8/20/2013

Reformas políticas, ¿el síntoma o la enfermedad?



 
 Alberto Aziz Nassif

Alguna vez escuché a José María Pérez Gay citar a Karl Kraus: “El psicoanálisis es la única enfermedad que cree ser su propia terapia”. Algo así le pasa a la clase política en México: creen que cada reforma política es la medicina para resolver la enfermedad, es decir, los abusos que ellos mismos cometieron en el proceso electoral anterior. Hemos pasado por una serie de ciclos de reformas y conflictos que no han terminado de configurar una democracia confiable y satisfactoria. Para variar, aquí vamos otra vez porque siempre queda algo pendiente, siempre hay materia para ajustar la lucha por el poder. Se podría decir que las reformas electorales son las preferidas de los políticos. A estas alturas no sabemos si las reformas son el síntoma de algo más estructural que no se ha querido tocar, o si son remedios caseros para una enfermedad grave.

El famoso Pacto por México colocó entre sus prioridades una serie de cambios que se pueden dividir en dos bloques, uno que se orienta a modificar piezas del régimen político como el gobierno de coalición; y otro propiamente electoral. En el camino se fueron ampliando las propuestas y hace unos días se anunció que se trabajarían siete mesas: 

1) la legislación secundaria de la pasada reforma que estableció las figuras de la democracia participativa como las candidaturas independientes, la iniciativa ciudadana, la consulta popular y la iniciativa preferente. Veamos si estas figuras no terminan con un exceso de requisitos y se vuelven imposibles de practicar. 

2) Una ley de partidos, que será una remodelación del Libro Segundo del Cofipe, con la idea de se tiene que regular a esas instituciones voraces en donde cada vez ganan más recursos, facultades y tienen pocas obligaciones para la transparencia y la rendición de cuentas. Será interesante ver cómo los partidos diseñan las reglas para su propia regulación.

 3) Luego viene otra reforma electoral en donde se intenta lavar las culpas del 2012, o sea castigar los abusos de pasarse los topes de campaña y establecer nuevos delitos como la nulidad de las candidaturas para inhibir el delito, para que ya no sea mejor pedir perdón, que pedir permiso, como sucede ahora.

 4) La polémica idea de crear una autoridad nacional que organice todas las elecciones del país y dejar de lado a los organismos estatales. Es una de esas paradojas en donde se quiere resolver el síntoma sin tomar en cuenta la enfermedad. ¿Un instituto nacional podrá controlar a los poderes caciquiles y feudales de los gobernadores? 

5) Reformas al régimen, en donde se busca establecer la figura de los gobiernos de coalición para pasar de un presidencialismo de minoría a uno de coalición, cercano a lo que sucede en los gobiernos parlamentarios o lo que ha hecho Brasil. 

6) La reforma del Distrito Federal, en donde lo más importante será dotar de una Constitución a la capital de país, una reforma largamente postergada. 

7) Ordenar el fuero y otra vez regular la publicidad gubernamental en los medios.

Estamos ante una agenda importante a la que se puede sumar, para hacerla más compleja, la propuesta de un grupo de senadores del PAN y PRD que quieren darle más instrumentos al Poder Legislativo frente al Ejecutivo, (con facultades como ratificación de gabinete, moción de censura, voto sobre el Plan Nacional de Desarrollo, autonomía de la PGR y otras figuras electorales como la segunda vuelta y la reelección legislativa).

La diferencia entre los síntomas y las enfermedades es lo que sucede con las reformas electorales. Se pretende hacer compromisos para vigilar que el gasto público no se vaya a tareas electorales o que los programas sociales no sean motivo de clientelismo, cuando nadamos en un mar de pobreza que genera un mercado de intercambio de votos por bienes. Se quiere endurecer las penas por rebasar topes, cuando no existen mecanismos eficientes para la rendición de cuentas y la transparencia en los gobiernos locales. Se pretende administrar la publicidad gubernamental cuando en realidad no se ha podido regular a las televisoras, que son un poder fáctico.

Mientras no tengamos instituciones políticas respetables y mientras la clase política vea a las reglas como posibilidad de ganar más prerrogativas y tener menos controles, la democracia en México está condenada a seguir en la inercia de burlar la ley, porque la institucionalidad se puede vulnerar sin grandes costos. Las reformas seguirán reaccionando ante los síntomas sin ver las enfermedades de fondo.

Investigador del CIESAS

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