7/02/2013

Baja California, ¿historia es destino?




 Alberto Aziz Nassif

La historia electoral de Baja California ofrece un panorama de similitudes y enormes diferencias con el actual proceso electoral. En algunos estados del país se adelantaron las primeras elecciones competidas que terminaron en un fraude y un conflicto social, porque era imposible la alternancia política en el robusto autoritarismo mexicano. Baja California fue el primero.

En 1959 Baja California —con Salvador Rosas Magallón como candidato del PAN— inauguró las elecciones competidas que terminan en fraude; en 1961 Salvador Nava, como candidato independiente, fue víctima de fraude y la represión en San Luis Potosí; en 1969 en Yucatán, Víctor Correa Rachó con el PAN denunció fraude; en los años setenta fue en Nayarit con un fraude al PPS, y en la década de los ochenta el problema se multiplicó en Chihuahua, Nuevo León y Sonora, hasta llegar a la elección presidencial de 1988, con un fraude nacional que llevó a Salinas a Los Pinos. En 1989, después del primer acuerdo político entre un presidente priísta y el PAN, se hizo el reconocimiento de la primera gubernatura a la oposición con Ernesto Ruffo. ¿Qué tanto se parece aquella histórica elección del 2 de julio de 1989 a la que tendrá lugar el próximo 7 de julio? ¿Qué tan diferentes son?

Se ha manejado la hipótesis de 1989: al presidente le interesa mantener a sus aliados, por eso sería mejor que pierda su partido. Si cambiamos a Salinas por Peña Nieto se podría repetir la situación. Hay interés para que el PAN conserve esa gubernatura, porque de lo contrario se puede debilitar la actual dirección y el Pacto por México correría peligro de romperse. Hace 24 años Salinas estaba interesado en cambiar la mala imagen que dejaban los fraudes electorales, entre otras cosas quizá por el inicio de las negociaciones del TLC. Será difícil comprobar la versión, pero es un fantasma que recorre Baja California en el actual proceso electoral. Lo cierto es que si se llega a debilitar mucho la oposición disminuirían los contrapesos aliados y la dinámica política de acuerdos del Pacto podría cambiar por el avance de los antipactistas.

El PAN ha gobernado durante cuatro sexenios a Baja California (1989-2013), es de los pocos territorios en donde ha repetido varios periodos, el otro es Guanajuato. Después de tantos años de un partido en el poder se produce desgaste y el voto puede llevar a un cambio de colores, por lo menos para renovar el desencanto. Sin embargo, el factor de tiempo no es del todo determinante, el PRI tiene más de ocho décadas en gobiernos estatales como en el Estado de México o Veracruz y sigue tan campante.

La elección de 2013 en Baja California se disputa básicamente entre el PRI y el PAN y sus aliados; en la parte blanquiazul el candidato Francisco “Kiko” Vega encabeza la alianza Unidos por Baja California. En la otra esquina está el tricolor Fernando Castro Trenti, que encabeza la coalición Compromiso por Baja California. El partido Movimiento Ciudadano lanzó la candidatura de Felipe Ruanova. La campaña está en sus últimos días y según algunas encuestas —con toda la reserva que tienen estos instrumentos porque en 2012 fallaron de forma radical en su gran mayoría— la elección está muy cerrada, en empate técnico; para otros hay ventaja del PAN o del PRI. Demotecnia da 53 al PAN y 45 al PRI; Zeta da un empate cerrado; PH le da 39 al PRI y 34 al PAN, (Proceso, 30/VI/2013).

Entre 1989 y 2013 han cambiado mucho las condiciones políticas del país: el PAN pasó 12 años en la Presidencia y el PRI ha regresado al poder. En Baja California se tienen algunas cifras que ubican el contexto del estado: tiene el 7° lugar más alto en el Índice de Desarrollo Humano en el país; es el tercero más alto en alfabetización y hay menos desempleo comparado con la media nacional (CNN México, 4/VI/2013). Otro de los temas que pueden ser importantes en una elección es el de la inseguridad y la violencia. En ese estado norteño, como le pasó a otros, se tuvo una grave crisis en el sexenio pasado, pero actualmente han empezado a bajar las tasas delictivas, lo cual puede ser vendible como propaganda.

Si las mediciones que hablan de empate técnico expresan la realidad, entonces la elección no está definida y serán los electores quienes el domingo —en un estado que tiene altísimas tasas de abstención— definan al próximo gobernador. Si esto es cierto, entonces será el voto y no la historia, ni el tiempo en el gobierno o los deseos presidenciales, lo que definirá al próximo gobernador. Ya veremos…

Investigador del CIESAS



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