presupuesto en actividades que maximicen su presencia política o que minimicen sus costos políticos”. Sobran ejemplos de tal comportamiento.
Y cuando lo que urge es dinamizar el crecimiento real de la economía, como lo acepta Peña Nieto, los principales motores del mismo, Pemex y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), se debilitan de manera acelerada. Así lo demuestran las cifras que dieron a conocer las disque “empresas productivas del Estado”. Las pérdidas netas de Pemex en el segundo trimestre del año ascendieron a 84 mil 600 millones de pesos, cifra superior en 61.8 por ciento a las del año pasado.
Por su parte, la CFE tuvo un quebranto de 35 mil 592 millones de pesos, de enero a junio de 2015. A esta lamentable situación se suma la caída del peso frente al dólar. Se rebasó ya el monto de 16.60 pesos por cada billete verde, hecho que presiona la inflación al alza, pues se incrementan los precios de las importaciones, que cada día son mayores en el renglón de alimentos básicos, entre muchos otros renglones. Esto no interesa a los medios de comunicación, como si tuvieran prohibido abordar asuntos serios de interés colectivo.
De hecho no hay una prohibición expresa, sino una lamentable autocensura en la mayoría de redacciones, que enaltece aún más a los pocos medios que la rehúyen como lo que es: un efectivo veneno para liquidar a la opinión pública. Con todo, la realidad que dejan ver las redes sociales, acaba imponiéndose a la demagogia.

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