6/06/2019

Unidad nacional ante las amenazas

La Jornada:
Napoleón Gómez Urrutia

Como quizá nunca antes, excepto en el momento estelar de la expropiación de la industria petrolera ejecutada por el presidente Lázaro Cárdenas del Río, en 1938, en estos días felizmente se advirtió un fenómeno parecido de unidad nacional, pero obviamente por distinta causa. La arbitraria amenaza del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de que su país impondrá aranceles muy gravosos a los productos que nuestro país envíe a su mercado, si México no detiene en el plazo perentorio de unos cuantos meses el movimiento de los migrantes hacia sus fronteras, ha provocado una reacción similar de intensidad y magnitud equivalentes a la que se vivió en el momento de la emancipación petrolera.

La conminación del mandatario estadunidense al gobierno de Andrés Manuel López Obrador no puede ser más absurda si se analiza desde el ángulo de la conveniencia económica y social de las dos naciones, pero adquiere un tenebroso y real significado si se interpreta desde la perspectiva de las elecciones intermedias del país vecino, en las que Trump quiere establecer su plataforma de lanzamiento para mantenerse en el poder por otro periodo, a costa de lo que sea.
Para eso ha lanzado la nueva guerra de declaraciones contra México y los mexicanos. Sabe que con ella exacerba el odio entre sus huestes recalcitrantes contra los migrantes tanto de México como de Centroamérica y fortalece su dominio sobre ese sector casi analfabeto del electorado estadunidense, hasta llevarlo al paroxismo y la animadversión más profunda. Con este núcleo social llegó a la presidencia, a pesar de obtener 3 millones de votos menos que su contrincante demócrata, Hillary Clinton, pero ganó el poder debido a la peculiar forma en que está organizado el Colegio Electoral de esa nación.
Según este tipo de legislación, llega a la presidencia no el que tiene más votos populares, o sea, los que se depositan directamente en las urnas, sino másvotos electorales, que se emiten por cuota fija en cada estado de la unión americana, y la suma de éstos da el acceso al mando presidencial. O sea, Trump ganó por la forma en que está organizado el proceso de elección del presidente y que el pueblo estadunidense, sus segmentos sociales y clases dirigentes han aceptado históricamente como la suma de la sabiduría política, lo cual está muy lejos de ser así.
Lo que quiere Trump es mantener de su lado a los electores ultraconservadores que lo han apoyado en sus andanzas políticas, para poder acceder a un nuevo periodo presidencial. Apela con argumentos racistas y xenófobos a los más atrasados o golpeados por las crisis económicas y sociales entre sus seguidores para que vuelvan a apoyarlo, lo cual, para desgracia de muchos, incluye a trabajadores blancos y hasta sindicalizados que se han visto postergados económicamente.
O sea, las amenazas contra México obedecen a razones estrictamente internas de Estados Unidos, a la obsesión de este personaje por alcanzar una segundo mandato. De ahí que el Presidente de México y, en general, la clase política y empresarial nacionales hayan discernido claramente que esas posturas tienen orígenes y destinos estrictamente internos y electorales. O sea, está golpeando hacia nuestro país, pero su real objetivo es seguir llenando las mentes de muchos estadunidenses con una campaña constante de mentiras y agresiones.
Al entender así en México que estas diatribas son asunto interno de EU, desde el presidente Andrés Manuel López Obrador hasta importantes hombres de negocios como Carlos Slim y otros, que ven en este empresario mexicano un referente propio de sus intereses, actitud en la que también está la casi totalidad de la clase política nacional y sus sectores populares, es que se le da el justo análisis a esa postura belicosa. La prudencia astuta del Ejecutivo mexicano en relación con Estados Unidos ha interpretado objetivamente el sentir de amplias capas de la sociedad política de nuestra nación.
Habrá que ver si una vez que pasen los momentos electorales que actualmente viven Trump y seguidores, no se calman sus ansias belicosas contra nuestro gobierno y contra los mexicanos y centroamericanos. Esa será la mejor medida del alcance de los actuales mensajes ofensivos del magnate.
El realismo político de que a cada instante da muestra López Obrador parece estar presente una vez más en esta encrucijada. No es con la Ley del Talión como se ha de resolver el conflicto naciente, ni con las salidas de tono bravuconas para ponernos al mismo nivel, sino con juicios serenos y firmes, inteligentes y valientes, como se derrotarán los desplantes agresivos.
La mayoría del pueblo mexicano indudablemente presiente y entiende que este es el camino a seguir, y no el de las respuestas beligerantes. Y así lo ha manifestado tanto en las redes sociales como en los medios tradicionales de comunicación. Se ve, entonces, que las mayorías mexicanas están del lado de la frialdad y la dureza de propósitos, y no de los que prefieran vociferar consignas contra el imperialismo estadunidense, ya que con ello está muy difícil que se vaya a caer el imperio, o siquiera apaciguar este encontronazo. Pero esas amenazas lo único que han hecho es fortalecer nuestra unidad nacional.

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