12/26/2010

Diego, sin Quijote y con mancha


FOTO: Octavio Gómez
Diego Fernández de Cevallos, exsenador.


Jorge Carrasco Araizaga

MÉXICO, D.F., 26 de diciembre (apro).- Apenas se mostró públicamente después de su secuestro, Diego Fernández de Cevallos, fiel a su retórica, citó al Quijote de la Mancha para anunciar que seguirá en los asuntos de la vida pública mexicana, cuya descomposición no se puede explicar sin su marcada influencia.

Como uno de los artífices, desde hace más de dos décadas, del estancamiento de la democratización y de la degradación institucional de México, Diego Fernández recurrió a Miguel de Cervantes Saavedra para reivindicar que es “genio y figura, hasta la sepultura”.

Para ese propósito, el excandidato presidencial del PAN se valió de la descripción que Cervantes hacía del Quijote, incluso después de la derrota definitiva del caballero andante cuando éste paseaba una mañana por la playa, “armado de todas sus armas, porque como muchas veces decía, ellas eran sus arreos y su descanso el pelear, y no se hallaba sin ellas en un punto”.

Lo que en Alonso Quijano, El Quijote de la Mancha, era virtud por la consecuencia que había entre su pensamiento y su acción, en Diego Fernández suena a amenaza, por más “identificación” que diga tener con los reclamos de justicia social de quienes dijeron ser sus “misteriosos desaparecedores”.

Poder tras el trono, al que desde hace años los cargos públicos ya no le eran necesarios, el exrehén dio claras muestras a través de su propia imagen y del espectáculo mediático que capitalizará su secuestro.

Cervantes de Saavedra fue prisionero de guerra y pone en El Quijote la reflexión sobre la pérdida de la libertad. “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los Cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres”.

Diego Fernández también fue cautivo, pero al exhibirse como lo hizo ratificó la soberbia que le es de naturaleza. En el otro extremo, el de la humildad, estuvo El Quijote tras ser abatido en la que fue su última aventura. Decidido a terminar con sus andanzas de caballero, le dijo a Sancho Panza que “cada uno es artífice de su ventura”.

Y el panista construyó la suya, abusando del poder y la justicia, mezclando, en palabras del caballero andante, “el engaño y la malicia con la verdad y la llaneza”. Y en una definición de los tantos Diegos Fernández que han existido, el personaje criticaba a los que “turban y ofenden a la justicia”, a “los del favor y los intereses, que tanto ahora la menoscaban, turban y persiguen”.

Hasta en su propio partido, intentaron, vanamente, poner freno al servicio personal que Diego Fernández ha hecho de la justicia y el servicio público. Son referentes los casos en que como “representante popular” litigó desde su despacho particular contra el Estado, causando graves daños a la hacienda pública.

La suya, en palabras del Quijote, ha sido “la ley del encaje, que suele tener mucha cabida con los ignorantes que presumen de agudos”. El exsecuestrado no ha sido, desde luego, ignorante, sino un conocedor profundo de las debilidades institucionales y, agudo hasta en su decir, se ha aprovechado de ellas.

Su probada vocación de servirse de la cosa pública, mezclando intereses, traficando favores y, más aún, definiendo la orientación política del país, lo colocan muy lejos de lo que Cervantes cuenta sobre lo que fue el gobierno de Sancho Panza en la ínsula Barataria.

Tras dejar el mando, Sancho Panza le dijo a quienes le confiaron el poder: “Desnudo nací, desnudo me hallo; ni pierdo ni gano; quiero decir que sin blanca (moneda antigua) entré en este gobierno y sin ella salgo”.

En un intercambio epistolar con El Quijote, el entonces gobernador dice: “Hasta ahora no he tocado derecho ni llevado cohecho, y no puede pensar en qué va esto; porque aquí me han dicho que los gobernadores que a esta ínsula suelen venir, antes de entrar en ella, o les han dado o les han prestado los del pueblo muchos dineros”.

Antes de asumir el gobierno, El Quijote le había recomendado a Sancho Panza que en el encargo no se dejara llevar por la pasión: “No te ciegue la pasión propia en la causa ajena; que los yerros que en ella hicieres, las más veces serán sin remedio; y si le tuvieren, será a costa de tu crédito y aun de tu hacienda”.

Desacreditado y despojado de millones de dólares, el panista tiene delante de sí otra lección del Quijote: “Cuando era caballero andante, atrevido y valiente, con mis obras y con mis manos acreditaba mis hechos; y ahora, cuando soy escudero pedestre, acreditaré mis palabras cumpliendo la que di de mi promesa”.

Si los caballeros andantes eran jurisperitos y sabedores de las leyes de la justicia distributiva y conmutativa, para dar a cada uno lo que es suyo y lo que le conviene, el de la larga barba tendrá que dedicar lo que le queda de vida a resarcir mucho de lo que ha agraviado a la sociedad mexicana.

jcarrasco@proceso.com.mx

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