10/17/2012

Increíble el grado de traición a México de Calderón y Peña




Increíble el grado de traición a México de Calderón y  Peña
Sociológicamente, el odio de las elites “mexicanas” al pueblo no tiene explicación, pues pocos pueblos en el mundo han sido tan leales a la oligarquía, tan aguantadores a las humillaciones

Mientras la descomposición social y política de México sigue avanzando de manera acelerada, por la terquedad del grupo gobernante en imponer a rajatabla las instrucciones que recibe de los círculos de poder trasnacional, queda de manifiesto que la camarilla al frente del Ejecutivo federal está dispuesta a seguir adelante en su labor de zapa contra México, al fin que no hay una resistencia organizada que ponga un freno a su entreguismo. Para confirmar que el PRI tiene los mismos intereses y objetivos que la ultra derecha panista, Enrique Peña Nieto viaja por Europa para ratificar los acuerdos firmados por Felipe Calderón, muy lesivos para nuestro país.
          
La actitud servil de ambos frente a la clase política española, no se entiende sino vista bajo una perspectiva de negocios, no de relaciones políticas entre dos estados soberanos. Más grave es tal situación si vemos el trato humillante que reciben los viajeros mexicanos en Madrid, el cual ha sido denunciado repetidas veces por quienes han sido víctimas de las vejaciones de autoridades migratorias españolas, sin que el gobierno mexicano haga nada en defensa de nuestros compatriotas. Al contrario, hasta los premian, como lo ejemplifican los convenios firmados por Calderón y ratificados por Peña Nieto con empresarios de la región de Galicia.
          
Es increíble el grado de traición a México al que ha llegado la elite gobernante “mexicana”, que no se encuentra en ninguna otra nación latinoamericana. Con ello se confirma que tuvo un éxito completo la estrategia de la Casa Blanca dirigida a descabezar al Estado mexicano sin tener que invadir militarmente nuestro territorio, puesta en práctica a partir de 1983. Desde entonces, a la par que se desmantelaba el aparato económico propiedad del Estado, se iniciaba un adoctrinamiento eficaz para despojar al pueblo de sus raíces históricas y culturales, con la invaluable ayuda del duopolio televisivo que así se fortaleció de manera extraordinaria.
          
En la actualidad podemos decir que el PRI antidemocrático y fincado en raíces de viejo corporativismo, de antes del golpe de Estado de los tecnócratas neoliberales, tenía una firme actitud nacionalista y un elemental sentido social que permitió la estabilidad del país por muchos años. Por eso mismo había que liquidarlo, como se hizo eficazmente con el decidido apoyo de la oligarquía. Por eso podemos afirmar que mientras los neoliberales salinistas sigan al frente del Estado, no será fácil corregir el rumbo contrario a los intereses nacionales.
          
Peña Nieto aún no toma posesión como presidente, aunque carezca de legitimidad, y ya está actuando como un agresivo “gerente de ventas” de los bienes nacionales, como lo ha demostrado durante su gira por Europa. Esto era obvio que lo haría, aun cuando en sus discursos de campaña haya querido aparecer como un político nacionalista y democrático. En realidad no importaba que se le creyera o no, al fin que ya se tenía muy bien puesto el escenario de compra de los votos que hicieran falta para “ganar” la contienda electoral.
          
Bien decíamos que estábamos ante la última oportunidad para salvar al país de una hecatombe, pues de continuar por el camino seguido por la burocracia panista (aunque quien lo trazó realmente fue la camarilla salinista), no tendríamos otra salida que la del abismo. Estábamos en lo cierto en nuestras proyecciones, y ahora tendremos que pagas las consecuencias. Nos esperan largos años de sufrimientos, de ser ciudadanos de quinta en nuestro propio país, no sólo por la terquedad del grupo gobernante en profundizar las terribles desigualdades sociales y económicas que nos caracterizan, sino porque se habrá de acelerar la entrega de las riquezas nacionales a capitales privados.
          
Sociológicamente, el odio de las elites “mexicanas” al pueblo no tiene explicación, pues pocos pueblos en el mundo han sido tan leales a la oligarquía, tan aguantadores a las humillaciones de que son objeto, tan entregados a sus dirigentes aun cuando sólo reciban bofetadas y malos tratos. El hecho concreto es que no puede ser sino odio el modo como el grupo en el poder trata a los trabajadores. Otro sería el destino de México si no existiera esa actitud, pues la clase gobernante se esforzaría por mejorar las condiciones de vida de los asalariados, de los campesinos, de los marginados, a sabiendas de que ello redundaría en bien del país.
          
Basta pensar en todo lo que podría haberse hecho en favor de la nación con todos los miles de millones de dólares que ha derrochado la clase política para favorecer intereses particulares, y de consorcios trasnacionales, como ahora lo está haciendo mediante los convenios con las autoridades españolas, altamente lesivos a Pemex y al país. Ahora se sabe, por ejemplo, que tan solo con la transacción con Repsol, la paraestatal mexicana perdió 18 mil 653 millones de pesos.
Guillermo Fabela - Opinión EMET

No hay comentarios.:

Publicar un comentario