11/03/2009

Fallece Lévi-Strauss, padre del estructuralismo

RAFAEL VARGAS

MEXICO, D.F., 3 de noviembre (apro).- En la madrugada del sábado 31 de octubre, a cuatro semanas de alcanzar los ciento un años de edad (los habría cumplido el sábado 28), Claude Lévi-Strauss, el filósofo creador de todo un sistema de pensamiento que transformó la Antropología y la manera en que Europa concibe y se aproxima al mundo no-occidental, falleció en su casa, en París, después de sufrir una severa fractura en la cabeza del fémur.
Para evitar que su funeral se convirtiese en un espectáculo mediático, sus restos fueron trasladados discretamente a Lignerolles, un pequeño pueblo de menos de 200 habitantes al noroeste de Francia, cerca de la costa normanda. Allí tuvieron lugar sus exequias en una ceremonia íntima, en la que nada más estuvieron presentes sus familiares y algunos amigos cercanos. Sólo después se difundió la noticia de su fallecimiento.
Lévi-Strauss amaba Lignerolles, y solía pasar en él los veranos desde finales de los años setenta, en un pequeño castillo en el que prácticamente se recluía con su esposa, no para trabajar, sino para releer a Proust y escuchar música.
¿Por qué su amor por esa región? En julio de 1984, le dijo a Jérôme Garcin, periodista de Le Nouvel Observateur:
"Desde hace mucho tiempo le había echado el ojo a este olvidado rincón del mundo donde uno siente bajo los pies la línea divisoria de las aguas y donde los bosques son tan vastos que, si uno quiere, puede caminar hasta la frontera con Suiza sin salir del bosque y sin toparse jamás con otra alma."
Además de su gusto por caminar, en esos bosques podía satisfacer otra de sus aficiones: la de recolectar champiñones.
Lévi-Strauss, gran parte de cuya obra ha sido editada por el Fondo de Cultura Económica y por Siglo XXI Editores, vino a México en 1979 para recibir un doctorado honoris causa por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México (véase Proceso 120), pero, al parecer, regresó a nuestro país en 1984, en un viaje del que sólo se tienen indicios a través de la mencionada entrevista con Jérôme Garcin.
EL centenario de su nacimiento fue celebrado en todo el mundo (Proceso 1673 y 1674), y su excepcional longevidad hacía pensar a sus lectores que viviría muchos años más.
En 1999, a raíz del homenaje que le rindió el Colegio de Francia, pronunció un discurso en el que se refirió con inusual franqueza y plena lucidez a su avanzada edad:

Montaigne dice que la vejez nos disminuye cada día y nos merma de tal manera que, cuando la muerte sobreviene, no se lleva más que a un cuarto de hombre, o a la mitad de un hombre. Montaigne murió a los 59 años, e indudablemente no pudo concebir una vejez tan extrema como la que ahora vivo. En esta edad, que jamás imaginé alcanzar, tengo la sensación de ser una especie de holograma fragmentado. Cada parte de mí, sin embargo, conserva una imagen y una representación completa del conjunto. Así, para mí, hoy existe un yo real, que no es sino un cuarto o la mitad de un hombre, y un yo virtual que todavía mantiene la idea de un conjunto […] En la actualidad, mi vida se desarrolla en esta especie de extraño diálogo […] El yo virtual redacta el proyecto de un libro, comienza a organizar los capítulos y le dice al yo real: "te toca continuar". Y el yo real, que no puede más, le dice al yo virtual: "Es tu asunto. Eres tú quien puede concebir ese proyecto en su totalidad".

En un comunicado enviado a la prensa hace unas cuantas horas, el presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, lamentó la pérdida del "humanista infatigable, del universitario curioso, siempre en pos de nuevos conocimientos, del hombre libre de todo sectarismo y de todo adoctrinamiento".
Por supuesto, el duelo no se limita a Francia.

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