La derecha en el poder está apostando a que los comicios del 7 de junio concluyan sin conflictos, gracias al control que tiene de los órganos electorales, a la red de apoyos al PRI por conducto de la costosa organización que ha construido la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), y al desinterés de la población por la política, bajo el prejuicio de que no hay nada que hacer para cambiar las cosas. Sin embargo, su propio exceso de confianza, al que se suma el cinismo desbordado de sus candidatos, está concientizando a la población sobre el imperativo de actuar para hacer un último intento de poner fin a la corrupción, el principal soporte de los partidos al servicio de la oligarquía.
La ciudadanía, por más desinformada que esté, tiene pleno conocimiento de que México vive una realidad desastrosa, que se agravó en los casi dos años y medio que lleva Enrique Peña Nieto al frente del Ejecutivo. Sabe, asimismo, que seguir cruzados de brazos, es favorecer un estado de cosas que debe avergonzarnos como país, y preocuparnos profundamente por el futuro que les espera a las nuevas generaciones de mexicanos. Por ello también preocupa la desfachatez de la Sedesol para actuar sin ningún rubor en favor de los candidatos del PRI, o del Partido Verde o hasta del PRD si resulta conveniente. Lo grave del caso es que lo hace con recursos públicos, que deberían servir para impulsar el desarrollo social.
La permanencia de Rosario Robles al frente de la Sedesol, se debe no sólo a su empatía con Peña Nieto y a su carencia de escrúpulos, sino a su eficacia para organizar redes de mujeres promotoras del grupo en el poder, las cuales demostraron su utilidad en la campaña del PRI en los comicios del 2012. Se trata de una organización que no cumple mínimos requisitos legales, que en un país con Estado de derecho no podría operar. Sin embargo, aquí lo hace abiertamente, con pleno reconocimiento de la Secretaría de la Función Pública y no pasa nada.
Tal forma de la alta burocracia de maniobrar de manera paralela a las instituciones legales, fue muy utilizada en los años del ascenso de los nazis al poder, con un éxito incuestionable pero también con una violencia que no conocía límites. Ahora sólo falta que también la Sedesol organice grupos de choque, conjuntamente con los que “laboran” en la Secretaría de Gobernación, para no correr riesgos de perder en casillas que la derecha considera fundamentales para el 2018.
Mientras la camarilla en el poder trabaja con la única finalidad de fortalecer su organización con miras transexenales, el país se resquebraja y hace añicos por todos lados, a extremos inimaginables como lo deja ver la dramática realidad nacional. La descomposición del tejido social avanza a pasos agigantados, lo que permite prever un fin de sexenio terrible para las clases mayoritarias. Un ejemplo de tan monstruosa realidad se vivió en días pasados en la ciudad de Chihuahua. Cinco adolescentes, entre ellos dos mujeres, todos no mayores de 15 años, secuestraron y mataron a un niño de seis años, con quien “jugaban” al secuestro.
La Fiscalía General del Estado (FGE) ubicó el cadáver del niño gracias a que uno de los participantes en el “juego” sintió remordimientos y le confesó a su madre el crimen cometido. La madre dio aviso a las autoridades y la policía localizó el cadáver en las inmediaciones de un arroyo, con muestras de haber sido torturado y apuñalado. Los adolescentes responsables del crimen no pueden ser juzgados, por lo que quedarán bajo la tutela pública y será la Procuraduría del Menor la que determine su situación legal.
Esta es una muestra del reflejo en los hogares de la realidad atrofiada que se vive en el país. ¿Qué puede esperarse de niños que crecen viendo a su alrededor una creciente pérdida de valores encubierta por una doble moral? ¿Acaso no ven todo el día violencia y más violencia, tanto en las calles y en las aulas como en la televisión? ¿Se les puede culpar de homicidas a los cinco adolescentes que “secuestraron” a un menor indefenso si su vida cotidiana transcurre en un maremágnum de antivalores sociales? ¿No es la oligarquía la principal promotora de una realidad donde la ética brilla por su ausencia?
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