3/21/2013

Obama en Israel: respaldo a la barbarie




Editorial La Jornada


En el contexto de su primera visita a Israel desde que arribó a la presidencia de Estados Unidos, Barack Obama aseguró que su país está orgulloso de ser el aliado más fuerte y el mayor amigo de Tel Aviv; se dijo convencido de que la alianza entre ambos gobiernos es eterna; ratificó el firme compromiso de Washington con la seguridad del Estado hebreo, y señaló que dicho respaldo es algo que nos hace más fuertes y más prósperos a ambos.

Es inevitable contrastar el tono y el contenido de la alocución del mandatario estadunidense en Israel –y en particular, las expresiones de respaldo y solidaridad hacia el régimen que encabeza Benjamin Netanyahu– con el discurso pronunciado hace casi cuatro años desde El Cairo, Egipto, en el arranque de su primer periodo presidencial, en el que llamó a la reconciliación entre su país y el mundo islámico y enfatizó la intolerable situación que vive la población palestina a consecuencia del asedio israelí, así como la ilegalidad de los robos de tierras perpetrados por el régimen de Tel Aviv.

Tales condenas, sin embargo, en conjunto con los pronunciamientos del mandatario estadunidense en favor de la creación de un Estado palestino, fueron sucumbiendo en el transcurso del primer periodo presidencial de Obama, quien nada hizo para impedir que el gobierno de Netanyahu prosiguiera con la instalación de asentamientos ilegales en los territorios palestinos ocupados, para contener la beligerancia, la barbarie y la unilateralidad con que Tel Aviv se conduce frente a sus vecinos, o para defender el derecho de éstos a constituirse en un Estado soberano.

Ahora, según puede verse, el gobierno estadunidense transita de la incongruencia entre las palabras y los hechos a un acercamiento –sin precedente durante el primer gobierno de Obama– con el gobierno de Israel, y a una aceptación, así sea tácita, de las políticas criminales, violatorias de la legalidad internacional y de los derechos humanos que el Estado hebreo practica contra Gaza y en la Jerusalén oriental, Cisjordania y los Altos del Golán, territorios que, de acuerdo con la legalidad internacional y la realidad histórica, no le pertenecen.

Si fuera verdad, por lo demás, que Estados Unidos quiere abonar a una paz genuina entre Israel y sus vecinos, como afirmó ayer Obama, tendría que esforzarse en crear condiciones mínimas para que ello sea posible, y eso implica, en primer lugar, condenar el terrorismo de Estado que practica Israel y forzar a las autoridades de Tel Aviv a poner un alto a los asesinatos de palestinos, a las políticas de manipulación demográfica en Cisjordania y al cerco devastador sobre la franja de Gaza; demandar la devolución de las tierras arrebatadas a partir de 1948 y que hoy se encuentran en territorio israelí o el pago de las indemnizaciones correspondientes a los expulsados; reconocer a las autoridades palestinas democráticamente electas –sean de la fracción que sean–, y aplicar las medidas de presión política y económica necesarias para someter el colonialismo, el expansionismo y el belicismo del Estado hebreo.

Por el contrario, el guiño lanzado ayer por Obama a Tel Aviv y el hecho de que el mandatario se presente a una gira por Medio Oriente sin una propuesta concreta para resolver el añejo conflicto confirman el abandono de algunas de las directrices más avanzadas de la agenda con que Obama llegó a la presidencia, y hacen obligado preguntarse si éstas no fueron, en realidad, meros actos de simulación y de relaciones públicas.

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Los ojos del mundo están sobre Israel: ¿habrá algo que ver?

Robert Fisk

¿Irá a ser tragedia, farsa o turismo? Obama es un turista, o al menos eso dice Davy Crockett, amo de la frontera periodística de Estados Unidos y rey filósofo del New York Times (alias La Gazeta de Thomas Friedman*). Pero se equivoca. El ganador del Premio Nobel de Oratoria será al menos un súper turista quien tendrá a su disposición 10 mil cicerones armados, tanto israelíes como estadunidenses tan sólo en Jerusalén. Ahora, señor presidente, ante nosotros tenemos el muro. No, no Ese Muro, nos referimos a la pared otomana, la empalizada en torno a la Torre de Damasco.

Pero desde luego, si en realidad quiere ir a ver la Natividad, Obama tendrá que echar al menos una ojeada ¿verdad? Al verdadero muro (alias barda de seguridadbarrera, etc,etc). Cierto: Berlusconi aseguró que nunca lo vio; Mussolini al menos habría notado las dimensiones fascistas de la construcción. Pero ahí lo tienen: el acercamiento del presidente tiene la intención de “involucrar a la gente, sobre todo a los jóvenes. Por encima de sus líderes hablaréis a la juventud. El problema es que ni la juventud israelí ni la palestina parecen tenerle mucha confianza a este fulano.

Aquí sí tenemos que sentirnos mal por Obama. Qué otro jefe de Estado hubiera tenido como preludio a su viaje a Israel reuniones con todos los líderes de la comunidad judía en Estados Unidos a quienes prometió, e insistió, en que del viaje no surgiría ninguna iniciativa de consideración, les dijo que no se preocuparan porque no va a pasar nada. Es un poco como si el duque de Wellington, camino a Waterloo, prometiera que no iba a haber mucha batalla, y que antes del show va a charlar con el mariscal Ney, para garantizar que las cosas no se salgan de control.

Porque todos recordamos, la Humillación del Santo Barack, ¿no es cierto? Cuando el año pasado, en la Casa Blanca, parloteó sobre las fronteras de 1967 y Netanyahu lo paró en seco y le dijo que lo olvidara. Obama sólo se sentó, calladito como Mimsy de los Borogroves** tras ser destruido por Smiter*** Benjamin. Y no se habló más de las fronteras de 1967 ni de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU 242.
De cualquier forma, Obama se ha dejado asesorar por el consejero que ha demostrado ser el peor fracaso en política exterior estadunidense desde Joseph Kennedy; el muy aclamado y e irremediable, Dennis Ross.
Tendremos que tolerar las frases hechas ya acostumbradas, claro, ya sea de San Barack o de los sapos de la prensa que lo acompañan. Ese tristemente célebre proceso de paz, sin importar en qué estado se encuentre dicho proceso hay que encarrilar nuevamente, o tal vez escuchemos sobre la hoja de ruta que presumiblemente no podrá retomar su camino sobre las vías por que los trenes no avanzan sobre el asfalto. Y no olvidemos Irán, país sobre el cual Israel tiene todas las opciones sobre la mesa, según nos reiterará nuestro héroe. ¿Por qué sobre la mesa, por Dios? Las opciones están en búnkers, y tal vez en esos silos que son inmencionables, improbables y peores que hablar de sexo, en los que Smiter Benjamin resguarda más de 250 misiles nucleares. Pero entonces se nos recordará, sin duda, de todos los Macbeths que hay regados por la región. No, no el decapitador de Riad, claro, porque el es nuestro amigo, pero desde luego el loco de Teherán, el apocado Mursi y el tipo ese que está en el palacio de Damasco, al igual que todos los salafistas y calibanes (¿o se dice talibanes?), que están esperando el momento de destruir a la civilización occidental (a la que Israel, por supuesto, pertenece ¿cierto?).

Oh, si, existe un riesgo de ridículo si Obama no se cuida. Los israelíes han escondido a los palestinos muy lejos, atrás del Muro aquél; y el único verdadero líder histórico palestino que Obama conocerá (olvídense de Abbas) es el viejo Gran Mufti; el mismo que aparece en una foto con Hitler en el monumento al Holocausto Yad Vashem, Husseini contaminó a cada palestino de nazismo hasta el final de los tiempos.

¿Se irá a aparecer Blair? Dios, por favor no. Ya hay suficiente sangre de Cristo regada por el firmamento de Medio Oriente para que encima llegue el doctor Fausto. Sí se pregunta uno si alguien se atreverá a mencionar el hecho de que un pueblo, el de los palestinos, está siendo ocupado por otro pueblo, el de los israelíes, que cuentan con el apoyo incondicional de otro pueblo: el de San Barack y su banda de hombres felices. Tal vez su verdadera intención es soltar todo el proceso de paz y salir huyendo. El repliegue de la política exterior de Estados Unidos, como la retirada de Napoleón de Moscú o la de los británicos de Dunkirk. Siente uno pena por los palestinos. Y por los israelíes también.

© The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

*Columnista del diario The New York Times especializado en temas de política internacional.
**Personaje del cuento de ciencia ficción Mimsy were the Borogroves publicado en 1943 por el autor británico Lewis Padgett. Mimsy es una palabra inventada con la combinación de los adjetivos miserable (desgraciado) y flimsy (frágil, débil). (N de la T).

*** Nombre de un buque de guerra británico de la Segunda Guerra Mundial. (N de la T).

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