7/31/2015

El contrapoder del pueblo es la mejor opción para enfrentar a la oligarquía


    
revoluciontrespuntocero.com

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En las actuales circunstancias del país, la fuerza del contrapoder es la mejor opción para enfrentar a la oligarquía. La etapa de las guerrillas sería suicida en la actualidad, porque las fuerzas armadas están preparadas para aniquilarlas y así justificar la represión contra el pueblo. Táctica y estratégicamente no hay bases para derrotar al Estado oligárquico, si no es con la fuerza del contrapoder. Por eso conviene definir en qué consiste y cómo se puede usar de manera que las clases mayoritarias no carguen con el peso de una derrota histórica.
El contrapoder es la fuerza del pueblo, adquirida con una sólida formación política de las dirigencias de las organizaciones progresistas. Es preciso señalar que no bastaría tal requisito si éstas no cuentan con la suficiente calidad moral para refrendar su liderazgo. Aquí cobra relevancia el dicho de que se debe predicar con el ejemplo. Esta ha sido la base, a lo largo de la historia, del éxito de los movimientos que han impulsado avances fundacionales de nuevas etapas de progreso social. Sus dirigentes han tenido plena claridad sobre el imperativo de contar con la suficiente autoridad moral para enfrentar a las cúpulas del sistema caduco que se opone al desarrollo integral de la sociedad.
La ética política es el factor esencial para que sea efectiva la fuerza del contrapoder, es decir la del pueblo concientizado para dar una lucha frontal contra fuerzas materiales muy superiores, pero al mismo tiempo muy debilitadas por la carencia de ese factor básico, sin el cual un Estado va directo al fracaso, como lo está demostrando el Estado mexicano en la actualidad, luego de más de tres décadas de una acelerada descomposición. Vale decir que todo el poderío que han logrado conjuntar las fuerzas armadas del país, de nada valdría si el pueblo tuviera conciencia de su capacidad moral, muy superior cualitativamente al poderío militar del Estado al servicio de la oligarquía.
Por eso el sistema de partidos políticos de México está metido en una trampa de la que no podrá salir. Así lo demuestra la realidad, razón por la cual el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se organizó sobre bases ajenas a dicho sistema, que obedece a los intereses de la oligarquía, no al imperativo de fundar un Estado democrático. Morena es una organización política de ciudadanos comprometidos con el reto de salvar a México de las garras de los poderes emblemáticos del capitalismo salvaje que, hoy por hoy, es el que prevalece en el mundo.
La fuerza del contrapoder descansa en una ciudadanía consciente de que la corrupción es una de las principales causas del resquebrajamiento del Estado oligárquico.  De ahí la viabilidad de que el pueblo se convierta en un poder real, más fuerte que el poder que descansa en una casta militar al servicio de los intereses más mezquinos y negativos, lo que los lleva a ser derrotados, como así sucedió en la Revolución Mexicana, que culminó con la derrota del ejército al servicio del dictador Porfirio Díaz. Así habrá de suceder en nuestro país, sin que el pueblo tenga que recurrir a la violencia ni caer en las provocaciones que le ponga la élite burocrática, con la finalidad de llevarlo a la desesperación y de allí al uso de las armas.
La fuerza del contrapoder es la del pueblo “armado” de ideales, de solvencia moral, de firmeza en sus convicciones progresistas. Recuérdese que por eso triunfó el movimiento que encabezó Francisco I. Madero, con un uso casi simbólico de las armas, pues el ejército a las órdenes de Porfirio Díaz fue diezmado previamente por la corrupción de los altos mandos, su insolvencia moral y total menosprecio a las masas sumidas en la miseria y en la desorganización. Pero a cambio de todo ello, el grupo de hombres y mujeres  liderado por Madero tenía autoridad moral, ética política y firmes principios que suplieron la falta de recursos y material bélico.
El actual régimen está cavando su tumba sin necesidad de que haya una sangrienta confrontación armada, porque no cuenta con autoridad moral, mucho menos con principios ni metas que favorezcan un mejor futuro para la nación. Su “proyecto” es esencialmente inmoral, pues obedece a fundamentos patrimonialistas, de un egoísmo excluyente sin parangón en la historia.

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