3/07/2018

Las elecciones en México bajo el infernum


Bernardo Barranco

En estos días recién empieza a aparecer en los estantes de las librerías, el libro titulado El infierno electoral: el fraude del estado de México y las próximas elecciones de 2018, de editorial Grijalbo. Texto colectivo que coordiné. Recoge, con miras a las actuales elecciones, las diversas rapacidades electorales que se usaron en las pasadas elecciones mexiquenses en 2017. Son varios ensayos escritos, en su mayoría, por ex consejeros electorales en el estado de México que han actuado desde 2000 a la fecha. Actores que tienen información vivida o de primera mano que permite denunciar y analizar con autoridad, así como contar con conocimiento de causa directa. En El infierno electoral, se analiza la resignificación de la elección de Estado, es decir, la clandestina conversión del aparato de gobierno en un poderoso aparato electoral; el uso indebido de los programas sociales que manipula y explota electoralmente la pobreza de millones de mexicanos; la coerción y guerra sucia contra opositores acechantes; la dispersión del voto mediante subterráneas alianzas, y uso de los candidatos independientes. Así como empleo de métodos del crimen organizado para intimidar la oposición mediante acciones ilícitas del llamado terrorismo electoral. También se aborda el uso faccioso de las instituciones electorales, institutos y tribunales, tendientes a favorecer a los candidatos del poder. Toda esta galería dantesca, coloreada de cinismo, representa el alto riesgo de la regresión. Es el retorno a las viejas prácticas del sistema autoritario y del abuso del poder, como la tortura eterna que advertían las antiguas religiones, el lugar del submundo donde moran los fratricidas perversos. Ganar el poder no importa cómo, obtenerlo no importa con qué ni con quién. El uso de recursos económicos y logísticos ilimitados como el primer acto de corrupción electoral solapado por las autoridades y los medios. Algunos veteranos analistas expresarán un dejá vu, por ello, surge la preocupación del estancamiento, pese a las continuas reformas electorales que han servido de poco y ahora ronda el espectro del retroceso.
¿En ese infierno electoral es en el que pretende inspirarse José Antonio Meade? Recordemos, en el cierre de su precampaña en Tlalnepantla, el candidato del PRI a la Presidencia de la República exclamó en un mitin lo siguiente: Hace un año enfrentamos una batalla complicada en el estado de México; decían que era difícil y ganamos gracias al trabajo del priísmo fuerte y con todo. Ese triunfo le dio tranquilidad al país. Inspirados en ese triunfo vamos a ganar. Ante cientos de simpatizantes, lo relevante del acto fue el acompañamiento del gobernador mexiquense, Alfredo del Mazo, y de su antecesor Eruviel Ávila. El ex secretario de Hacienda afirmó envalentonado que peleará por cada puesto de elección popular en el Congreso de la Unión, gubernaturas, congresos locales y alcaldías. Sin duda fue una expresión desafortunada, porque fue la de 2017, la elección más fraudulenta de que se tiene memoria en el Edomex. No se debe admitir que sea el modelo que inspirará a Meade, que se presume honesto, porque está bañado por un desvergonzado fraude electoral sistémico.
El libro es una advertencia de lo que puede venir. Por ello, los autores miramos con desconfianza las recientes declaraciones del vocero de la Presidencia, Eduardo Sánchez, quien aseveró que el gobierno federal no detendrá la entrega de los programas sociales, ya que existe un blindaje robusto y sólido de las partidas gubernamentales para que no se contaminen con tintes políticos. Así hizo el Congreso mexiquense en 2017 que de 100 programas sociales autorizó seguir utilizando cerca de 70, porque la atención a las necesidades de la pobreza no pueden ser detenidas por los tiempos electorales. Iincide AC realizó un detallado y demoledor análisis del uso político de los programas sociales en el estado de México, cuya conclusión es alarmante por el alto nivel de opacidad, discrecionalidad y corrupción electoral. Un impúdico furor para atender las precarias condiciones de vida de la población. Más allá del uso faccioso de los programas sociales, de la falta de transparencia y rendición de cuentas, está la insensibilidad y la falta de ética para lucrar y explotar electoralmente la pobreza de las personas desamparadas, especialmente en áreas rurales deprimidas.
El infierno electoral es una radiografía crítica del proceso electoral mexiquense y, al mismo tiempo, proyecta una alerta roja: el mismo grupo que operó los comicios en aquella entidad maniobra ahora el rumbo de las complejas elecciones federales de 2018. Hay signos registrados. El libro es una denuncia a las desmesuras de quienes controlan el aparato de gobierno para trampear a la ciudadanía.
Las elecciones en el siglo XXI son cada vez más competidas. Los resultados tienden a ser mucho más estrechos y peleados. Por ello, cualquier irregularidad, por pequeña que sea, puede resultar determinante en el resultado final. Estamos muy lejos de aquel andamiaje electoral que otorgaba certeza, de aquel Instituto Federal Electoral (IFE) ciudadano, cuyos consejeros transmitían confianza por su lealtad a los principios de la democracia. Los Woldenberg, Merino y Cantú son ahora objetos de culto. Hoy el Instituto Nacional Electoral (INE) pasa por la más severa crisis de su historia. Está colonizado y mandatado por el partido en el poder. Sus consejeros son de consigna, sus posicionamientos y votos son absolutamente predecibles. Fue desastroso el manejo poselectoral de los pasados procesos de Coahuila y del estado de México. Carencia de autocrítica y soberbia exhibieron varios consejeros, incluso apelaron a las verdades virtuales y criticaron las falsas noticias, pero nunca reconocieron la tibieza y permisividad de su actuar ante las violaciones registradas. Los organismos electorales locales (Oples) están aún peor, desfondados y bajo una credibilidad despedazada.
El libro ha sido escrito por los siguientes ex consejeros electorales del estado de México: Vanessa González Deister, José Núñez Castañeda, Gabriel Corona Armenta y Norberto López Ponce. Escriben también Karina Vaquera Montoya, consejera local INE en funciones; Eduardo Huchim May, analista y ex consejero electoral del entonces DF, así como Santiago Nieto Castillo, ex titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, y el historiador Lorenzo Meyer escribe un luminoso prólogo.
La sociedad civil, el periodismo de investigación, la academia y líderes de la opinión pública tienen una enorme responsabilidad para inhibir la aplicación del infierno electoral en nuestra frágil democracia. Porque, como diría León Felipe: “Ni el fuego y ni el dolor… Ni el infierno son eternos”.

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