9/05/2010

La desigualdad en América Latina


Sara Sefchovich

Araíz de la publicación del Primer Informe Regional sobre Desarrollo Humano para América Latina y el Caribe, elaborado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, el diario español El País publicó un suplemento dedicado a la desigualdad, en el cual invitó a escribir a personalidades de la política y la cultura.

El resultado es un lamentable desperdicio, 11 páginas llenas de lugares comunes y deber ser. Un subsecretario de la Organización de las Naciones Unidas, dice que “es hora de actuar para reducir la enorme desigualdad en que ha estado sumida nuestra región durante siglos”. La razón de esta urgencia es (y eso sí que es descubrir el hilo negro) que ella “impacta negativamente a las personas, afecta la calidad de vida y al desarrollo humano” (¡y nosotros que creíamos no afectaba para nada!).

La ex presidenta de Chile, tampoco parece querer salir de los lugares comunes: “Con adecuadas políticas y fuertes compromisos se puede romper ese círculo y avanzar en justicia social”, dice, como si no lo supiéramos. El presidente en funciones de Guatemala hace un comercial de lo bien que actúa su gobierno en relación a la pobreza. La vicepresidenta del gobierno español se luce con frase críptica: “El avance de la igualdad ya no tiene vuelta atrás y corre a favor del tiempo” (¿Que qué?) y la ministra de sanidad y política social de ese país prefiere echar flores: América Latina hoy se siente más segura de sí misma, sus ciudadanos muestran mayor optimismo y el continente tiene voluntad y capacidad para asumir protagonismo internacional.

Los peores son los emocionales. La directora de una Iniciativa inglesa para el desarrollo humano afirma que la esperanza es la bandera de quienes buscan una vida mejor y que el optimismo puede ayudar a superar muchos desafíos. Positividad a la Marta Sahagún y El Vasco Aguirre. Un cantante latinoamericano asegura que “el argumento de la transmisión de la desigualdad tiene que examinarse también desde una óptica espiritual y no sólo económica o política”. Y agrega: “Existen seres humanos que aceptan ser tratados con desigualdad. Por un problema de baja autoestima, que tiene su génesis dentro del seno familiar. La desigualdad se sustenta con la ausencia de espíritu y amor propios”. (¡¡!!) Un director de orquesta usa el discurso de todo en este mundo lo veo a través de mi persona, y ensalza a la música porque ella lo puede lograr todo.

Un actor nos conmina: “Todos y todas (¡qué corrección política!) debemos ponernos a trabajar desde ahora para que la igualdad no sea un sueño posible sino una realidad”. Un escritor dice: “Pienso que la única razón de ser de la política en lo que se refiere a la igualdad está en la necesidad de limar las asperezas de un camino por donde pueda avanzar la libertad” (¿Que qué?) Otro escritor sale con que el lenguaje es un modo de ejercer el poder y que la desigualdad se nota en el uso que se hace de él. Y termina con un manifiesto: “Viva la complicidad entre la marginalidad de los artistas y los pobres”, como si eso fuera cierto. Pero la palma se la lleva una escritora que nos endilga la triste historia de una mujer muy pobre que salió adelante y que le cuenta la historia ¡mientras le da masaje!

Algunos textos se salvan: el de un ex canciller mexicano que afirma que la desigualdad es más vieja que el neoliberalismo y que muchas políticas públicas destinadas a resolverla, de hecho la perpetúan; el de alguien que se anuncia como secretario general iberoamericano que separa pobreza y desigualdad y hace referencias al mercado, la informalidad y los servicios públicos; el de un economista francés que dirigió el Banco Mundial y por lo tanto, elogia las políticas de transferencia de dinero en efectivo tipo el programa Oportunidades, y el de un investigador estadounidense que hace algunas propuestas concretas que tienen que ver con impuestos, políticas sociales y lo que deben hacer los partidos y los gobiernos.

La pregunta es: ¿por qué banalizar así algo tan importante? ¿Por qué no invitar o al menos también invitar a gente que sepa del tema? ¿Por qué preferir la celebridad al conocimiento?

sarasef@prodigy.net.mx
Escritora e investigadora en la UNAM

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