Es claro que Meade no es Colosio, aunque trate de emularlo en el discurso. Las biografías familiares y políticas de ambos personajes no se asemejan y tampoco su compromiso político partidista. El sonorense decía con orgullo que era militante del PRI, Meade lo evade siempre como si se avergonzara de ello.
“Soy un candidato por México; soy un ciudadano, así me concibo, así me asumo. Ofrezco lo que soy, un ciudadano con una trayectoria limpia, una vocación de servicio, con claridad de visión cultural, económica y social, con un profundo amor a México”, recalcó Meade ante los priistas el domingo pasado.
En lo que se parecen es en su campaña de proselitismo, pues al igual que Colosio en 1994, la de Meade ahora no ha logrado “despegar” en dos meses que lleva reuniéndose con la militancia y con representantes de distintos sectores sociales en todo el país, generando incertidumbre en las bases del priismo.
Meade sigue sin resolver, y no podrá hacerlo, el problema de desmarcarse del PRI, no sabe cómo abordar el tema de la identidad partidista porque no quiere que lo vean como representante de un partido identificado con la corrupción, malversaciones, impunidad, traiciones y vínculos con la delincuencia organizada. Meade vive la contradicción sin poder solucionarla.
“Hoy somos la opción que ofrece el cambio con responsabilidad. Somos la opción que mejor conoce lo que se ha hecho, que sabe de los resultados de sus programas, de sus aciertos y de sus errores”, citó el candidato del PRI a Colosio obligado por la necesidad de acercarse a una de las figuras emblemáticas de este partido. Pero apenas y lo hizo cuando nuevamente se declaró “ciudadano” ante los militantes y dirigentes del PRI.
La sombra de la derrota e incluso de la tragedia rondan a Meade. El ataque oficial al panista Ricardo Anaya para hundirlo en el descrédito no parece haber dado el resultado que esperaban por lo burdo que se ha visto el uso político de la Procuraduría General de la República (PGR).
La manera tan desvergonzada y vulgar en la que han utilizado los expedientes judiciales para acusar a Ricardo Anaya de enriquecimiento inexplicable y de lavado de dinero, solamente ha reforzado más la imagen de alevosía y la desesperación del PRI y de Enrique Peña Nieto para posicionar en un mejor lugar en las encuestas a Meade.
El efecto bumerang de esta estrategia está por verse en las próximas encuestas, pero hasta donde se percibe en el ánimo social y por la reacción de empresarios y algunos personajes del ámbito intelectual, la guerra sucia en contra de Anaya no ha dado resultado y, al contrario, la imagen de Meade sólo se ha manchado.
Por cierto… El artículo 237 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales indica los plazos de registro de candidatos y señala que, hasta el domingo 18 de marzo, el PRI y sus aliados tienen la posibilidad de registrar a José Antonio Meade como candidato presidencial. Pero si renuncia por alguna razón de gravedad y está imposibilitado de seguir, el artículo 241 establece puede haber un nuevo registro hasta 30 días antes del día de la votación.